sábado, 29 de abril de 2017

Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 de abril de 2017) - Ceremonia de despedida de Egipto y telegrama al Presidente de la República Árabe de Egipto

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Imagen: agenciacatolicamx.wordpress.com


El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).-  A las 16.45 horas de esta tarde, en el Aeropuerto internacional de El Cairo tuvo lugar la ceremonia de despedida de Egipto del Papa FRANCISCO. Estaba presente el Presidente de la República de Egipto Abdel-Fattah Al-Sisi y una guardia de honor.


El Papa subió a bordo de un A321 de Alitalia que despegó a las 17:00 para regresar a Italia.


El aterrizaje en Roma está previsto a las 20.30 horas.


Telegrama al Presidente de la República Árabe de Egipto


Inmediatamente después de la salida en avión de El Cairo, el Santo Padre  Francisco ha enviado al Presidente de la República Árabe de Egipto, Abdel-Fattah al-Sisi, el siguiente mensaje telegráfico:


A SU EXCELENCIA ABDEL FATTAH AL-SISI
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO
EL CAIRO

 

AL DEJAR EGIPTO, DESEO EXPRESAR A SU EXCELENCIA  MI MAS  PROFUNDO AGRADECIMIENTO ASÍ COMO  A TODO EL  AMADO  PUEBLO EGIPCIO  POR SU  CÁLIDA BIENVENIDA Y HOSPITALIDAD. CON LA SEGURIDAD DE MIS ORACIONES, INVOCO SOBRE LA NACIÓN LAS BENDICIONES DIVINAS DE PAZ Y ALEGRÍA.
                                  
                                                                           FRANCISCUS PP.

Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 de d abril de 2017) – Encuentro de oración con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas en el Seminario Patriarcal Copto- Católico de Maadi

El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).-  A las 14:45 de esta tarde, el Santo Padre FRANCISCO salió de la Nunciatura Apostólica y se trasladó en automóvil al Seminario Patriarcal Copto-Católica de Maadi, en la periferia sur de El Cairo.


A su llegada, el Papa fue acogido por el Patriarca, Su Beatitud Ibrahim Isaac Sedrak, por el Rector y Vice-Rector del Seminario. En el hall de entrada le esperaban  para un saludo personal 5 religiosos y 5 religiosas Superiores Provinciales. Después de fotos con los sacerdotes del Seminario y con algunos seminaristas, tuvo lugar el intercambio de regalos.


A continuación, el Papa se trasladó en procesión hasta el campo de deportes, donde ha tenido lugar el encuentro de oración en la forma de  Liturgia de la Palabra en árabe, en el que participan cerca de 1500 sacerdotes, religiosos y seminaristas.


Tras el discurso de bienvenida del Rector del Seminario, P. Toma Adly, y las lecturas, el Papa FRANCISCO pronunció el discurso que publicamos a continuación:


Beatitudes,

queridos hermanos y hermanas:

Al Salamò Alaikum! / La paz esté con vosotros.


«Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Cristo ha vencido para siempre la muerte. Gocemos y alegrémonos en él».


Me siento muy feliz de estar con vosotros en este lugar donde se forman los sacerdotes, y que simboliza el corazón de la Iglesia Católica en Egipto. Con alegría saludo en vosotros, sacerdotes, consagrados y consagradas de la pequeña grey católica de Egipto, a la «levadura» que Dios prepara para esta bendita Tierra, para que, junto con nuestros hermanos ortodoxos, crezca en ella su Reino (cf. Mt 13,13).


Deseo, en primer lugar, daros las gracias por vuestro testimonio y por todo el bien que hacéis cada día, trabajando en medio de numerosos retos y, a menudo, con pocos consuelos. Deseo también animaros. No tengáis miedo al peso de cada día, al peso de las circunstancias difíciles por las que algunos de vosotros tenéis que atravesar. Nosotros veneramos la Santa Cruz, que es signo e instrumento de nuestra salvación. Quien huye de la Cruz, escapa de la resurrección. «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» (Lc 12,32).


Se trata, por tanto, de creer, de dar testimonio de la verdad, de sembrar y cultivar sin esperar ver la cosecha. De hecho, nosotros cosechamos los frutos que han sembrado muchos otros hermanos, consagrados y no consagrados, que han trabajado generosamente en la viña del Señor. Vuestra historia está llena de ellos.


En medio de tantos motivos para desanimarse, de numerosos profetas de destrucción y de condena, de tantas voces negativas y desesperadas, sed una fuerza positiva, sed la luz y la sal de esta sociedad, la locomotora que empuja el tren hacia adelante, llevándolo hacia la meta, sed sembradores de esperanza, constructores de puentes y artífices de diálogo y de concordia.


Todo esto será posible si la persona consagrada no cede a las tentaciones que encuentra cada día en su camino. Me gustaría destacar algunas significativas.


1.         La tentación de dejarse arrastrar y no guiar. El Buen Pastor tiene el deber de guiar a su grey (cf. Jn 10,3-4), de conducirla hacia verdes prados y a las fuentes de agua (cf. Sal 23). No puede dejarse arrastrar por la desilusión y el pesimismo: «Pero, ¿qué puedo hacer yo?». Está siempre lleno de iniciativas y creatividad, como una fuente que sigue brotando incluso cuando está seca. Sabe dar siempre una caricia de consuelo, aun cuando su corazón está roto. Saber ser padre cuando los hijos lo tratan con gratitud, pero sobre todo cuando no son agradecidos (cf. Lc 15,11-32). Nuestra fidelidad al Señor no puede depender nunca de la gratitud humana: «Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,4.6.18).


2.         La tentación de quejarse continuamente. Es fácil culpar siempre a los demás: por las carencias de los superiores, las condiciones eclesiásticas o sociales, por las pocas posibilidades. Sin embargo, el consagrado es aquel que con la unción del Espíritu transforma cada obstáculo en una oportunidad, y no cada dificultad en una excusa. Quien anda siempre quejándose en realidad no quiere trabajar. Por eso el Señor, dirigiéndose a los pastores, dice: «fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes» (Hb 12,12; cf. Is 35,3).


3.         La tentación de la murmuración y de la envidia. El peligro es grave cuando el consagrado, en lugar de ayudar a los pequeños a crecer y de regocijarse con el éxito de sus hermanos y hermanas, se deja dominar por la envidia y se convierte en uno que hiere a los demás con la murmuración. Cuando, en lugar de esforzarse en crecer, se pone a destruir a los que están creciendo, y cuando en lugar de seguir los buenos ejemplos, los juzga y les quita su valor. La envidia es un cáncer que destruye en poco tiempo cualquier organismo: «Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir» (Mc 3,24-25). De hecho, «por envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sb 2,24). Y la murmuración es el instrumento y el arma.


4.         La tentación de compararse con los demás. La riqueza se encuentra en la diversidad y en la unicidad de cada uno de nosotros. Compararnos con los que están mejor nos lleva con frecuencia a caer en el resentimiento, compararnos con los que están peor, nos lleva, a menudo, a caer en la soberbia y en la pereza. Quien tiende siempre a compararse con los demás termina paralizado. Aprendamos de los santos Pedro y Pablo a vivir la diversidad de caracteres, carismas y opiniones en la escucha y docilidad al Espíritu Santo.


5.         La tentación del «faraonismo», es decir, de endurecer el corazón y cerrarlo al Señor y a los demás. Es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir. Es una tentación común que aparece desde el comienzo entre los discípulos, los cuales —dice el Evangelio— «por el camino habían discutido quién era el más importante» (Mc 9,34). El antídoto a este veneno es: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35).


6.         La tentación del individualismo. Como dice el conocido dicho egipcio: «Después de mí, el diluvio». Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de vergüenza, más bien al contrario, se justifican. La Iglesia es la comunidad de los fieles, el cuerpo de Cristo, donde la salvación de un miembro está vinculada a la santidad de todos (cf. 1Co 12,12-27; Lumen gentium, 7). El individualista es, en cambio, motivo de escándalo y de conflicto.


7.         La tentación del caminar sin rumbo y sin meta. El consagrado pierde su identidad y acaba por no ser «ni carne ni pescado». Vive con el corazón dividido entre Dios y la mundanidad. Olvida su primer amor (cf. Ap 2,4). En realidad, el consagrado, si no tiene una clara y sólida identidad, camina sin rumbo y, en lugar de guiar a los demás, los dispersa. Vuestra identidad como hijos de la Iglesia es la de ser coptos —es decir, arraigados en vuestras nobles y antiguas raíces— y ser católicos —es decir, parte de la Iglesia una y universal—: como un árbol que cuanto más enraizado está en la tierra, más alto crece hacia el cielo.


Queridos consagrados, hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos. Así el consagrado conservará la maravilla, la pasión del primer encuentro, la atracción y la gratitud en su vida con Dios y en su misión. La calidad de nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual.


Egipto ha contribuido a enriquecer a la Iglesia con el inestimable tesoro de la vida monástica. Os exhorto, por tanto, a sacar provecho del ejemplo de san Pablo el eremita, de san Antonio Abad, de los santos Padres del desierto y de los numerosos monjes que con su vida y ejemplo han abierto las puertas del cielo a muchos hermanos y hermanas; de este modo, también vosotros seréis sal y luz, es decir, motivo de salvación para vosotros mismos y para todos los demás, creyentes y no creyentes y, especialmente, para los últimos, los necesitados, los abandonados y los descartados.


Que la Sagrada Familia os proteja y os bendiga a todos, a vuestro País y a todos sus habitantes. Desde el fondo de mi corazón deseo a cada uno de vosotros lo mejor, y a través de vosotros saludo a los fieles que Dios ha confiado a vuestro cuidado. Que el Señor os conceda los frutos de su Espíritu Santo: «Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5,22-23).


Os tendré siempre presentes en mi corazón y en mis oraciones. Ánimo y adelante, guiados por el Espíritu Santo. «Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra alegría». Y por favor, no olvidéis de rezar por mí.



Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 abril 2017) - Santa Misa en el “Air Defense Stadium” de El Cairo

El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).-  Esta mañana, después de despedirse de la Nunciatura Apostólica, y de saludar , entre otros, a un grupo de niños de la Escuela Comboniana en El Cairo, el Santo Padre FRANCISCO se trasladó en coche al "Air Defense Stadium” de El Cairo.


A su llegada dio una vuelta  en papamóvil entre los fieles reunidos. A continuación, a las 10.00, presidió la celebración eucarística.


Al término de la  santa misa, el Patriarca de Alejandría de los Coptos, Su Beatitud  Ibrahim Isaac Sedrak, saludó al Papa FRANCISCO en nombre de todas las denominaciones católicas de  Egipto. Después de la bendición final el Papa regresó en automóvil a la nunciatura apostólica, donde almorzó con los Obispos egipcios y el séquito Papal.

Texto íntegro de la homilía pronunciada por el Santo Padre después de la proclamación del Santo Evangelio.


Homilía del Santo Padre


Al Salamò Alaikum / La paz sea con vosotros.


            Hoy, III domingo de Pascua, el Evangelio nos habla del camino que hicieron los dos discípulos de Emaús tras salir de Jerusalén. Un Evangelio que se puede resumir en tres palabras: muerte, resurrección y vida.


            Muerte: los dos discípulos regresan a sus quehaceres cotidianos, llenos de desilusión y desesperación. El Maestro ha muerto y por tanto es inútil esperar. Estaban desorientados, confundidos y desilusionados. Su camino es un volver atrás; es alejarse de la dolorosa experiencia del Crucificado. La crisis de la Cruz, más bien el «escándalo» y la «necedad» de la Cruz (cf. 1 Co 1,18; 2,2), ha terminado por sepultar toda esperanza. Aquel sobre el que habían construido su existencia ha muerto y, derrotado, se ha llevado consigo a la tumba todas sus aspiraciones.


            No podían creer que el Maestro y el Salvador que había resucitado a los muertos y curado a los enfermos pudiera terminar clavado en la cruz de la vergüenza. No podían comprender por qué Dios Omnipotente no lo salvó de una muerte tan infame. La cruz de Cristo era la cruz de sus ideas sobre Dios; la muerte de Cristo era la muerte de todo lo que ellos pensaban que era Dios. De hecho, los muertos en el sepulcro de la estrechez de su entendimiento.


            Cuantas veces el hombre se auto paraliza, negándose a superar su idea de Dios, de un dios creado a imagen y semejanza del hombre; cuantas veces se desespera, negándose a creer que la omnipotencia de Dios no es la omnipotencia de la fuerza o de la autoridad, sino solamente la omnipotencia del amor, del perdón y de la vida.


            Los discípulos reconocieron a Jesús «al partir el pan», en la Eucarística. Si nosotros no quitamos el velo que oscurece nuestros ojos, si no rompemos la dureza de nuestro corazón y de nuestros prejuicios nunca podremos reconocer el rostro de Dios.


            Resurrección: en la oscuridad de la noche más negra, en la desesperación más angustiosa, Jesús se acerca a los dos discípulos y los acompaña en su camino para que descubran que él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Jesús trasforma su desesperación en vida, porque cuando se desvanece la esperanza humana comienza a brillar la divina: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (Lc 18,27; cf. 1,37). Cuando el hombre toca fondo en su experiencia de fracaso y de incapacidad, cuando se despoja de la ilusión de ser el mejor, de ser autosuficiente, de ser el centro del mundo, Dios le tiende la mano para transformar su noche en amanecer, su aflicción en alegría, su muerte en resurrección, su camino de regreso en retorno a Jerusalén, es decir en retorno a la vida y a la victoria de la Cruz (cf. Hb 11,34).


            Los dos discípulos, de hecho, luego de haber encontrado al Resucitado, regresan llenos de alegría, confianza y entusiasmo, listos para dar testimonio. El Resucitado los ha hecho resurgir de la tumba de su incredulidad y aflicción. Encontrando al Crucificado-Resucitado han hallado la explicación y el cumplimiento de las Escrituras, de la Ley y de los Profetas; han encontrado el sentido de la aparente derrota de la Cruz.


            Quien no pasa a través de la experiencia de la cruz, hasta llegar a la Verdad de la resurrección, se condena a sí mismo a la desesperación. De hecho, no podemos encontrar a Dios sin crucificar primero nuestra pobre concepción de un dios que sólo refleja nuestro modo de comprender la omnipotencia y el poder.


            Vida: el encuentro con Jesús resucitado ha transformado la vida de los dos discípulos, porque el encuentro con el Resucitado transforma la vida entera y hace fecunda cualquier esterilidad (cf. Benedicto XVI, Audiencia General, 11 abril 2007). En efecto, la Resurrección no es una fe que nace de la Iglesia, sino que es la Iglesia la que nace de la fe en la Resurrección. Dice san Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe» (1 Co 15,14).


            El Resucitado desaparece de su vista, para enseñarnos que no podemos retener a Jesús en su visibilidad histórica: «Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Jn 20,29 y cf. 20,17). La Iglesia debe saber y creer que él está vivo en ella y que la vivifica con la Eucaristía, con la Escritura y con los Sacramentos. Los discípulos de Emaús comprendieron esto y regresaron a Jerusalén para compartir con los otros su experiencia. «Hemos visto al Señor […]. Sí, en verdad ha resucitado» (cf. Lc 24,32).


            La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad; de nada sirve cuidar las apariencias, porque Dios mira el alma y el corazón (cf. 1 S 16,7) y detesta la hipocresía (cf. Lc 11,37-54; Hch 5,3-4).[1] Para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita.


            La verdadera fe es la que nos hace más caritativos, más misericordiosos, más honestos y más humanos; es la que anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente, sin distinción y sin preferencias, es la que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar; es la que nos lleva a difundir, a defender y a vivir la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto y de la fraternidad; nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien ha caído; a vestir al desnudo; a dar de comer al que tiene hambre, a visitar al encarcelado; a ayudar a los huérfanos; a dar de beber al sediento; a socorrer a los ancianos y a los necesitados (cf. Mt 25,31-45). La verdadera fe es la que nos lleva a proteger los derechos de los demás, con la misma fuerza y con el mismo entusiasmo con el que defendemos los nuestros. En realidad, cuanto más se crece en la fe y más se conoce, más se crece en la humildad y en la conciencia de ser pequeño.


Queridos hermanos y hermanas:


            A Dios sólo le agrada la fe profesada con la vida, porque el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad. Cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada.


            Ahora, como los discípulos de Emaús, regresad a vuestra Jerusalén, es decir, a vuestra vida cotidiana, a vuestras familias, a vuestro trabajo y a vuestra patria llenos de alegría, de valentía y de fe. No tengáis miedo a abrir vuestro corazón a la luz del Resucitado y dejad que él transforme vuestras incertidumbres en fuerza positiva para vosotros y para los demás. No tengáis miedo a amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente.


            La Virgen María y la Sagrada Familia, que vivieron en esta bendita tierra, iluminen nuestros corazones y os bendigan a vosotros y al amado Egipto que, en los albores del cristianismo, acogió la evangelización de san Marcos y ha dado a lo largo de la historia numerosos mártires y una gran multitud de santos y santas.

 
            Al Massih Kam / Bilhakika kam! – Cristo ha Resucitado. / 
Verdaderamente ha Resucitado.

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1 Dice san Efrén: «Quitad la máscara que cubre al hipócrita y vosotros no veréis más que podredumbre» (Serm.). «Ay de los que habéis perdido la esperanza», afirma el Eclesiástico (2,14 Vulg.).



Carta de FRANCISCO al Enviado Especial en la V ULTREIA mundial de los “Cursillos de Cristiandad” (MCC) (Santuario de la Virgen de Fátima, 4-6 mayo 2017)

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).- El 19 de abril, el Santo Padre FRANCISCO nombró al Emmo. Card. João Braz de Aviz,, Prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica como su enviado especial  en la V ULTREIA Mundial de  los Cursillos de Cristiandad (MCC), que tendrá lugar en el Santuario de la Virgen  de Fátima (Portugal) del 4 al 6 de mayo de 2017.


El Enviado Especial estará acompañado por la misión Pontificia compuesta por:


- Rev.do Don José Lopes Baptista, Director  Espiritual diocesano de MCC en la diócesis de Oporto.


- Rev.do Don José Das Neves Machado, Director Espiritual diocesano de  MCC MCC en la Arquidiócesis de Braga.


Publicamos la carta escrita en latín de Papa FRANCISCO al Emmo. Card. João Braz de Aviz:


Carta del Santo Padre


Venerabili Frati Nostro
IOANNI S.R.E. Cardinali BRAZ DE AVIZ
Praefecto Congregationis pro Institutis vitae consecratae
et Societatibus vitae apostolicae


            Cum magno gaudio Maria Magdalene et altera Maria cucurrerunt nuntiare discipulis Iesum vere a mortuis resurrexisse (cfr Mt 28,1-10). Nos autem, nutu divino in beati Petri successione constituti, solliciti intuemur cunctos nostrae aetatis populos, tum eos qui evangelicam Iesu Christi doctrinam cognoscere et segui iam coeperunt tum illos qui divini Verbi nuntios adhuc exspectant, iisque Domini resurrectionem et in Eo aeternae vitae spem laeto animo testamur.


            Sicut certiores sumus facti, Fatimae apud Sanctuarium BMV Reginae Pacis mox V Ultreia Mundialis Curriculorum Christianitatis agetur. De celebratione huius eventus magnopere laetantes, cum Pastoribus et Christifidelibus ibi adstantibus corde coniungimur atque animum iis addere Nostramque benevolentiam manifestare cupimus.


            Quamobrem libenter accepimus postulatum Venerabilis Fratris Francisci Iosephi Villas-Boas Senra de Faria Coelho, Episcopi titulo Plestiensis et Auxiliaris Bracarensis, necnon Assistentis Spiritualis Instituti Mundialis Curriculorum Christianitatis (compendiatis litteris OMCC), atque Egregii Domini Francisci Salvador, eiusdem Instituti Praesidis, qui humaniter poposcerunt ut Patrem Purpuratum illuc mitteremus ad Personam Nostram gerendam. Nos autem censemus te hanc Legationem congrue esse exsecuturum, qui es fidelis proximus Noster cooperator et ardore plenus in catholicam fidem fovendam. Ideo Nostrum Missum Extraordinarium hisce Litteris te constituimus ad memoratum coetum diebus IV-VI proximi mensis Mali Fatimae sollemniter agendum.


            In hac honorifica explenda missione pro Nobis sacris liturgicis praesidebis actionibus, sermone tuo Nostram ad mentem illustrabis eventus illius momentum, caritatem pariter Nostram testaberis erga cunctos congregatos eosque hortaberis ad hoc magni momenti apostolicum opus diligenter prosequendum.


            Nos vero, Venerabilis Frater Noster, dum legationem tuam Immaculato Cordi Beatissimae Mariae Virginis committimus, Eam precamur ut homines toto in orbe benigna intueatur, Filio suo commendet uberrimaque eos impleat spiritali consolatione.


            Peculiarem demum Benedictionem Apostolicam, caelestis gratiae nuntiam et propensae Nostrae voluntatis testem, intercedente Fatimensi Regina Pacis, nomine Nostro omnibus huius conventus participibus eorumque singulis communitatibus et Nationibus amanter largiaris volumus.


            Ex Aedibus Vaticanis, die XXIV mensis Aprilis, anno MMXVII, Pontificatus Nostri quinto.


FRANCISCUS

Cardenal Josip Bozanić, Enviado Papal a Croacia

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).- En otros Actos Pontificios hoy el Papa FRANCISCO ha nombrado al Emmo. Cardenal Josip Bozanić, Arzobispo de Zagreb, Su Enviado Especial en la celebración del 650° aniversario  de la llegada al santuario de Trsat (Arquidiócesis de Rijeka, Croacia) de la imagen de la Bienaventurada Virgen María, regalo del Papa Urbano V a los peregrinos croatas en Loreto en 1367, en programa el 1° de julio de 2017.

Conferencia de Prensa sobre el tema: Towards a Participatory Society: new roads to social and cultural integration

CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).- El martes, 2 de mayo, a las 11.15 horas, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en Via della Conciliazione 54, habrá una conferencia de prensa tras la conclusión de la Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de  Ciencias Sociales (Casina Pío IV, 28 de abril- 2 de mayo 2017) sobre el tema: Towards a Participatory Society: new roads to social and cultural integration.


Intervendrán


S.E. Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales.


Prof.Margaret S. Archer, Presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales.


Prof. Pierpaolo Donati, Universidad de Bolonia (Italia);


Prof. Paulus Zulu, Universidad de Natal (Sudáfrica).

Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 abril 2017) – Firma de la declaración común

El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).-  Al final  de la visita de cortesía a Su Santidad Papa Tawadros II, en el Patriarcado Copto-Ortodoxo del Cairo, el Santo Padre FRANCISCO y S.S. Tawadros II han firmado la declaración común, cuyo texto reproducimos a continuación:


DECLARACIÓN COMÚN
SU SANTIDAD FRANCISCO
Y SU SANTIDAD TAWADROS II



1. Nosotros, Francisco, Obispo de Roma y Papa de la Iglesia Católica, y Tawadros II, Papa de Alejandría y Patriarca de la Sede de San Marcos, damos gracias a Dios en el Espíritu Santo porque nos ha concedido la gozosa oportunidad de encontrarnos una vez más para intercambiar nuestro abrazo fraternal y unirnos de nuevo en una misma oración. Damos gloria al Todopoderoso por los vínculos de fraternidad y amistad que unen la Sede de San Pedro y la Sede de San Marcos. El privilegio de estar juntos aquí en Egipto es una señal de que nuestra relación es cada año más sólida, y de que seguimos creciendo en cercanía, fe y amor en Cristo nuestro Señor. Damos gracias a Dios por este amado Egipto, «patria que vive dentro de nosotros», como solía decir Su Santidad el Papa Shenouda III, «el pueblo bendecido por Dios» (cf. Is 19,25), con su antigua civilización faraónica, su herencia griega y romana, su tradición copta y su presencia islámica. Egipto es el lugar donde la Sagrada Familia encontró refugio, tierra de mártires y santos.


2. Nuestro profundo vínculo de amistad y fraternidad tiene su origen en la plena comunión que existía entre nuestras Iglesias en los primeros siglos y que se fue expresando de muchas maneras a través de los primeros Concilios Ecuménicos, remontándose al Concilio de Nicea en el año 325 y a la contribución del valeroso Padre de la Iglesia san Atanasio, que se ganó el título de «Defensor de la Fe». Nuestra comunión se manifestaba a través de la oración y de prácticas litúrgicas similares, de la veneración de los mismos mártires y santos, y a través del crecimiento y difusión del monaquismo, siguiendo el ejemplo del gran san Antonio, conocido como el Padre de todos los monjes.


Esta experiencia común de comunión antes de la separación reviste un significado especial para nuestros esfuerzos actuales, encaminados a restaurar la plena comunión. La mayor parte de las relaciones que existieron en los primeros siglos entre la Iglesia Católica y la Iglesia Copta Ortodoxa han continuado hasta nuestros días, a pesar de las divisiones, y han sido recientemente revitalizadas. Suponen un desafío para que intensifiquemos nuestros esfuerzos comunes y perseveremos en la búsqueda de la unidad visible en la diversidad, bajo la guía del Espíritu Santo.


3. Recordamos con gratitud el histórico encuentro que tuvo lugar hace cuarenta y cuatro años entre nuestros predecesores, el Papa Pablo VI y el Papa Shenouda III, en un abrazo de paz y fraternidad, después de muchos siglos, cuando nuestros mutuos vínculos de amor no fueron capaces de expresarse a causa de la distancia que había surgido entre nosotros. La Declaración Común que firmaron el 10 de mayo de 1973 representó un hito en el camino del ecumenismo y sirvió como punto de partida para la Comisión para el Diálogo Teológico entre nuestras Iglesias, que ha dado muchos frutos y ha abierto el camino para un diálogo más amplio entre la Iglesia Católica y la entera familia de las Iglesias Ortodoxas Orientales. En esa Declaración, nuestras Iglesias reconocieron que, de acuerdo con la tradición apostólica, profesan «una misma fe en un solo Dios Uno y Trino» y «la divinidad del Unigénito Hijo Encarnado de Dios... Dios perfecto con respecto a su divinidad, y perfecto hombre con respecto a su humanidad». También se reconoció que «la vida divina nos es dada y alimentada a través de los siete sacramentos» y que «veneramos a la Virgen María, Madre de la Luz Verdadera», la «Theotokos».


4. Con profunda gratitud recordamos nuestro encuentro fraterno en Roma, el 10 de mayo de 2013, y el establecimiento del 10 de mayo como el día en el que cada año profundizamos la amistad y la fraternidad entre nuestras Iglesias. Este renovado espíritu de cercanía nos ha permitido discernir una vez más que el vínculo que nos mantiene unidos lo recibimos de nuestro único Señor el día de nuestro Bautismo. Porque es a través del Bautismo que nos convertimos en miembros del único Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cf.1Co 12,13). Esta herencia común es la base de nuestra peregrinación hacia la plena comunión, a medida que crecemos en el amor y la reconciliación.


5. Somos conscientes de que en esta peregrinación aún nos queda mucho camino por recorrer, sin embargo, no podemos ignorar lo mucho que ya hemos avanzado. Recordamos, en particular, el encuentro entre el Papa Shenouda III y san Juan Pablo II que, durante el Gran Jubileo del año 2000, vino a Egipto como peregrino. Estamos decididos a seguir sus pasos, movidos por el amor a Cristo, Buen Pastor, con la profunda convicción de que caminando juntos crecemos en la unidad. Que sepamos encontrar nuestra fuerza en Dios, fuente perfecta de comunión y amor.


6. Este amor encuentra su expresión más profunda en la oración común. Cuando los cristianos oran juntos, se dan cuenta de que lo que los une es mucho más de lo que los divide. Nuestro anhelo de unidad se inspira en la oración de Cristo «que todos sean uno» (Jn 17,21). Profundicemos nuestras raíces comunes en la única fe apostólica, rezando juntos y buscando traducciones comunes de la Oración del Señor y también una fecha común para la celebración de la Pascua.


7. Mientras caminamos hacia el día bendito en que finalmente podamos reunirnos en torno a la misma mesa Eucarística, podemos cooperar en muchas áreas y demostrar de manera tangible lo mucho que ya nos une. Podemos dar juntos un testimonio de los valores fundamentales como la santidad y la dignidad de la vida humana, la santidad del matrimonio y de la familia, y el respeto por toda la creación, que Dios nos ha confiado. Frente a muchos desafíos actuales como la secularización y la globalización de la indiferencia, estamos llamados a ofrecer una respuesta común cimentada en los valores del Evangelio y en los tesoros de nuestras respectivas tradiciones. A este respecto, nos sentimos animados a profundizar en el estudio de los Padres Orientales y Latinos, y a promover un fecundo intercambio en la vida pastoral, principalmente en la catequesis y en el mutuo enriquecimiento espiritual entre comunidades monásticas y religiosas.


8. Nuestro testimonio cristiano compartido es una señal, llena de gracia, de reconciliación y esperanza para la sociedad egipcia y sus instituciones, una semilla plantada para que produzca frutos de justicia y de paz. Puesto que creemos que todos los seres humanos son creados a imagen de Dios, nos afanamos para que la tranquilidad y la concordia sean una realidad de la coexistencia pacífica entre cristianos y musulmanes, dando así testimonio de lo mucho que Dios desea la unidad y armonía de toda la familia humana y la igual dignidad de todo ser humano. Compartimos también la misma preocupación por el bienestar y el futuro de Egipto. Todos los miembros de la sociedad tienen el derecho y el deber de participar plenamente en la vida de la nación, pudiendo disfrutar de una ciudadanía plena y equitativa, y colaborar en la construcción de su país. La libertad religiosa, incluida la libertad de conciencia, arraigada en la dignidad de la persona, es la piedra angular de todas las demás libertades. Es un derecho sagrado e inalienable.


9. Intensifiquemos nuestra incesante oración por todos los cristianos de Egipto y de todo el mundo y, especialmente, por los de Oriente Medio. Las trágicas experiencias y la sangre derramada por nuestros fieles, que han sido perseguidos y asesinados por la única razón de ser cristianos, nos recuerdan aún más que el ecumenismo del martirio es el que nos une y nos anima en el camino hacia la paz y la reconciliación. Porque como escribe san Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1Co 12, 26).


10. El misterio de Jesús, que murió y resucitó por amor, está en el corazón de nuestro camino hacia la plena unidad. Una vez más, los mártires son quienes nos guían. En la Iglesia primitiva, la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos. Así también en nuestros días, la sangre de tantos mártires será semilla de unidad entre todos los discípulos de Cristo, signo e instrumento de comunión y paz para el mundo.


11. En obediencia a la acción del Espíritu Santo que santifica a la Iglesia, la custodia a lo largo de los siglos y la conduce hacia la unidad plena, aquella unidad por la que oró Jesucristo:


Hoy, nosotros, Papa Francisco y Papa Tawadros II, para complacer al corazón del Señor Jesús, así como también al de nuestros hijos e hijas en la fe, declaramos mutuamente que, con una misma mente y un mismo corazón, procuraremos sinceramente no repetir el bautismo a ninguna persona que haya sido bautizada en algunas de nuestras Iglesias y quiera unirse a la otra. Esto lo confesamos en obediencia a las Sagradas Escrituras y a la fe de los tres Concilios Ecuménicos reunidos en Nicea, Constantinopla y Éfeso.


Pedimos a Dios nuestro Padre que nos guíe, con los tiempos y los medios que el Espíritu Santo elija, a la plena unidad en el Cuerpo místico de Cristo.


12. Sigamos pues las enseñanzas y el ejemplo del apóstol Pablo, que escribe: «[Esforzaos] en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos» (Ef 4, 3-6).


El Cairo, 28 de abril de 2017



Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 abril 2017) – Visita de cortesia a Su Santidad el Papa Tawadros II

El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).-  Ayer viernes a las 18:20 horas, el Papa FRANCISCO efectuó una visita de cortesía a Su Santidad el Papa Tawadros II.


A su llegada al Patriarcado Ortodoxo Copto de El Cairo, el Santo Padre fue recibido por Su Santidad el Papa Tawadros II. Después de la presentación de las respectivas delegaciones, el Papa Tawadros II acompañó al Santo Padre Francisco a su despacho, donde tuvo lugar su encuentro privado.


Luego se trasladaron a la sala contigua donde estaban reunidas las delegaciones.


A continuación Su Santidad el Papa Tawadros II pronunció un discurso que fue seguido por el  del Santo Padre  Francisco. Acto seguido ambos firmaron una Declaración común y después de la firma se procedió al intercambio de dones y a la entrega de un regalo a las delegaciones.


El Santo Padre FRANCISCO y Su Santidad el Papa Tawadros II fueron  a pie, en procesión, a la cercana iglesia de San Pedro "Al-Boutrosiyya" donde tuvo lugar una oración ecuménica en  presencia de líderes de otras denominaciones cristianas.


En la Iglesia, después de las lecturas y las oraciones del Papa FRANCISCO y del Papa Tawadros II, se intercambió el signo de la paz y se rezó el "Padre Nuestro". Posteriormente se colocó una corona de flores y se encendió un cirio.


Saliendo  de la iglesia,  en el atrio, FRANCISCO rindió homenaje al lugar que recuerda a las víctimas del atentado del 11 de diciembre de 2016 que causó numerosos muertos y heridos entre los fieles allí reunidos.


El Santo Padre se trasladó en coche a la Nunciatura Apostólica. A su llegada fue recibido por un grupo de niños de la Escuela Comboniana en El Cairo. Después de la cena en privado, bendijo a un grupo de unos 300 jóvenes peregrinos del norte y sur del país, que se habían reunido en el patio de entrada de la Nunciatura Apostólica.


Publicamos  a continuación el  discurso del Santo Padre FRANCISCO, la  invocación espontánea pronunciada en el encuentro ecuménico de oración en el Patriarcado y las palabras dirigidas a los jóvenes egipcios fuera de la Nunciatura Apostólica.


Discurso del Santo Padre


¡El Señor ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! [Al Massih kam, bilhakika kam!]

Santidad,
querido Hermano:

Hace poco que ha concluido la gran Solemnidad de la Pascua, centro de la vida cristiana, que este año hemos tenido la gracia de celebrar en el mismo día. Así hemos proclamado al unísono el anuncio de la Resurrección, viviendo de nuevo, en un cierto sentido, la experiencia de los primeros discípulos, que en ese día «se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,20). Esta alegría pascual se ha incrementado hoy por el don que se nos ha concedido de adorar juntos al Resucitado en la oración y de darnos nuevamente, en su nombre, el beso santo y el abrazo de paz. Esto me llena de alegría: llegando aquí como peregrino, estaba seguro de recibir la bendición de un Hermano que me esperaba. Era grande el deseo de encontrarnos otra vez: mantengo muy vivo el recuerdo de la visita que Vuestra Santidad realizó a Roma, poco después de mi elección, el 10 de mayo de 2013, una fecha que se ha convertido felizmente en la oportunidad para celebrar cada año la Jornada de Amistad copto-católica.

Con la alegría de continuar fraternalmente nuestro camino ecuménico, deseo recordar ante todo ese momento crucial que supuso en las relaciones entre la sede de Pedro y la de Marcos la Declaración Común, firmada por nuestros Predecesores hace más de cuarenta años, el 10 de mayo de 1973. En ese día, después de «siglos de una historia complicada», en los que «se han manifestado diferencias teológicas, fomentadas y acentuadas por factores de carácter no teológico» y por una creciente desconfianza en las relaciones, con la ayuda de Dios hemos llegado a reconocer juntos que Cristo es «Dios perfecto en su Divinidad y hombre perfecto en su humanidad» (Declaración Común firmada por el Santo Padre Pablo VI y por Su Santidad Amba Shenouda III, 10 mayo 1973). Pero no menos importantes y actuales son las palabras que la precedían inmediatamente, con las que hemos reconocido a «Nuestro Señor y Dios y Salvador y Rey de todos nosotros, Jesucristo». Con estas expresiones la sede de Marcos y la de Pedro han proclamado la señoría de Jesús: juntos hemos confesado que pertenecemos a Jesús y que él es nuestro todo.

Aún más, hemos comprendido que, siendo suyos, no podemos seguir pensando en ir adelante cada uno por su camino, porque traicionaríamos su voluntad: que los suyos sean «todos […] uno […] para que el mundo crea» (Jn 17,21). Delante del Señor, que quiere que seamos «perfectos en la unidad» (v. 23) no es posible escondernos más detrás de los pretextos de divergencias interpretativas ni tampoco detrás de siglos de historia y de tradiciones que nos han convertido en extraños. Como dijo aquí Su Santidad Juan Pablo II: «A este respecto no hay tiempo que perder. Nuestra comunión en el único Señor Jesucristo, en el único Espíritu Santo y en el único bautismo, ya representa una realidad profunda y fundamental» (Discurso durante el encuentro ecuménico, 25 febrero 2000). En este sentido, no sólo existe un ecumenismo realizado con gestos, palabras y esfuerzo, sino también una comunión ya efectiva, que crece cada día en la relación viva con el Señor Jesús, se fundamenta en la fe profesada y se basa realmente en nuestro Bautismo, en el ser «criaturas nuevas» en él (cf. 2 Co 5,17): en definitiva, «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4,5). De aquí tenemos que comenzar siempre, para apresurar el día tan esperado en el que estaremos en comunión plena y visible junto al altar del Señor.

En este camino apasionante, que —como la vida— no es siempre fácil ni lineal, pero que el Señor nos exhorta a seguir recorriendo, no estamos solos. Nos acompaña una multitud de Santos y Mártires que, ya plenamente unidos, nos animan a que seamos aquí en la tierra una imagen viviente de la «Jerusalén celeste» (Ga 4,26). Entre ellos, seguro que los que hoy se alegran de manera especial de nuestro encuentro son los santos Pedro y Marcos. Es grande el vínculo que los une. Basta pensar en el hecho de que san Marcos puso en el centro de su Evangelio la profesión de fe de Pedro: «Tu eres el Cristo». Fue la respuesta a la pregunta, siempre actual, de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» (Mc 8,29). También hoy hay mucha gente que no sabe dar una respuesta a esta pregunta; faltan incluso personas que la propongan y sobre todo quien ofrezca como respuesta la alegría de conocer a Jesús, la misma alegría con la que tenemos la gracia de confesarlo juntos.

Estamos llamados a testimoniarlo juntos, a llevar al mundo nuestra fe, sobre todo, como es proprio de la fe: viviéndola, porque la presencia de Jesús se transmite con la vida y habla el lenguaje del amor gratuito y concreto. Coptos ortodoxos y Católicos podemos hablar cada vez más esta lengua común de la caridad: antes de comenzar un proyecto para hacer el bien, sería hermoso preguntarnos si podemos hacerlo con nuestros hermanos y hermanas que comparten la fe en Jesús. Así, edificando la comunión con el testimonio vivido en lo concreto de la vida cotidiana, el Espíritu no dejará de abrir caminos providenciales e inimaginables de unidad.

Con este espíritu apostólico constructivo, Vuestra Santidad sigue brindando una atención genuina y fraterna a la Iglesia copta católica: una cercanía que agradezco tanto y que se ha concretado en la creación del Consejo Nacional de las Iglesias Cristianas, para que los creyentes en Jesús puedan actuar siempre más unidos, en beneficio de toda la sociedad egipcia. Además, he apreciado mucho la generosa hospitalidad con la que acogió el XIII Encuentro de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas Orientales, que tuvo lugar aquí el año pasado siguiendo vuestra invitación. Es un bonito signo que el encuentro siguiente se haya celebrado en Roma, como queriendo señalar una continuidad particular entre la sede de Marcos y la de Pedro.

En la Sagrada Escritura, Pedro corresponde en cierto modo al afecto de Marcos llamándolo «mi hijo» (1 P 5,13). Pero los vínculos fraternos del Evangelista y su actividad apostólica se extienden también a san Pablo el cual, antes de morir mártir en Roma, habla de lo útil que es Marcos para el ministerio (cf. 2 Tm 4,11) y lo menciona varias veces (cf. Flm 24; Col 4, 10). Caridad fraterna y comunión de misión: estos son los mensajes que la Palabra divina y nuestros orígenes nos transmiten. Son las semillas evangélicas que con alegría seguimos cultivando y juntos, con la ayuda de Dios, procuramos que crezcan (cf. 1 Co 3,6-7).

Nuestro camino ecuménico crece de manera misteriosa y sin duda actual, gracias a un verdadero y propio ecumenismo de la sangre. San Juan escribe que Jesús vino «con agua y sangre» (1 Jn 5,6); quien cree en él, «vence al mundo» (1 Jn 5,5). Con agua y sangre: viviendo una vida nueva en nuestro mismo Bautismo, una vida de amor, siempre y por todos, también a costa de derramar la sangre. Cuántos mártires en esta tierra, desde los primeros siglos del Cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el final, prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal con el mal. Así lo testimonia el venerable Martirologio de la Iglesia Copta. Aun recientemente, por desgracia, la sangre inocente de fieles indefensos ha sido derramada cruelmente: su sangre inocente nos une. Querido Hermano, igual que la Jerusalén celeste es una, así también nuestro martirologio es uno, y vuestros sufrimientos son también nuestros sufrimientos. Fortalecidos por vuestro testimonio, esforcémonos en oponernos a la violencia predicando y sembrando el bien, haciendo crecer la concordia y manteniendo la unidad, rezando para que los muchos sacrificios abran el camino a un futuro de comunión plena entre nosotros y de paz para todos.

La maravillosa historia de santidad de esta tierra no se debe sólo al sacrificio de los mártires. Apenas terminadas las antiguas persecuciones, surgió una nueva forma de vida que, ofrecida al Señor, nada retenía para sí: en el desierto inició el monaquismo. Así, a los grandes signos que Dios obró en el pasado en Egipto y en el Mar Rojo (cf. Sal 106,21-22), siguió el prodigio de una vida nueva, que hizo florecer de santidad el desierto. Con veneración por este patrimonio común, he venido como peregrino a esta tierra, donde el Señor mismo ama venir: aquí, glorioso, bajó al monte Sinaí (cf. Ex 24,16); aquí, humilde, encontró refugio cuando era niño (cf. Mt 2,14).

Santidad, querido Hermano: que el mismo Señor nos conceda hoy seguir caminando juntos, como peregrinos de comunión y anunciadores de paz. Que en este camino nos lleve de la mano Aquella que acompañó aquí a Jesús y que la gran tradición teológica egipcia ha aclamado desde la antigüedad como Theotokos, Madre de Dios. En este título se unen admirablemente la humanidad y la divinidad, porque, en la Madre, Dios se hizo hombre para siempre. Que la Virgen Santa, que siempre nos conduce a Jesús, sinfonía perfecta de lo divino con lo humano, siga trayendo un poco de Cielo a nuestra tierra.


Invocación espontánea del Papa FRANCISCO


Señor Jesús, te pido que nos bendigas. Que bendigas a mi hermano el Papa Tawadros II. Que bendigas a todos mis hermanos Obispos que estamos aquí. Que bendigas a todos mis hermanos cristianos, y que nos lleves por el camino de la caridad y del trabajar juntos hacia la mesa de la Eucaristía. Amén.


Saludo del Santo Padre a los jóvenes egipcios fuera de la Nunciatura Apostólica



¡Buenas tardes a todos! ¡Estoy muy contento de encontraros aquí! Sé que habéis venido en peregrinación: ¿es verdad? ¡Si es verdad, es que sois unos valientes!

Mañana tendremos la Misa en el estadio, todos juntos, ¡y rezaremos juntos y cantaremos juntos y haremos fiesta juntos!

Antes de retirarme, quisiera rezar con vosotros. Recemos juntos el Padre Nuestro.


[Rezo del Padre Nuestro en árabe]


Y ahora me gustaría daros la bendición, pero antes que cada uno de vosotros piense en las personas a las que más ama; que piense en las personas a las que no quiere y, en silencio, que cada uno de vosotros rece por estas personas: por las que quiere y por las que no quiere. Y os doy la bendición, a vosotros y a estas personas.


[Bendición]


¡Viva Egipto!




Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 abril 2017) – Encuentro con las autoridades en el hotel Al-Másah de El Cairo

El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).-  Ayer viernes las 17.15 horas, el Santo Padre FRANCISCO llegó al hotel Al-Màsah de El Cairo para encontrarse con las autoridades.  Prevista la presencia de unos 800 representantes de las instituciones, del cuerpo diplomático y de la sociedad civil de Egipto.


Tras el discurso del Presidente, el Papa ha pronunciado el discurso que publicamos a continuación:


Discurso del Santo Padre


Señor Presidente,
Gran Imán di Al-Azhar,
Distinguidos Miembros del Gobierno y del Parlamento,
Ilustres Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático,
Señoras y señores:


Al Salamò Alaikum!


Le agradezco, Señor Presidente, sus cordiales palabras de bienvenida y la invitación que gentilmente me hizo para visitar su querido País. Conservo vivo el recuerdo de su visita a Roma, en noviembre de 2014, y también del encuentro fraterno con Su Santidad Papa Tawadros II, en 2013, así como la del año pasado con el Gran Imán de la Universidad Al-Azhar, Dr. Ahmad Al-Tayyib.


Me es grato encontrarme en Egipto, tierra de antiquísima y noble civilización, cuyas huellas podemos admirar todavía hoy y que, en su majestuosidad, parecen querer desafiar al tiempo. Esta tierra representa mucho para la historia de la humanidad y para la Tradición de la Iglesia, no sólo por su prestigioso pasado histórico —de los faraones, copto y musulmán—, sino también porque muchos Patriarcas vivieron en Egipto o lo recorrieron. En efecto, la Sagrada Escritura lo menciona así muchas veces. En esta tierra, Dios se hizo sentir, «reveló su nombre a Moisés»,[1] y sobre el monte Sinaí dio a su pueblo y a la humanidad los Mandamientos divinos. En tierra egipcia, encontró refugio y hospitalidad la Sagrada Familia: Jesús, María y José.


La hospitalidad, ofrecida con generosidad hace más de dos mil años, permanece en la memoria colectiva de la humanidad y es fuente de abundantes bendiciones que aún se siguen derramando. Egipto es una tierra que, en cierto modo, percibimos como nuestra. Como decís: «Misr um al dugna /Egipto es la madre del universo». También hoy encuentran aquí acogida millones de refugiados que proceden de diferentes países, como Sudán, Eritrea, Siria e Irak, refugiados a los que se busca integrar con encomiable tesón en la sociedad egipcia.


Egipto, a causa de su historia y de su concreta posición geográfica, ocupa un rol insustituible en Oriente Medio y en el contexto de los países que buscan soluciones a esos problemas difíciles y complejos, que han de ser afrontados ahora para evitar que deriven en una violencia aún más grave. Me refiero a la violencia ciega e inhumana causada por diferentes factores: el deseo obtuso de poder, el comercio de armas, los graves problemas sociales y el extremismo religioso que utiliza el Santo Nombre de Dios para cometer inauditas masacres e injusticias.


Este destino y esta tarea de Egipto constituyen también el motivo que ha animado al pueblo a pedir un Egipto donde no falte a nadie el pan, la libertad y la justicia social. Ciertamente este objetivo se hará una realidad si todos juntos tienen la voluntad de transformar las palabras en acciones, las valiosas aspiraciones en compromiso, las leyes escritas en leyes aplicadas, valorizando la genialidad innata de este pueblo.


Egipto tiene una tarea particular: reforzar y consolidar también la paz regional, a pesar de que haya sido herido en su propio suelo por una violencia ciega. Dicha violencia hace sufrir injustamente a muchas familias —algunas de ellas aquí presentes— que lloran por sus hijos e hijas.


Pienso de modo particular en todas las personas que, en los últimos años, han entregado la vida para proteger su patria: los jóvenes, los miembros de las fuerzas armadas y de la policía, los ciudadanos coptos y todos los desconocidos, caídos a causa de las distintas acciones terroristas. Pienso también en las matanzas y en las amenazas que han provocado un éxodo de cristianos desde el Sinaí septentrional. Manifiesto mi gratitud a las Autoridades civiles y religiosas, y a todos los que han acogido y asistido a estas personas que tanto sufren. Pienso además en los que han sido golpeados por los atentados en las iglesias Coptas, tanto en diciembre pasado como más recientemente en Tanta y en Alejandría. A sus familias y a todo Egipto dirijo mi sentido pésame y mi oración al Señor para que los heridos se restablezcan con rapidez.


Señor Presidente, ilustres señoras y señores:


No puedo dejar de reconocer la importancia de los esfuerzos realizados para llevar a cabo numerosos proyectos nacionales, como también por las muchas iniciativas realizadas en favor de la paz en el País y fuera del mismo, con vistas a ese ansiado desarrollo, en paz y prosperidad, que el pueblo anhela y merece.


El desarrollo, la prosperidad y la paz son bienes irrenunciables por los que vale la pena cualquier sacrificio. Son también metas que requieren trabajo serio, compromiso seguro, metodología adecuada y, sobre todo, respeto incondicionado a los derechos inalienables del hombre, como la igualdad entre todos los ciudadanos, la libertad religiosa y de expresión, sin distinción alguna.[2] Objetivos que exigen prestar una atención especial al rol de la mujer, de los jóvenes, de los más pobres y de los enfermos. En realidad, el verdadero desarrollo se mide por la solicitud hacia el hombre —corazón de todo desarrollo—, a su educación, a su salud y a su dignidad; de hecho, la grandeza de cualquier nación se revela en el cuidado con que atiende a los más débiles de la sociedad: las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, los discapacitados, las minorías, para que nadie, ni ningún grupo social, quede excluido o marginado.


Ante un escenario mundial delicado y complejo, que hace pensar a lo que he llamado una «guerra mundial por partes», cabe afirmar que no se puede construir la civilización sin rechazar toda clase de ideología del mal, de la violencia, así como cualquier interpretación extremista que pretenda anular al otro y eliminar las diferencias manipulando y profanando el Santo Nombre de Dios. Usted, Señor Presidente, que ha hablado de esto con claridad muchas veces y en distintas ocasiones, merece ser escuchado y valorado.


Todos tenemos el deber de enseñar a las nuevas generaciones que Dios, el Creador del cielo y de la tierra, no necesita ser protegido por los hombres, sino que es él quien protege a los hombres; él no quiere nunca la muerte de sus hijos, sino que vivan y sean felices; él no puede ni pide ni justifica la violencia, sino que la rechaza y la desaprueba.[3] El verdadero Dios llama al amor sin condiciones, al perdón gratuito, a la misericordia, al respeto absoluto a cada vida, a la fraternidad entre sus hijos, creyentes y no creyentes.


Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad. Señor Presidente, hace algunos minutos, usted me ha dicho que Dios es el Dios de la libertad, y esto es verdad. Tenemos el deber de desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas, afirmando la incompatibilidad entre la verdadera fe y la violencia, entre Dios y los actos de muerte.


En cambio, la historia honra a los constructores de paz, que luchan con valentía y sin violencia por un mundo mejor: «Dichosos los constructores de paz porque se llamarán hijos de Dios» (Mt 5,9).


Egipto, que en tiempos de José salvó a otros pueblos del hambre (cf. Gn 41,57), está llamado también hoy a salvar a esta querida región del hambre de amor y de fraternidad; está llamado a condenar y a derrotar todo tipo de violencia y de terrorismo; está llamado a sembrar la semilla de la paz en todos los corazones hambrientos de convivencia pacífica, de trabajo digno, de educación humana. Egipto, que al mismo tiempo construye la paz y combate el terrorismo, está llamado a testimoniar que «AL DIN LILLAH WA AL WATàN LILGIAMIA’/ La fe es para Dios, la Patria es para todos», como dice el lema de la Revolución del 23 de julio de 1952, demostrando que se puede creer y vivir en armonía con los demás, compartiendo con ellos los valores humanos fundamentales y respetando la libertad y la fe de todos.[4] El rol especial de Egipto es necesario para afirmar que esta región, cuna de tres grandes religiones, puede —es más— debe salir de la larga noche de tribulaciones para volver a irradiar los supremos valores de la justicia y de la fraternidad, que son el fundamento sólido y la vía obligatoria para la paz.[5] De las naciones que son grandes es justo esperar mucho.


Este año se celebra el 70 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República Árabe de Egipto, que es uno de los primeros países árabes que estableció dichas relaciones diplomáticas. Estas siempre se han caracterizado por la amistad, estima y colaboración recíproca. Deseo que esta visita ayude a consolidarlas y reforzarlas.


La paz es un don de Dios pero es también trabajo del hombre. Es un bien que hay que construir y proteger, respetando el principio que afirma: la fuerza de la ley y no la ley de la fuerza.[6] Paz para este amado País. Paz para toda esta región, de manera particular para Palestina e Israel, para Siria, Libia, Yemen, Irak, Sudán del Sur; paz para todos los hombres de buena voluntad.


Señor Presidente, señoras y señores:


Deseo hacer llegar un afectuoso saludo y un paternal abrazo a todos los ciudadanos egipcios, que están presentes simbólicamente aquí, en este lugar. Saludo además a los hijos y a los hermanos cristianos que viven en este País: a los coptos ortodoxos, los griegos bizantinos, los armenios ortodoxos, los protestantes y los católicos. San Marcos, el evangelizador de esta tierra, os proteja y os ayude a construir y a alcanzar la unidad, tan anhelada por Nuestro Señor (cf. Jn 17,20-23). Vuestra presencia en esta Patria no es ni nueva ni casual, sino secular y unida a la historia de Egipto. Sois parte integral de este País y habéis desarrollado a lo largo de los siglos una especie de relación única, una particular simbiosis, que puede considerarse como un ejemplo para las demás naciones. Habéis demostrado, y lo seguís haciendo, que se puede vivir juntos, en el respeto recíproco y en la confrontación leal, descubriendo en la diferencia una fuente de riqueza y jamás una razón para el enfrentamiento.[7]


Gracias por la cálida bienvenida. Pido a Dios Todopoderoso y Uno para que derrame Su Bendición divina sobre todos los ciudadanos egipcios. Que conceda a Egipto la paz y la prosperidad, el progreso y la justicia, y que bendiga a todos sus hijos.


«Bendito mi pueblo, Egipto», dice el Señor en el libro de Isaías (19,25).
Shukran wa tahìah misr! / Gracias y que viva Egipto.

_________________


1 Juan Pablo II, Discurso en la ceremonia de bienvenida (24 febrero 2000).

2 Cf. Declaración universal de los derechos del hombre. Constitución Egipcia 2014, cap. III.

3 «El Señor [...] odia al que ama la violencia» (Sal 11,5).

4 Cf. Constitución Egipcia 2014, art. 5.

5 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 4.

6 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017, 1.

7 Cf. Benedicto XVI, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in ‎Medio Oriente, 24 y 25‎.


Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 de d abril de 2017) - Visita de cortesía al Gran Imán de Al-Azhar y Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional para la Paz en el Conference Center de Al-Azhar

El Cairo, EGIPTO (http://press.vatican.va - 29 de abril de 2017).- Las actividades del Papa FRANCISCO la tarde de ayer viernes continuaron con:

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Imagen: Sputnik Mundo

Visita de cortesía al Gran Imán de Al-Azhar


A las 15:40 del viernes por la tarde, el Santo Padre FRANCIXCO efectuó una visita de cortesía al Gran Imán de Al-Azhar, la más alta institución teológica y de educación religiosa del Islam sunita en el mundo y la más antigua universidad islámica.


A su llegada el Papa fue recibido en la entrada por el Vicario del Gran Imán que lo acompañó al despacho, donde tuvo lugar la reunión privada con el Gran Imam Shaykh Ahmad al-Tayeb.


Al final tuvo lugar el intercambio de dones. Después, el Papa se trasladó en automóvil al Al-Azhar Conference Center para pronunciar un discurso  ante los participantes en la Conferencia Internacional para la Paz.

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Imagen: ACI Prensa


Discurso del Santo Padre a los participantes en la Conferencia Internacional para la Paz en el Conference Center de Al-Azhar


A las 16.15 de ayer viernes, el Santo Padre FRANCISCO ha ido al  Conference Center di Al-Azhar para pronunciar un discurso ante los participantes en la Conferencia Internacional para la Paz.


A su llegada el FRANCISCO ha sido recibido por el Gran Imam. Estaban presentes líderes religiosos de Egipto y de otros países, una amplia representación de los profesores y estudiantes del ateneo islámico y un grupo de niños procedentes de 60 naciones.


Después del discurso del Gran Imán, el Santo Padre dirigió a los presentes el discurso que publicamos a continuación:


Discurso del Santo Padre


Al Salamò Alaikum!  


Es para mí un gran regalo estar aquí, en este lugar, y comenzar mi visita a Egipto encontrándome con vosotros en el ámbito de esta Conferencia Internacional para la Paz. Agradezco  a mi hermano, el Gran Imán, por haberla proyectado y organizado, y por su amabilidad al invitarme. Quisiera compartir algunas reflexiones, tomándolas de la gloriosa historia de esta tierra, que a lo largo de los siglos se ha manifestado al mundo como tierra de civilización y tierra de alianzas.


Tierra de civilización. Desde la antigüedad, la civilización que surgió en las orillas del Nilo ha sido sinónimo de cultura. En Egipto ha brillado la luz del conocimiento, que ha hecho germinar un patrimonio cultural de valor inestimable, hecho de sabiduría e ingenio, de adquisiciones matemáticas y astronómicas, de admirables figuras arquitectónicas y artísticas. La búsqueda del conocimiento y la importancia de la educación han sido iniciativas que los antiguos habitantes de esta tierra han llevado a cabo produciendo un gran progreso. Se trata de iniciativas necesarias también para el futuro, iniciativas de paz y por la paz, porque no habrá paz sin una adecuada educación de las jóvenes generaciones. Y no habrá una adecuada educación para los jóvenes de hoy si la formación que se les ofrece no es conforme a la naturaleza del hombre, que es un ser abierto y relacional.


La educación se convierte de hecho en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, adquiriendo una identidad no replegada sobre sí misma. La sabiduría busca al otro, superando la tentación de endurecerse y encerrarse; abierta y en movimiento, humilde y escudriñadora al mismo tiempo, sabe valorizar el pasado y hacerlo dialogar con el presente, sin renunciar a una adecuada hermenéutica. Esta sabiduría favorece un futuro en el que no se busca la prevalencia de la propia parte, sino que se mira al otro como parte integral de sí mismo; no deja, en el presente, de identificar oportunidades de encuentro y de intercambio; del pasado, aprende que del mal sólo viene el mal y de la violencia sólo la violencia, en una espiral que termina aislando. Esta sabiduría, rechazando toda ansia de injusticia, se centra en la dignidad del hombre, valioso a los ojos de Dios, y en una ética que sea digna del hombre, rechazando el miedo al otro y el temor de conocer a través de los medios con los que el Creador lo ha dotado.[1]


Precisamente en el campo del diálogo, especialmente interreligioso, estamos llamados a caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del encuentro entre religiones y culturas. En este sentido, el trabajo del Comité mixto para el Diálogo entre el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el Comité de Al-Azhar para el Diálogo representa un ejemplo concreto y alentador. El diálogo puede ser favorecido si se conjugan bien tres indicaciones fundamentales: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones. El deber de la identidad, porque no se puede entablar un diálogo real sobre la base de la ambigüedad o de sacrificar el bien para complacer al otro. La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. La sinceridad de las intenciones, porque el diálogo, en cuanto expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación.


Educar, para abrirse con respeto y dialogar sinceramente con el otro, reconociendo sus derechos y libertades fundamentales, especialmente la religiosa, es la mejor manera de construir juntos el futuro, de ser constructores de civilización. Porque la única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro; no hay otra. Y con el fin de contrarrestar realmente la barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia, es necesario acompañar y ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien: jóvenes que, como árboles plantados, estén enraizados en el terreno de la historia y, creciendo hacia lo Alto y junto a los demás, transformen cada día el aire contaminado de odio en oxígeno de fraternidad.


En este desafío de civilización tan urgente y emocionante, cristianos y musulmanes, y todos los creyentes, estamos llamados a ofrecer nuestra aportación: «Vivimos bajo el sol de un único Dios misericordioso. [...] Así, en el verdadero sentido podemos llamarnos, los unos a los otros, hermanos y hermanas [...], porque sin Dios la vida del hombre sería como el cielo sin el sol».‎[2] Salga pues el sol de una renovada hermandad en el nombre de Dios; y de esta tierra, acariciada por el sol, despunte el alba de una civilización de la paz y del encuentro. Que san Francisco de Asís, que hace ocho siglos vino a Egipto y se encontró con el Sultán Malik al Kamil, interceda por esta intención.


Tierra de alianzas. Egipto no sólo ha visto amanecer el sol de la sabiduría, sino que su tierra ha sido también iluminada por la luz multicolor de las religiones. Aquí, a lo largo de los siglos, las diferencias de religión han constituido «una forma de enriquecimiento mutuo del servicio a la única comunidad nacional».[3] Creencias religiosas diferentes se han encontrado y culturas diversas se han mezclado sin confundirse, reconociendo la importancia de aliarse para el bien común. Alianzas de este tipo son cada vez más urgentes en la actualidad. Para hablar de ello, me gustaría utilizar como símbolo el «Monte de la Alianza» que se yergue en esta tierra. El Sinaí nos recuerda, en primer lugar, que una verdadera alianza en la tierra no puede prescindir del Cielo, que la humanidad no puede pretender encontrar la paz excluyendo a Dios de su horizonte, ni tampoco puede tratar de subir la montaña para apoderarse de Dios (cf. Ex 19,12).


Se trata de un mensaje muy actual, frente a esa peligrosa paradoja que persiste en nuestros días, según la cual por un lado se tiende a reducir la religión a la esfera privada, sin reconocerla como una dimensión constitutiva del ser humano y de la sociedad y, por el otro, se confunden la esfera religiosa y la política sin distinguirlas adecuadamente. Existe el riesgo de que la religión acabe siendo absorbida por la gestión de los asuntos temporales y se deje seducir por el atractivo de los poderes mundanos que en realidad sólo quieren instrumentalizarla. En un mundo en el que se han globalizado muchos instrumentos técnicos útiles, pero también la indiferencia y la negligencia, y que corre a una velocidad frenética, difícil de sostener, se percibe la nostalgia de las grandes cuestiones sobre el sentido de la vida, que las religiones saben promover y que suscitan la evocación de los propios orígenes: la vocación del hombre, que no ha sido creado para consumirse en la precariedad de los asuntos terrenales sino para encaminarse hacia el Absoluto al que tiende. Por estas razones, sobre todo hoy, la religión no es un problema sino parte de la solución: contra la tentación de acomodarse en una vida sin relieve, donde todo comienza y termina en esta tierra, nos recuerda que es necesario elevar el ánimo hacia lo Alto para aprender a construir la ciudad de los hombres.


En este sentido, volviendo con la mente al Monte Sinaí, quisiera referirme a los mandamientos que se promulgaron allí antes de ser escritos en la piedra.[4] En el corazón de las «diez palabras» resuena, dirigido a los hombres y a los pueblos de todos los tiempos, el mandato «no matarás» (Ex 20,13). Dios, que ama la vida, no deja de amar al hombre y por ello lo insta a contrastar el camino de la violencia como requisito previo fundamental de toda alianza en la tierra. Siempre, pero sobre todo ahora, todas las religiones están llamadas a poner en práctica este imperativo, ya que mientras sentimos la urgente necesidad de lo Absoluto, es indispensable excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad.


Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad, apoyándose en la absolutización de los egoísmos antes que en una verdadera apertura al Absoluto. Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios: su nombre es santo, él es el Dios de la paz, Dios salam.[5] Por tanto, sólo la paz es santa y ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre.


Juntos, desde esta tierra de encuentro entre el cielo y la tierra, de alianzas entre los pueblos y entre los creyentes, repetimos un «no» alto y claro a toda forma de violencia, de venganza y de odio cometidos en nombre de la religión o en nombre de Dios. Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar. Juntos declaramos el carácter sagrado de toda vida humana frente a cualquier forma de violencia física, social, educativa o psicológica. La fe que no nace de un corazón sincero y de un amor auténtico a Dios misericordioso es una forma de pertenencia convencional o social que no libera al hombre, sino que lo aplasta. Digamos juntos: Cuanto más se crece en la fe en Dios, más se crece en el amor al prójimo.


Sin embargo, la religión no sólo está llamada a desenmascarar el mal sino que lleva en sí misma la vocación a promover la paz, probablemente hoy más que nunca.[6] Sin caer en sincretismos conciliadores,[7] nuestra tarea es la de rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz, encontrarnos, dialogar y promover la armonía con un espíritu de cooperación y amistad. Nosotros, como cristianos - y yo soy cristiano-  «no podemos invocar a Dios, Padre de todos los hombres, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios».Hermanos de todos. [8] Más aún, reconocemos que inmersos en una lucha constante contra el mal, que amenaza al mundo para que «no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad», «a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles».[9] Por el contrario, son esenciales: En realidad, no sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse: hoy se necesitan constructores de paz, no de armas, hoy se necesitan constructores de paz,  no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción.


Asistimos perplejos al hecho de que, mientras por un lado nos alejamos de la realidad de los pueblos, en nombre de objetivos que no tienen en cuenta a nadie, por el otro, como reacción, surgen populismos demagógicos que ciertamente no ayudan a consolidar la paz y la estabilidad. Ninguna incitación a la violencia garantizará la paz, y cualquier acción unilateral que no ponga en marcha procesos constructivos y compartidos, en realidad, sólo beneficia a los partidarios del radicalismo y de la violencia.


Para prevenir los conflictos y construir la paz es esencial trabajar para eliminar las situaciones de pobreza y de explotación, donde los extremismos arraigan fácilmente, así como evitar que el flujo de dinero y armas llegue a los que fomentan la violencia. Para ir más a la raíz, es necesario detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse. Sólo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales. A este compromiso urgente y grave están obligados los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información, así como también nosotros responsables de cultura, llamados por Dios, por la historia y por el futuro a poner en marcha —cada uno en su propio campo— procesos de paz, sin sustraerse a la tarea de establecer bases para una alianza entre pueblos y estados. Espero que, con la ayuda de Dios, esta tierra noble y querida de Egipto pueda responder aún a su vocación de civilización y de alianza, contribuyendo a promover procesos de paz para este amado pueblo y para toda la región de Oriente Medio.


Al Salamò Alaikum! /  

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[1] ‎«Por otra parte, una ética de fraternidad y de coexistencia pacífica entre las personas y entre los pueblos no puede basarse sobre la lógica del miedo, de la violencia y de la cerrazón, sino sobre la responsabilidad, el respeto y el diálogo sincero»‎: Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017. La no violencia: un estilo de una política para la paz, 5.

[2]  Juan Pablo II, Discurso a las autoridades musulmanas, Kaduna–Nigeria (14 febrero 1982).

[3] ‎Id., Discurso durante la ceremonia de bienvenida, El Cairo (24 febrero 2000).

[4] «Fueron escritos en el corazón del hombre como ley moral universal, válida en todo tiempo y en todo lugar». Estos ofrecen la «base auténtica para la vida de las personas, de las sociedades y de las naciones. Hoy, como siempre, son el único futuro de la familia humana. Salvan al hombre de la fuerza destructora del egoísmo, del odio y de la mentira. Señalan todos los falsos dioses que lo esclavizan: el amor a sí mismo que excluye a Dios, el afán de poder y placer que altera el orden de la justicia y degrada nuestra dignidad humana y la de nuestro prójimo»: Id., Homilía en la celebración de la Palabra en al Monte Sinaí, Monasterio de Santa Catalina (26 febrero 2000).

[5] Cf. Discurso en la Mezquita Central de Koudoukou, Bangui-República Centroafricana (30 noviembre 2015).

[6] «Probablemente más que nunca en la historia ha sido puesto en evidencia ante todos el vínculo intrínseco que existe entre una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz» (Juan Pablo II, Discurso a los Representantes de las Iglesias y de Comunidades eclesiales cristianas y de las religiones mundiales, Asís (27 octubre 1986).

[7] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 251.

[8] Conc. Ecum. Vat. II, Declaración Nostra aetate, 5.

[9] Id., Const. past. Gaudium et spes, 37-38.

Una reliquia del apóstol Felipe como don al Patriarca de Constantinopla

Esmirna, TURQUÍA (Agencia Fides, 29/04/2017) - El 9 de mayo en la catedral de San Policarpo en Esmirna una delegación de la Orden de los Frailes menores conventuales entregará al Patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé una reliquia del apóstol Felipe de Bethsaida. Según la información de la Agencia Fides, la entrega se llevará a cabo durante una celebración ecuménica en la que participará el Arzobispo católico de Esmirna, Mons. Piretto. La reliquia se encuentra en la Basílica de los Santos XII Apóstoles de Roma. La delegación de los franciscanos estará formada por: fray Agnello Stoia, párroco de la Basílica, fray Silvestro Bejan, del Sagrado Convento de Asís y Delegado general para el ecumenismo y el diálogo interreligioso, y fray Martin Kmetec del Convento de San Antonio en Estambul y Custodio de Oriente. Otro párroco de Roma, el padre Davide Carbonaro, se unirá a la delegación, junto con algunos fieles, entre ellos el prof. Francesco D'Andria, el arqueólog o que descubrió el sitio donde fue crucificado y enterrado el apóstol en Hierápolis (actualmente Pamukkale).

El evento parte del reconocimiento de los apóstoles Felipe y Santiago el Menor, que se realizó el año pasado en la basílica de los Santos XII Apostoles en Roma, donde están custodiados sus cuerpos desde el siglo VI.

El arzobispo católico de Esmirna viajó para venerar las reliquias y entregó al párroco de la basílica una solicitud de parte de la comunidad católica y ortodoxa local; por otra parte, el Patriarca Ecuménico Bartolomé es especialmente dedicado a San Felipe. “Estamos encantados de fortalecer las relaciones de amistad y comunión eclesial entre Roma y Constantinopla en el nombre de San Felipe y de San Francisco de Asís. Nos alegramos en el abrazo de Pablo VI y Atenágoras, del Papa Francisco y del Patriarca Bartolomé” declara, en una nota enviada a la Agencia Fides, fray Agnello Stoia Ofm.Conv.

San Felipe de Betsaida se menciona en los Evangelios como uno de los doce apóstoles de Cristo. Felipe llegó a Hierápolis, en Frigia, y predicó el cristianismo. El procónsul local lo hizo clavar en un árbol boca abajo, como se representa en la iconografía tradicional

Instrucción y empresa social: los proyectos de la iglesia camboyana

Belmont, CAMBOYA (Agencia Fides, 29/04/2017) - La Iglesia en Camboya participa directamente en programas sociales y educativos. En un país con un 98% budista, “es importante que la Iglesia católica pueda ofrecer toda su cooperación para reconstruir un sistema educativo que quedo hecho pedazos después del régimen de los Khmer Rojos en los años 70”: así lo ha afirmado el obispo Olivier Schmitthaeusler, Vicario Apostólico de Phnom Penh, participando en una reunión en Belmont, en la que ha dado las gracias a los donantes y colaboradores como Catholic Mission Australia.

Al reunirse con los fieles de la Iglesia Católica de San Francesco Javier en Belmont, el obispo ha compartido el proyecto de una empresa social para las personas desfavorecidas, que ha iniciado en las afueras de la capital de Camboya. El proyecto incluye un programa de formación agrícola y técnica, programas de formación para las empresas sociales y el Instituto de San Pablo, que prepara a los jóvenes camboyanos también en la formación profesional.

El obispo ha explicado que los estudiantes del Instituto logran excelentes resultados académicos, dando a conocer su intención de “ampliar el programa completo para garantizar a las personas más desfavorecidas una oportunidad de estudiar o aprender una profesión”.

Otra área en la que la Iglesia está presente es la agricultura sostenible y “holística”, llevada a cabo por la empresa social que se está desarrollando en Phnom Penh con el apoyo de Catholic Mission, o de la red de las OMP en Australia.

“Gracias al apoyo financiero y a la oración, nuestra pequeña iglesia ha encontrado muchas formas prácticas y viables para comunicar el rostro misericordioso de Dios a aquellos que lo necesitan en Camboya. Estoy aquí para daros las gracias por vuestra generosidad y caridad”, ha remarcado Mons. Schmitthaeusler.

viernes, 28 de abril de 2017

Viaje Apostólico del Papa FRANCISCO a Egipto (28-29 abril 2017) – Ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto Internacional del Cairo, Ceremonia de bienvenida en el Palacio Presidencial y Visita de cortesia al Presidente de la República

El Cairo, EGIPTO (http://catolicidad.blogspot.mx - 28 de abril de 2017).- El avión en que viajaba el Santo Padre FRANCISCO, que ha despegado esta mañana de Roma a las 11.07, ha aterrizado a las  14.15 en el Aeropuerto internacional de El Cairo.

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Imagen: El Horizonte


Ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto internacional de El Cairo

A su llegada el Santo Padre ha sido recibido por un Ministro Delegado del Presidente de la República, por el Patriarca de Alejandría  de los Coptos Católicos y Presidente de la Asamblea de la Jerarquía Católica  e Egipto, Su Beatitud Ibrahim Isaac Sedrak, por el  nuncio apostólico S.E. Mons. Bruno Musarò, por el obispo de  Luxor y coordinador local, S.E. Mons. Emmanuel Bishay, y por el  Secretario de la Nunciatura Apostólica,  el Rev.do Jan Thomas Limchua.

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Imagen: Posta.com.mx

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Imagen: RPP

A continuación el Papa se traslada en automóvil al Palacio Presidencial en Heliopolis para  la ceremonia de bienvenida.


Ceremonia de bienvenida en el  Palacio Presidencial y visita de cortesía al Presidente de la República


A las  14.30 de hoy ha tenido lugar la ceremonia de bienvenidad en el Palacio Presidencial de Heliopolis. A su llegada el Papa FRANCISCO es recibido por el Presidente de la República de Egipto, Sr. Abdel-Fattah Al-Sìsi.


Después de la interpretación de los himnos y tras los honores militares, el Papa y el Presidente entran en el Palacio, en presencia de las delegaciones restringidas. Tras la fotografía de protocolo, entran en la sala donde tiene lugar el encuentro privado.


Terminado el  encuentro, tiene lugar el intercambio de dones. A continuación el Santo Padre FRANCISCO se desplaza en automóvil a la sede de Al-Azhar para la visita de cortesía al Gran Imam.