domingo, 31 de julio de 2016

Anuncia FRANCISCO a Panamá, sede de la XXXII Jornada Mundial de la Juventud en 2019

Imagen: www.rtve.es

Wielizcka, Cracovia, POLONIA, 31 de julio de 2016 (VIS).- Panamá será la sede de la XXXII Jornada Mundial de la Juventud  en 2019. Lo ha anunciado el Papa FRANCISCO al final de la misa celebrada en el Campus Misericordiae, llamando a su lado a los Obispos panameños allí presentes  para bendecirlos.
 

“Al final de esta celebración, deseo unirme a todos vosotros en el agradecimiento a Dios, Padre de infinita misericordia, porque nos ha concedido vivir esta Jornada Mundial de la Juventud”, dijo el  Santo Padre agradeciendo al Cardenal Dziwisz y al Cardenal Rylko,  a quienes llamó “trabajadores incansables” la labor y las oraciones con que habían preparado esta Jornada.  “Y doy las gracias –añadió- a todos aquellos que han colaborado para su buen desarrollo. Y un inmenso «gracias» a vosotros, queridos jóvenes. Habéis llenado Cracovia con el entusiasmo contagioso de vuestra fe. San Juan Pablo II ha disfrutado desde el cielo, y os ayudará a llevar por todo el mundo la alegría del Evangelio.


“En estos días hemos experimentado la belleza de la fraternidad universal en Cristo, centro y esperanza de nuestra vida –recordó - Hemos escuchado su voz, la voz del Buen Pastor, vivo en medio de nosotros. Él ha hablado al corazón de cada uno de vosotros: os ha renovado con su amor, os ha hecho sentir la luz de su perdón, la fuerza de su gracia. Os ha hecho experimentar la realidad de la oración. Ha sido una «oxigenación» espiritual para que podáis vivir y caminar en la misericordia una vez que hayáis regresado a vuestros países y a vuestras comunidades”.



Después señalando el altar donde había una imagen de la Virgen María venerada por Juan Pablo II en el Santuario de Calvaria dijo: “Ella, nuestra Madre, nos enseña cómo la experiencia vivida aquí en Polonia puede ser fecunda  nos dice que hagamos como ella: no desperdiciar el don recibido, sino custodiarlo en el corazón, para que germine y dé fruto, con la acción del Espíritu Santo. De este modo, cada uno de vosotros, con vuestras limitaciones y fragilidades, podrá ser testigo de Cristo allá donde vive, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones y en los grupos, en los ambientes de estudio, de trabajo, de servicio, de ocio, donde quiera que la providencia os guíe en vuestro camino”.



“Con la intercesión de María invocamos el Espíritu Santo para que ilumine y sostenga el camino de los jóvenes en la Iglesia y en el mundo, para que seáis discípulos y testigos de la Misericordia de Dios”, concluyó el Santo Padre invitando a todos a rezar el Ángelus.
Imagen: www.elespanol.com


A las 17.00 horas de esta tarde, el Pontífice sostendrá un Encuentro con los voluntarios de la JMJ, con el Comité organizador y con los benefactores en la Tauron Arena de Cracovia. A las 18.15 se llevará a cabo la Ceremonia de despedida en el Aeropuerto de Cracovia-Balice, para posteriormente a las 18.30 el Papa FRANCISCO abordará el avión que lo llevará de regreso a Roma, culminando así su Viaje Apostólico a la XXXI Jornada Mundial de la Juventud.

Misa por la Jornada Mundial de la Juventud: "No os dejéis anestesiar el alma"

Wielizcka, Cracovia, POLONIA, 31 de julio de 2016 (VIS).-  El Papa FRANCISCO ha celebrado esta mañana a las 10.00 en el Campus Misericordiae la santa misa que clausura la XXXI edición de la Jornada Mundial de la Juventud en la que han participado más de un millón de personas.

Imagen: www.efe.com

Antes de la celebración el Papa, recibido por el Alcalde de Wielizcka, en cuyo territorio se encuentra el Campus y por el Director de la Caritas diocesana, visitó uno de los dos edificios destinados a la acogida de los pobres y ancianos con problemas, y bendijo la instalación. Al salir, subió al papamóvil y dio una amplia vuelta entre los jóvenes que habían transcurrido la noche en el campus, saludándolos mientras ondeaban a su paso las banderas de sus diferentes países de procedencia.


Las lecturas de la misa del profeta Oseas (Misericordia quiero y no sacrificio), de la Carta de San Pablo a los Efesios (Dios rico de misericordia) y del evangelio de San Lucas (Hoy ha llegado a esta casa la salvación) se leyeron respectivamente en italiano, portugués, polaco y paleoeslavo.


En la homilía que pronunció después del evangelio, el  Santo Padre, poniendo el ejemplo de Zaqueo, invitó a los jóvenes a aceptarse tal como son, sin entristecerse ni rumiar el pasado, sino a apuntar alto, a participar en la vida, y a recordar que la JMJ no se acaba en Cracovia porque la presencia de Jesús está en su vida cotidiana, en sus proyectos, en sus afectos y en sus sueños.


Sigue la  homilía del Papa:


Queridos jóvenes: habéis venido a Cracovia para encontraros con Jesús. Y el Evangelio de hoy nos habla precisamente del encuentro entre Jesús y un hombre, Zaqueo, en Jericó.Allí Jesús no se limita a predicar, o a saludar a alguien, sino que quiere —nos dice el Evangelista— cruzar la ciudad. Con otras palabras, Jesús desea acercarse a la vida de cada uno, recorrer nuestro camino hasta el final, para que su vida y la nuestra se encuentren realmente.


Tiene lugar así el encuentro más sorprendente, el encuentro con Zaqueo, jefe de los «publicanos», es decir, de los recaudadores de impuestos. Así que Zaqueo era un rico colaborador de los odiados ocupantes romanos; era un explotador de su pueblo, uno que debido a su mala fama no podía ni siquiera acercarse al Maestro. Sin embargo, el encuentro con Jesús cambió su vida, como sucedió, y cada día puede suceder, con cada uno de nosotros. Pero Zaqueo tuvo que superar algunos obstáculos para encontrarse con Jesús, no fue fácil para él, tuvo que superar algunos obstáculos: al menos tres, que también pueden enseñarnos algo a nosotros.


El primero es la baja estatura: Zaqueo no conseguía ver al Maestro, porque era bajo. También nosotros podemos hoy caer en el peligro de quedarnos lejos de Jesús porque no nos sentimos a la altura, porque tenemos una baja consideración de nosotros mismos. Esta es una gran tentación, que no sólo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también la fe. Porque la fe nos dice que somos «hijos de Dios, pues ¡lo somos!» hemos sido creados a su imagen; Jesús hizo suya nuestra humanidad y su corazón nunca se separará de nosotros; el Espíritu Santo quiere habitar en nosotros; estamos llamados a la alegría eterna con Dios. Esta es nuestra «estatura», esta es nuestra identidad espiritual: somos los hijos amados de Dios, siempre. Entendéis entonces que no aceptarse, vivir descontentos y pensar en negativo significa no reconocer nuestra identidad más auténtica: es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí; significa querer impedir que se cumpla su sueño en mí. Dios nos ama tal como somos, y no hay pecado, defecto o error que lo haga cambiar de idea. Para Jesús —nos lo muestra el Evangelio—, nadie es inferior y distante, nadie es insignificante, sino que todos somos predilectos e importantes: ¡Tú eres importante! Y Dios cuenta contigo por lo que eres, no por lo que tienes: ante él, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que utilizas; no le importa si vas a la moda, le importas tú, tal como eres. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio.


Cuando en la vida sucede que apuntamos bajo en vez de a lo alto, nos puede ser de ayuda esta gran verdad: Dios es fiel en su amor, y hasta obstinado. Nos ayudará pensar que nos ama más de lo que nosotros nos amamos, que cree en nosotros más que nosotros mismos, que está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los «hinchas». Siempre nos espera con esperanza, incluso cuando nos encerramos en nuestras tristezas, rumiando continuamente los males sufridos y el pasado. Pero complacerse en la tristeza no es digno de nuestra estatura espiritual. Es más, es un virus, que infecta y paraliza todo, que cierra cualquier puerta, que impide  enderezar  la vida, que recomience. Dios, sin embargo, es obstinadamente esperanzado: siempre cree que podemos levantarnos y no se resigna a vernos apagados y sin alegría. Es triste ver a un joven sin alegría. Porque somos siempre sus hijos amados. Recordemos esto al comienzo de cada día. Nos hará bien decir todas las mañanas en la oración: «Señor, te doy gracias porque me amas; estoy seguro de que me amas; haz que me enamore de mi vida». No de mis defectos, que hay que corregir, sino de la vida, que es un gran regalo: es el tiempo para amar y ser amado.


Zaqueo tenía un segundo obstáculo en el camino del encuentro con Jesús: la vergüenza paralizante. Podemos imaginar lo que sucedió en el corazón de Zaqueo antes de subir a aquella higuera, habrá tenido una lucha afanosa: por un lado, la curiosidad buena de conocer a Jesús; por otro, el riesgo de hacer una figura bochornosa. Zaqueo era un personaje público; sabía que, al intentar subir al árbol, haría el ridículo delante de todos, él, un jefe, un hombre de poder, pero muy odiado.  Pero superó la vergüenza, porque la atracción de Jesús era más fuerte. Habréis experimentado lo que sucede cuando una persona se siente tan atraída por otra que se enamora: entonces sucede que se hacen de buena gana cosas que nunca se habrían hecho. Algo similar ocurrió en el corazón de Zaqueo, cuando sintió que Jesús era de tal manera importante que habría hecho cualquier cosa por él, porque él era el único que podía sacarlo de las arenas movedizas del pecado y de la infelicidad. Y así, la vergüenza paralizante no triunfó: Zaqueo —nos dice el Evangelio— «corrió más adelante», «subió» y luego, cuando Jesús lo llamó, «se dio prisa en bajar». Se arriesgó y actuó. Esto es también para nosotros el secreto de la alegría: no apagar la buena curiosidad, sino participar, porque la vida no hay que encerrarla en un cajón. Ante Jesús no podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados; a él, que nos da la vida, no podemos responderle con un pensamiento o un simple «mensajito».


Queridos jóvenes, no os avergoncéis de llevarle todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión: Él sabrá sorprenderos con su perdón y su paz. No tengáis miedo de decirle «sí» con toda la fuerza del corazón, de responder con generosidad, de seguirlo. No os dejéis anestesiar el alma, sino aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un «no» fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar sólo en sí mismo y en la propia comodidad.


Después de la baja estatura, después de la vergüenza paralizante, hay un tercer obstáculo que Zaqueo tuvo que enfrentar, ya no en su interior sino a su alrededor. Es la multitud que murmura, que primero lo bloqueó y luego lo criticó: Jesús no tenía que entrar en su casa, en la casa de un pecador. ¿Qué difícil es acoger realmente a Jesús, qué duro es aceptar  a un «Dios, rico en misericordia» .Puede que os bloqueen, tratando de haceros creer que Dios es distante, rígido y poco sensible, bueno con los buenos y malo con los malos. En cambio, nuestro Padre «hace salir su sol sobre malos y buenos» ,y nos invita al valor verdadero: ser más fuertes que el mal amando a todos, incluso a los enemigos. Puede que se rían de vosotros, porque creéis en la fuerza mansa y humilde de la misericordia. No tengáis miedo, pensad en cambio en las palabras de estos días: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» .Puede que os juzguen como unos soñadores, porque creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos, ni ve las fronteras de los países como una barrera y custodia las propias tradiciones sin egoísmo y resentimiento. No os desaniméis: con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí.


Aquel día, la multitud juzgó a Zaqueo, lo miró con desprecio; Jesús, en cambio, hizo lo contrario: levantó los ojos hacia él. La mirada de Jesús va más allá de los defectos para ver a la persona; no se detiene en el mal del pasado, sino que divisa el bien en el futuro; no se resigna frente a la cerrazón, sino que busca el camino de la unidad y de la comunión; en medio de todos, no se detiene en las apariencias, sino que mira al corazón. Jesús mira nuestro corazón, el tuyo,  el mío. Con esta mirada de Jesús, podéis hacer surgir una humanidad diferente, sin esperar a que os digan «qué buenos sois», sino buscando el bien por sí mismo, felices de conservar el corazón limpio y de luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia. No os detengáis en la superficie de las cosas y desconfiad de las liturgias mundanas de la apariencia, del maquillaje del alma para aparentar mejores. Por el contrario, instalad bien la conexión más estable, la de un corazón que ve y transmite incansablemente el bien. Y esa alegría que habéis recibido gratis de Dios, por favor, dadla gratis, porque son muchos los que la esperan. Y la esperan de vosotros.


Escuchamos por último las palabras de Jesús a Zaqueo, que parecen dichas a propósito para nosotros, para cada uno de nosotros: «Date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa» Baja inmediatamente, porque hoy debo quedarme contigo. Ábreme la puerta de tu corazón..  Jesús te dirige la misma invitación: «Hoy tengo que alojarme en tu casa». La Jornada Mundial de la Juventud, podríamos decir, comienza hoy y continúa mañana, en casa, porque es allí donde Jesús quiere encontrarnos a partir de ahora. El Señor no quiere quedarse solamente en esta hermosa ciudad o en los recuerdos entrañables, sino que quiere venir a tu casa, vivir tu vida cotidiana: el estudio y los primeros años de trabajo, las amistades y los afectos, los proyectos y los sueños. Cómo le gusta que todo esto se lo llevemos en la oración. Él espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración. Cuánto desea que su Palabra hable a cada una de tus jornadas, que su Evangelio sea tuyo, y se convierta en tu «navegador» en el camino de la vida.


Jesús, a la vez que te pide de ir a tu casa, como hizo con Zaqueo, te llama por tu nombre. Jesús nos llama a todos  por nuestro nombre. Tu nombre es precioso para él. El nombre de Zaqueo evocaba, en la lengua de la época, el recuerdo de Dios. Fiaros del recuerdo de Dios: su memoria no es un «disco duro» que registra y almacena todos nuestros datos, su memoria es  un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. Procuremos también nosotros ahora imitar la memoria fiel de Dios y custodiar el bien que hemos recibido en estos días. En silencio hagamos memoria de este encuentro, custodiemos el recuerdo de la presencia de Dios y de su Palabra, reavivemos en nosotros la voz de Jesús que nos llama por nuestro nombre. Así pues, recemos en silencio, recordando, dando gracias al Señor que nos ha traído aquí y ha querido encontrarnos”.


Al final de la misa y tras escuchar el saludo del Cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el Papa FRANCISCO entregó una lamparilla, signo de la luz de Cristo a algunos jóvenes.

Papa en la Vigilia de oración: "Hemos nacido para cambiar el mundo"

Wielizcka, Cracovia, POLONIA, 31 de julio de 2016 (VIS).-  El toque de una campana de media tonelada anunció la tarde de ayer la llegada del Papa FRANCISCO al Campus Misericordiae, situado a las afueras de Cracovia, pero en el de Wieliczka. En el área predispuesta para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud que puede acoger a más de un millón de personas, quedarán como signo tangible de la misericordia que ha presidido estos días dos lugares: un centro de cura diurno para ancianos denominado Campus Misericordiae y un centro de Cáritas llamado “El pan de la misericordia” que será un almacén de alimentos recolectados para los  más necesitados en varias parroquias.
Imagen: www.aciprensa.com

El Santo Padre llegó al Campus poco después de las 18.30 y dio una amplia vuelta en papamóvil en la zona del Campus hasta llegar a la  gran Puerta Santa, que atravesó a pie junto a cinco jóvenes que representaban los  cinco continentes.

El tema de la vigilia era “Jesús, fuente de misericordia”,  articulado en una escenografía con cinco claves: la fe a los que dudan, la esperanza a los desilusionados, el amor a los indiferentes, el perdón a quien ha hecho daño, la alegría a las personas tristes) ilustrado por varios testimonios. Entre ellos la de una joven polaca, una siria y un paraguayo.

La primera habló de su regreso a la fe, después de años de alejamiento, cuando un día sintió la necesidad imperiosa de confesarse. El  miedo a que el sacerdote le dijese que sus pecados eran muy graves se desvaneció cuando éste le dijo que su confesión había sido muy hermosa y que  coincidía con el domingo de la Misericordia, había sido a las 15.00 (hora de la misericordia) y en la Catedral de Lodz donde Santa Faustina Kowalska rezaba todos los días. “Tus pecados están perdonados, se han ido, quitatélos de la cabeza” –le dijo el confesor-. “Salí de la iglesia –explicó ella- como si regresase de un campo de batalla: tremendamente cansada, pero al mismo tiempo inmensamente feliz, con un sentimiento de victoria y de que Jesús volvía a casa conmigo”. Ahora ha colaborado en la realización de la JMJ para que los demás pudieran sentir lo mismo que ella y está convencida de que “la Misericordia de Dios está viva y sigue actuando ininterrumpidamente también hoy”.

La  segunda, Rand, explicó que en Aleppo se vivía rodeados por la muerte, y que se preguntaba si habíamos nacido para morir en el dolor o para vivir una existencia plena. “Ayudo en el centro Don Bosco de Aleppo que recibe a más de 700 jóvenes de ambos sexos que esperan de nosotros una sonrisa y un gesto de aliento, pero sobre todo lo que falta en sus vidas: un auténtico trato humanitario. Me es muy difícil dar fe y esperanza a los demás cuando a mi me faltan. Pero he aprendido que la fe en Cristo supera las circunstancias de la vida. Esta verdad no está condicionada por vivir una vida de paz que esté libre de dificultades. Cada vez más creo que Dios existe a pesar de todo nuestro dolor y creo que  a veces, a través de nuestras penas, nos enseñe el verdadero significado del amor”.

Por último, Miguel un joven paraguayo,  ex drogodependiente, que estuvo  seis años de prisión y se rehabilitó gracias a un sacerdote amigo de su familia que le llevó a conocer la Fazenda de la Esperanza, “una comunidad cuyo método de sanación –dijo –era vivir la Palabra de Dios”. Después de algunos problemas de inserción, Miguel aprendió a relacionarse con los otros, a perdonar y en la actualidad es responsable de la casa “Quo Vadis?” de la Fazenda de la Esperanza en Cherro Chato. “Realmente Dios nos transforma –afirmó- Dios nos renueva”.

Ante el  millón y medio de jóvenes presentes en el Campus Misericordiae, FRANCISCO pronunció un discurso invitándoles a oponerse a los miedos que paralizan e impiden la apertura y el conocimiento de los demás, a tender puentes, y a no vegetar, sino a dejar huella en el mundo y ser protagonistas de su vida.

“Queridos jóvenes, buenas tardes. Es bello estar aquí con vosotros en esta Vigilia de oración”, afirmó el Pontífice.

Al terminar su valiente y conmovedor testimonio, Rand nos pedía algo. Nos decía: «Pido encarecidamente que recéis por mi amado país». Una historia marcada por la guerra, el dolor, la pérdida, que finaliza con una petición: la oración. Qué mejor que empezar nuestra vigilia rezando.

Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes. Somos «hijos» de naciones que quizá pueden estar enfrentadas luchando por diversos conflictos, o incluso estar en guerra. Otros venimos de países que pueden estar en «paz», que no tienen conflictos bélicos, donde muchas de las cosas dolorosas que suceden en el mundo sólo son parte de las noticias y de la prensa. Pero seamos conscientes de una realidad: para nosotros, hoy y aquí, provenientes de distintas partes del mundo, el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima, para nosotros deja de ser una noticia de prensa, tiene nombre, tiene rostro, tiene historia, tiene cercanía. Hoy la guerra en Siria, es el dolor y el sufrimiento de tantas personas, de tantos jóvenes como la valiente Rand, que está aquí entre nosotros pidiéndonos que recemos por su amado país.

Existen situaciones que nos pueden resultar lejanas hasta que, de alguna manera, las tocamos. Hay realidades que no comprendemos porque sólo las vemos a través de una pantalla (del celular o de la computadora). Pero cuando tomamos contacto con la vida, con esas vidas concretas no ya mediatizadas por las pantallas, entonces nos pasa algo importante, sentimos la invitación a involucrarnos: «No más ciudades olvidadas», como dice Rand: ya nunca puede haber hermanos «rodeados de muerte y homicidios» sintiendo que nadie los va a ayudar. Queridos amigos, os invito a rezar juntos por el sufrimiento de tantas víctimas de la guerra, de esta guerra que hoy existe en el mundo, para que de una vez por todas podamos comprender que nada justifica la sangre de un hermano, que nada es más valioso que la persona que tenemos al lado. Y, en este ruego de oración, también quiero dar las gracias a Natalia y a Miguel, porque también nos han compartido sus batallas, sus guerras interiores. Nos han mostrado sus luchas y cómo hicieron para superarlas. Son signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros.

Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir, no queremos insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros hoy estamos aquí porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia. Celebramos el venir de culturas diferentes y nos unimos para rezar. Que nuestra mejor palabra, que nuestro mejor discurso, sea unirnos en oración. Hagamos un rato de silencio y recemos; pongamos ante el Señor los testimonios de estos amigos, identifiquémonos con aquellos para quienes «la familia es un concepto inexistente, y la casa sólo un lugar donde dormir y comer», o con quienes viven con el miedo de creer que sus errores y pecados los han dejado definitivamente afuera. Pongamos también las «guerras», vuestras guerras y las nuestras, las luchas que cada uno trae consigo, dentro de su corazón. Y, para ello, para estar en familia, en hermandad, todos juntos, os invito a levantaros, a daros la mano y a rezar en silencio. A todos”

Después de que todos rezasen en silencio, el Papa retomó la palabra: “Mientras rezábamos –dijo-  me venía la imagen de los Apóstoles el día de Pentecostés. Una escena que nos puede ayudar a comprender todo lo que Dios sueña hacer en nuestra vida, en nosotros y con nosotros. Aquel día, los discípulos estaban encerrados por miedo. Se sentían amenazados por un entorno que los perseguía, que los arrinconaba en una pequeña habitación, obligándolos a permanecer quietos y paralizados. El temor se había apoderado de ellos. En ese contexto, pasó algo espectacular, algo grandioso. Vino el Espíritu Santo y unas lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno, impulsándolos a una aventura que jamás habrían soñado. Así, las cosas cambian totalmente”.

Hemos escuchado tres testimonios, hemos tocado con nuestros corazones sus historias, sus vidas. Hemos visto cómo ellos, al igual que los discípulos, han vivido momentos similares, han pasado momentos donde se llenaron de miedo, donde parecía que todo se derrumbaba. El miedo y la angustia que nace de saber que al salir de casa uno puede no volver a ver a los seres queridos, el miedo a no sentirse valorado ni querido, el miedo a no tener otra oportunidad. Ellos nos compartieron la misma experiencia que tuvieron los discípulos, han experimentado el miedo que sólo conduce a un sitio. ¿A dónde nos lleva el miedo? Al encierro. Y cuando el miedo se acovacha en el encierro siempre va acompañado por su «hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Sentir que en este mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida, especialmente en la juventud. La parálisis nos va haciendo perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad; el encanto de soñar juntos, de caminar con otros. Nos aleja de los otros, nos impide dar la mano, como hemos visto en la coreografía, todos encerrados en esas cabinas de cristal”.

“Pero en la vida –advirtió- hay otra parálisis todavía más peligrosa y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde «felicidad» con un «sofá/kanapa (canapé)». Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá/canapé. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá —como los que hay ahora, modernos, con masajes adormecedores incluidos— que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora. Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos cerrados en casa, sin fatigarnos ni preocuparnos. La «sofá-felicidad», «kanapa-szczęście», es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, que más puede arruinar a la juventud. Y, Padre, ¿por qué sucede esto? Porque poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados. El otro día hablaba de los jóvenes que se jubilan a los 20 años; hoy hablo de los jóvenes adormentados, embobados y atontados, mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos, eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón”.

“Os pregunto a vosotros: ¿Queréis ser jóvenes adormentados, embobados y atontados?”  Un coro de “no” respondió al Papa. ¿Queréis que otros decidan el futuro por vosotros?” “ No”, replicaron los jóvenes.

“¿Queréis ser libres? dijo entonces FRANCISCO-  Sí” fue la respuesta. ¿Queréis estar despiertos?” Otro Sí. ¿Queréis luchar por vuestro futuro? “Sí”, de nuevo. “No os veo demasiado convencidos…. ¿Queréis luchar por vuestro futuro?. Y un sí todavía más alto.
Pero la verdad es otra: queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres de dejar una huella. Perdemos la libertad. Este es el precio. Y hay mucha gente que quiere que los jóvenes no sean libres; tanta gente que no os quiere bien, que os quiere atontados, embobados, adormecidos, pero nunca libres. No, ¡esto no! Debemos defender nuestra libertad”.

Ahí está precisamente una gran parálisis, cuando comenzamos a pensar que felicidad es sinónimo de comodidad, que ser feliz es andar por la vida dormido o narcotizado, que la única manera de ser feliz es ir como atontado. Es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad. Nos despojan de la libertad.

Amigos, Jesús es el Señor del riesgo, es el Señor del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia. Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales. Que nos incita a pensar en una economía más solidaria que esta. En todos los ámbitos en los que nos encontremos, ese amor de Dios nos invita llevar la Buena Nueva, haciendo de la propia vida una entrega a él y a los demás. Esto significa ser valerosos, esto significa ser libres.

Pueden decirme: «Padre, pero eso no es para todos, sólo es para algunos elegidos». Sí, es cierto, y estos elegidos son todos aquellos que están dispuestos a compartir su vida con los demás. De la misma manera que el Espíritu Santo transformó el corazón de los discípulos el día de Pentecostés ―estaban paralizados―, lo hizo también con nuestros amigos que compartieron sus testimonios. Uso tus palabras, Miguel, tú nos decías que el día que en la Facenda te encomendaron la responsabilidad de ayudar a que la casa funcionara mejor, ahí comenzaste a entender que Dios pedía algo de ti. Así comenzó la transformación.

“Ese es el secreto, queridos amigos, que todos estamos llamados a experimentar. Dios espera algo de ti. ¿Lo habéis entendido? Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo contigo puede ser distinto. Eso sí, si tú no pones lo mejor de ti, el mundo no será distinto. Es un reto.

“El tiempo que hoy estamos viviendo no necesita jóvenes-sofá, młodzi-kanapowi, sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Este tiempo sólo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy pide que seáis protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando queramos vivirla, siempre y cuando queramos dejar una huella. La historia nos pide hoy que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro. ¡No! Nosotros debemos decidir nuestro futuro; vosotros, vuestro futuro. El Señor, al igual que en Pentecostés, quiere realizar uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo contigo. Y tú, ¿qué respondes? ¿Qué respondes tú? ¿Sí o no? “.Y un coro de síes se elevó del Campus.

“Me dirás, Padre, pero yo soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer? Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o de dejado de hacer. Al contrario: él, en ese momento que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar. Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte, nunca al museo.

“Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos. La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal. Hoy los adultos ―nosotros, los adultos― necesitamos de vosotros, que nos enseñéis ―como vosotros hacéis hoy― a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza, sino como una oportunidad. Y vosotros sois una oportunidad para el futuro. Tened valentía para enseñarnos, tened la valentía de enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Necesitamos aprender esto. Y todos juntos pidamos que nos exijáis transitar por los caminos de la fraternidad. Que seáis vosotros nuestros acusadores cuando nosotros elegimos la vía de los muros, la vía de la enemistad, la vía de la guerra. Construir puentes: ¿Sabéis cuál es el primer puente que se ha de  construir? Un puente que podemos realizarlo aquí y ahora: estrecharnos la mano, darnos la mano. Ánimo, hacedlo ahora. Construid este puente humano, daos la mano, todos: es el puente primordial, es el puente humano, es el primero, es el modelo. Siempre existe el riesgo ―lo he dicho el otro día― de quedarse con la mano tendida, pero en la vida hay que arriesgar; quien no arriesga no triunfa. Con este puente, vayamos adelante. Levantad aquí este puente primordial: daos la mano.

Y cuando todos los jóvenes se dieron la mano el Papa exclamó:  “Gracias. Es el gran puente fraterno, y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo... pero no para la fotografía ―cuando se dan la mano y piensan en otra cosa―, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que éste puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella”.

“Hoy Jesús, que es el camino, te llama a ti, a ti, a ti”  - y FRANCISCO señaló  a cada uno-  a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a abandonar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas?”.  Sí, gritó el Campus. ¿Qué responden ―lo quiero ver― tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida? ¿Estás dispuesto?

Y a la respuesta de más de un millón  de “Síes”, el Papa dijo: “Que el Señor bendiga vuestros sueños. Gracias”.

La vigilia continuó con la adoración del Santísimo Sacramento. Después de la bendición final, el Papa regresó al Arzobispado mientras muchos jóvenes velaron durante toda la noche rezando a la espera de la santa misa de esta mañana.

Oración por la paz y por el fin de la violencia y el terrorismo en la Iglesia de San Francisco

Cracovia, POLONIA, 31 de julio de 2016 (VIS).-  Ayer tarde, mientras iba del Arzobispado de Cracovia al Campus Misericordiae para participar en la Vigilia de Oración con los jóvenes, el Santo Padre efectuó una breve visita a la iglesia de San Francisco, próxima al Arzobispado, donde se veneran las reliquias de los dos mártires franciscanos asesinados en Perú (en Pariacoto el 9 de agosto de 1991) por los guerrilleros de Sendero Luminoso y beatificados el 5 de diciembre de 2015 en Pariacoto junto con el sacerdote italiano Alessandro Dordi, de la diócesis de Bérgamo. Además de los Padres franciscanos  estaban presentes varios familiares de los mártires.

Imagen: www.aciprensa.com

El Papa rezó la siguiente oración por la paz y por el fin de la violencia y el terrorismo:


“Dios omnipotente y misericordioso, Señor del Universo y de la historia humana.
Todo lo que has creado es bueno, y tu compasión por el hombre, que te abandona una y otra vez, es inagotable.


Venimos hoy a implorarte que ampares al mundo y a sus habitantes con la paz, alejando de él el destructivo oleaje del terrorismo, restaurando la amistad y derramando en los corazones de tus criaturas el don de la confianza y la prontitud para perdonar.


Dador de la vida, te pedimos también por todos los que han muerto, víctimas de los brutales ataques terroristas. Concédeles la recompensa y la alegría eternas. Que intercedan por el mundo, sacudido por la angustia y desgracias.


Jesús, Príncipe de la Paz, te rogamos por los heridos en los ataques terroristas: los niños y los jóvenes, las mujeres y los hombres, los ancianos, las personas inocentes y los que han sido agredidos por casualidad. Sana su cuerpo y el corazón, que se sientan fortalecidos por tu consuelo, aleja de ellos el odio y el deseo de la venganza.


Santo Espíritu Consolador, visita a las familias que lloran la pérdida de sus familiares, víctimas inocentes de la violencia y el terrorismo. Cúbreles con el manto de tu divina misericordia.  Que encuentren en Ti la fuerza y el valor para continuar siendo hermanos y hermanas de los demás, especialmente de los extranjeros y los inmigrantes, testimoniando con su vida tu amor.


Mueve los corazones de los terroristas para que reconozcan la maldad de sus acciones y vuelvan a la senda de la paz y el bien, el respeto por la vida y la dignidad de cada ser humano, independientemente de su religión, origen o status social.


Dios, Eterno Padre, escucha compasivo esta oración que se eleva hacia Ti entre el estruendo y la desesperación del mundo. Llenos de confianza en tu infinita Misericordia, confiando en la intercesión de tu Santísima Madre, fortalecidos con el ejemplo de los beatos mártires de Perú, Zbigniewa y Michała, que has convertido en valientes testigos del Evangelio hasta derramar su sangre, nos dirigimos a Ti con gran esperanza, suplicando el don de la paz y pidiendo que alejes de nosotros el látigo del terrorismo.


Por Jesucristo, nuestro Señor


Amén.

Intenciones de oración del Papa para el mes de agosto de 2016

CIUDAD DEL VATICANO, 31 de julio de 2016 (VIS).-  La intención universal del apostolado de la oración del Santo Padre FRANCISCO para el mes de agosto de 2016 es: “Para que el deporte fomente el encuentro fraternal entre los pueblos y contribuya a la paz en el mundo”.

Su intención evangelizadora es: “Para que los cristianos vivan la exigencia del Evangelio dando testimonio de fe, honestidad y amor al prójimo”.

sábado, 30 de julio de 2016

Celebra FRANCISCO Misa en el Santuario de San Juan Pablo II: "Seguir escribiendo el Evangelio con las obras de misericordia"

Imagen: juanpablo2do.blogspot.com

Cracovia, POLONIA, 30 de julio de 2016 (VIS).-  El Santuario de San Juan Pablo II donde el Papa FRANCISCO ha celebrado la misa votiva de la Misericordia con los sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados y seminaristas polacos, es el  corazón del Centro San Juan Pablo II “No tengáis miedo”, construido entre 2013 y 2015 , que comprende también el museo San Juan Pablo II, una torre de observación, un centro para conferencias, una casa para peregrinos y un centro de rehabilitación. El color blanco recuerda el de los minerales de arcilla y yeso que se extraían en sus cercanías desde el siglo XVIII y se destinaban a la producción de calcinato y soda caústica. Efectivamente, en el terreno del santuario se encontraba la fábrica de soda “Solvay” donde trabajó Karol Wojtyla durante la Segunda Guerra Mundial.

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Construido sobre dos niveles, en  la parte superior se encuentra la iglesia principal, con seis capillas situadas en torno a la nave y al presbiterio. En la puerta de la iglesia está representado San Juan Pablo II rodeado de los santos polacos que beatificó y canonizó. En la parte inferior se encuentra la iglesia de las reliquias, de forma octagonal, circundada por varias capillas temáticas: la devoción mariana del Papa, la capilla del sacerdote con la placa de la tumba en el Vaticano de San Juan Pablo II, la capilla de Santa Cunegunda, con la figura de sal de la santa y las paredes en relieve con escenas evangélicas. En el centro de la iglesia de las reliquias, el altar de mármol con la reliquia de la sangre de San Juan Pablo II, contenida en una ampolla entregada al Cardenal Stanislaw Dziwisz por los médicos del hospital Agostino Gemelli. Entre otros objetos está también su cruz pectoral  y la túnica que llevaba el 13 de mayo de 1981, la fecha del atentado contra su persona. Los mosaicos del santuario han sido realizados por el grupo internacional de los artistas del Centro Aletti (Centrode Estudios Ezio Aletti del Pontificio Instituto Oriental), bajo la dirección del padre Marko Ivan Rupnik, S.J. El Centro Aletti di Roma, lugar de  intercambio teológico y artístico entre las tradiciones cristianas de Oriente y Occidente fue fundado por Juan Pablo II en 1993.


Imagen: www.efe.com
Después de escuchar  el saludo del Cardenal Arzobispo de Cracovia y de las lecturas,  FRANCISCO pronunció una homilía  ante las dos mil personas que participaban en la misa en la que reiteró que Jesús deseaba ya desde el principio que la Iglesia estuviera en salida, que fuera al mundo, tal como el mismo lo había hecho, no como alguien poderoso, sino en forma de siervo y añadió que Cristo pedía un ponerse en camino ligeros, salir renunciando a las propias seguridades, anclados solamente en él.


“El pasaje del Evangelio que hemos escuchado nos habla de un lugar, de un discípulo y un libro –dijo el Papa- El lugar es la casa en la que estaban los discípulos al anochecer del día de la Pascua: de ella se dice sólo que sus puertas estaban cerradas Ocho días más tarde, los discípulos estaban todavía en aquella casa, y sus puertas también estaban cerradas Jesús entra, se pone en medio y trae su paz, el Espíritu Santo y el perdón de los pecados: en una palabra, la misericordia de   Dios. En este local cerrado resuena fuerte el mensaje que Jesús dirige a los suyos: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».


“Jesús envía. Él desea desde el principio que la Iglesia esté de salida, que vaya al mundo. Y quiere que lo haga tal como él mismo lo ha hecho, como él  ha sido mandado al mundo por el Padre: no como un poderoso, sino en forma de siervo no «a ser servido, sino a servir» y llevar la Buena Nueva también los suyos son enviados así en todos los tiempos. Llama la atención el contraste: mientras que los discípulos cerraban las puertas por temor, Jesús los envía a una misión; quiere que abran las puertas y salgan a propagar el perdón y la paz de Dios con la fuerza del Espíritu Santo”.


“Esta llamada es también para nosotros. ¿Cómo no sentir aquí el eco de la gran exhortación de San Juan Pablo II: «¡Abrid las puertas!»? No obstante, en nuestra vida como sacerdotes y personas consagradas, se puede tener con frecuencia la tentación de quedarse un poco encerrados, por miedo o por comodidad, en nosotros mismos y en nuestros ámbitos. Pero la dirección que Jesús indica es de sentido único: salir de nosotros mismos. Es un viaje sin billete de vuelta. Se trata de emprender un éxodo de nuestro yo, de perder la vida por él siguiendo el camino de la entrega de sí mismo. Por otro lado, a Jesús no le gustan los recorridos a mitad, las puertas entreabiertas, las vidas de doble vía. Pide ponerse en camino ligeros, salir renunciando a las propias seguridades, anclados únicamente en él”.


“En otras palabras, la vida de sus discípulos más cercanos, como estamos llamados a ser, está hecha de amor concreto, es decir, de servicio y disponibilidad; es una vida en la que no hay espacios cerrados ni propiedad privada para nuestras propias comodidades, al menos no los debe haber Quien ha optado por configurar toda su existencia con Jesús ya no elige dónde estar, sino que va allá donde se le envía, dispuesto a responder a quien lo llama; tampoco dispone de su propio tiempo. La casa en la que reside no le pertenece, porque la Iglesia y el mundo son los espacios abiertos de su misión. Su tesoro es poner al Señor en medio de la vida, sin buscar otra para él. Huye, pues, de las situaciones gratificantes que lo pondrían en el centro, no se sube a los estrados vacilantes de los poderes del mundo y no se adapta a las comodidades que aflojan la evangelización; no pierde el tiempo en proyectar un futuro seguro y bien remunerado, para evitar el riesgo convertirse en aislado y sombrío, encerrado entre las paredes angostas de un egoísmo sin esperanza y sin alegría. Contento con el Señor, no se conforma con una vida mediocre, sino que tiene un deseo ardiente de ser testigo y de llegar a los otros; le gusta el riesgo y sale, no forzado por caminos ya trazados, sino abierto y fiel a las rutas indicadas por el Espíritu: contrario al «ir tirando», siente el gusto de evangelizar”.


“En segundo lugar, aparece en el Evangelio de hoy la figura de Tomás, el único discípulo que se menciona. En su duda y su afán de entender —y también un poco terco—, este discípulo se nos asemeja un poco, y hasta nos resulta simpático. Sin saberlo, nos hace un gran regalo: nos acerca a Dios, porque Dios no se oculta a quien lo busca. Jesús le mostró sus llagas gloriosas, le hizo tocar con la mano la ternura infinita de Dios, los signos vivos de lo que ha sufrido por amor a los hombres”.


“Para nosotros, los discípulos, es muy importante poner la  humanidad en contacto con la carne del Señor, es decir, llevarle a él, con confianza y total sinceridad, hasta el fondo, lo que somos. Jesús, como dijo a Santa Faustina, se alegra de que hablemos de todo, no se cansa de nuestras vidas, que ya conoce; espera que la compartamos, incluso que le contemos cada día lo que nos ha pasado Así se busca a Dios, con una oración que sea transparente y no se olvide de confiar y encomendar las miserias, las dificultades y las resistencias. El corazón de Jesús se conquista con la apertura sincera, con los corazones que saben reconocer y llorar las propias debilidades, confiados en que precisamente allí actuará la divina misericordia. ¿Qué es lo que nos pide Jesús? Quiere corazones verdaderamente consagrados, que viven del perdón que han recibido de él, para derramarlo con compasión sobre los hermanos. Jesús busca corazones abiertos y tiernos con los débiles, nunca duros; corazones dóciles y transparentes, que no disimulen ante los que tienen la misión en la Iglesia de orientar en el camino. El discípulo no duda en hacerse preguntas, tiene la valentía de sentir la duda y de llevarla al Señor, a los formadores y a los superiores, sin cálculos ni reticencias. El discípulo fiel lleva a cabo un discernimiento atento y constante, sabiendo que cada día hay que educar el corazón, a partir de los afectos, para huir de toda doblez en las actitudes y en la vida”.


“El apóstol Tomás, al final de su búsqueda apasionada, no sólo ha llegado a creer en la resurrección, sino que ha encontrado en Jesús lo más importante de la vida, a su Señor; le dijo: «Señor mío y Dios mío». Nos hará bien rezar hoy y cada día estas palabras espléndidas, para decirle: «Eres mi único bien, la ruta de mi camino, el corazón de mi vida, mi todo”.


“En el último versículo que hemos escuchado, se habla, en fin, de un libro: es el Evangelio, en el que no están escritos muchos otros signos que hizo Jesús. Después del gran signo de su misericordia —podemos pensar—, ya no se ha necesitado añadir nada más. Pero queda todavía un desafío, queda espacio para los signos que podemos hacer nosotros, que hemos recibido el Espíritu del amor y estamos llamados a difundir la misericordia. Se puede decir que el Evangelio, libro vivo de la misericordia de Dios, que hay que leer y releer continuamente, todavía tiene al final páginas en blanco: es un libro abierto, que estamos llamados a escribir con el mismo estilo, es decir, realizando obras de misericordia. Os pregunto, queridos hermanos y hermanas: ¿Cómo están las páginas del libro de cada uno de vosotros? ¿Se escriben cada día? ¿Están escritas sólo en parte? ¿Están en blanco?”.


“Que la Madre de Dios nos ayude en ello - exclamó FRANCISCO - que ella, que ha acogido plenamente la Palabra de Dios en su vida.nos de la gracia de ser escritores vivos del Evangelio; que nuestra Madre de misericordia nos enseñe a curar concretamente las llagas de Jesús en nuestros hermanos y hermanas necesitados, de los cercanos y de los lejanos, del enfermo y del emigrante, porque sirviendo a quien sufre se honra a la carne de Cristo. Que la Virgen María nos ayude a entregarnos hasta el final por el bien de los fieles que se nos han confiado y a sostenernos los unos a los otros, como verdaderos hermanos y hermanas en la comunión de la Iglesia, nuestra santa Madre”.


“Queridos hermanos y hermanas –finalizó el Pontífice- cada uno de nosotros guarda en el corazón una página personalísima del libro de la misericordia de Dios: es la historia de nuestra llamada, la voz del amor que atrajo y transformó nuestra vida, llevándonos a dejar todo por su palabra y a seguirlo. Reavivemos hoy, con gratitud, la memoria de su llamada, más fuerte que toda resistencia y cansancio. Demos gracias al Señor continuando con la celebración eucarística, centro de nuestra vida, porque ha entrado en nuestras puertas cerradas con su misericordia; porque, como a Tomás,  nos da la gracia de seguir escribiendo su Evangelio de amor”.


Después de impartir la bendición el Santo Padre regresó al Arzobispado de Cracovia donde almorzó con el Cardenal Arzobispo Stanislaw Dziwisz y con doce jóvenes de diferentes nacionalidades (un chico y una chica de cada continente, más un chico y una chica polacos).


A las 19.00 horas el Papa llegará a Campus Misericordiae y atravesará la Puerta Santa con algunos jóvenes, para media hora más tarde sostener una Vigilia de oración.




Santo Padre visita al Santuario de la Divina Misericordia

Cracovia, POLONIA, 30 de julio de 2016 (VIS).-  El Santo Padre FRANCISCO se ha trasladado a primera hora de esta mañana a Lagiewniki, un barrio al sur de Cracovia, conocido por la devoción a la Divina Misericordia y a la experiencia mística de Santa Faustina Kowalska. Aquí se encuentra el convento donde vivió la religiosa y el santuario de la Divina Misericordia al que acuden cada año dos millones de peregrinos.


Imagen: enciclicasjuanpablo2do.blogspot.com

La Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia fue fundada en 1862 en Varsovia para ayudar a las mujeres necesitadas a instruirse y encontrar trabajo. Bajo el régimen comunista, entre 1969 y 1989 las monjas, a  quienes fue confiscada la casa, se dedicaron al cuidado de los discapacitados. Hoy la institución funciona de nuevo con el nombre Centro Educativo Juvenil y acoge a jóvenes con dificultades que reciben enseñanza en un liceo y en dos escuelas profesionales.



Santa Faustina Kowalska (1905-1938) entró en esa congregación a los 20 años y estuvo en diversos conventos en Polonia.  En el de Cracovia fue donde comenzaron sus experiencias místicas cuando el 22 de febrero de 1931 vio a Jesús, vestido de blanco con la mano derecha levantada en el acto de bendecir y la izquierda que tocaba la túnica sobre el pecho del que salían dos grandes rayos, uno blanco y otro rojo. Cristo dijo a sor Faustina: “Pinta un cuadro según el modelo que ves y escribe debajo: ‘Jesús, yo confío en ti’. Deseo que esta imagen se venere en vuestra capilla y después en todo el mundo". En 1934 sor Faustina encarga al pintor Eugenius Kazimierski que realice, siguiendo sus indicaciones, una imagen de la Misericordia de Dios y en sus últimos cuatro años de vida escribe en su diario todas las peticiones de Jesús para que el mundo reconozca la verdad bíblica sobre el amor misericordioso de Dios y se introduzcan nuevas formas de culto centradas en la Divina Misericordia. Tales formas de culto consisten en la veneración de la imagen de Cristo con  la frase: “Jesús, confío en Ti”; en la institución de la jornada de la Divina Misericordia el primer domingo después de Pascua, el rezo de la oración conocida como “coronita” a la Divina Misericordia y la oración en la hora de la muerte de Jesús en la cruz, es decir a las 15:00, en la hora de la Misericordia, además de la divulgación del culto de la Misericordia.

Imagen: www.santafaustina.info

El Santo Padre fue recibido al ingreso de la Capilla del Santuario por la Superiora General y la Superiora del convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Fuera lo esperaban unas 300 personas entre las cuales unas 80 jóvenes que estudian en el Centro. Entrando en el edificio el Papa bendijo un gran cuadro de la Divina Misericordia para recogerse después en oración en la capilla ante la tumba de Santa Faustina y donde se custodian sus reliquias. El Papa firmó en el Libro de Honor con esta frase: “Misericordia quiero y no sacrificios”.



Después  saludó desde la terraza a los miles de jóvenes reunidos en el “prado de las confesiones”, --donde se han instalado numerosos confesionarios disponibles durante toda la jornada de la JMJ- que separa el santuario de la Divina Misericordia del adyacente Santuario de San Juan Pablo II, con estas palabras: “Buenos días a todos vosotros. Hoy el Señor quiere hacernos sentir todavía más profundamente su gran misericordia. No nos alejemos jamás de Jesús. Aunque pensemos que por nuestros pecados y nuestras faltas somos los peores, así nos prefiere él; así su misericordia se difunde. Aprovechemos este día para recibir todos la misericordia de Jesús. Recemos todos juntos a la Madre de la Misericordia. Ave María…”.


Imagen: www.elnuevoherald.com

Tras  bendecir a los presentes y pedirles por favor que rezasen por él, FRANCISCO entró en el Santuario de la Divina Misericordia  por la puerta del mismo nombre donde confesó a ocho personas, cinco chicas, dos chicos y un sacerdote de habla italiana, española y francesa y tras venerar al Santísimo Sacramento recorrió en automóvil el kilómetro que  lo separaba del Santuario dedicado a San Juan Pablo II  para celebrar la santa misa.

Papa en el arzobispado de Cracovia: "La crueldad no ha terminado en Auschwitz"

Cracovia, POLONIA, 30 de julio de 2016 (VIS).-  Ayer por la noche el Papa FRANCISCO se asomó a la ventana del Arzobispado de Cracovia para saludar a las personas que se agrupaban a su puerta entre los que se encontraban esta vez varios enfermos, personas sin hogar y discapacitados.

Imagen: es.radiovaticana.va

“Dobry wieczór! (Buenas noches) –dijo el Santo Padre- Hoy ha sido un día especial, una jornada de dolor. El viernes es el día que recordamos la muerte de Jesús, y hemos terminado con los jóvenes la jornada con la oración del Via Crucis. Hemos rezado el Via Crucis: el dolor y la muerte de Jesús por todos nosotros. Estamos unidos a Jesús sufriente. Pero no sólo sufriente hace dos mil años, sino también hoy. Sufre tanta gente: los enfermos, los que están en guerra, los sin techo, los hambrientos, los que dudan de la vida, que no sienten la felicidad, la salvación, o que sienten el peso del propio pecado.


En la tarde he estado en el hospital de niños. También allí Jesús sufre en tantos niños enfermos. Y siempre me viene la pregunta: ¿Por qué sufren los niños? Es un misterio. No hay respuesta para estas preguntas.


En la mañana, también otro dolor: he estado en Auschwitz, en Birkenau, para recordar los dolores de hace 70 años. ¡Cuánto dolor, cuánta crueldad! Pero, ¿es posible que nosotros los hombres, creados a semejanza de Dios, seamos capaces de hacer estas cosas? Se han cometido estas. No quisiera entristeceros, pero debo decir la verdad. La crueldad no ha terminado en Auschwitz, en Birkenau: también hoy, hoy se tortura a la gente; tantos presos son torturados, inmediatamente, para hacerlos hablar. Es terrible. Hoy, hombres y mujeres están en las cárceles superpobladas; viven ―perdonadme― como animales. Hoy se da esta crueldad. Nosotros decimos: Sí, hemos visto la crueldad de hace 70 años, como morían fusilados, o ahorcados, o con el gas. Pero hoy, en tanto lugares del mundo, donde hay guerra, sucede lo mismo.


En esta realidad, Jesús ha venido para cargarla sobre su espalda. Y nos pide rezar. Pedimos por todos los Jesús que hoy existen en el mundo: los hambrientos, los sedientos, los dudosos, los enfermos, los que están solos, los que sienten el peso de tantas dudas y culpas. Sufren mucho. Recemos por tantos niños enfermos, inocentes, que llevan la cruz desde pequeños. Y recemos por tantos hombres y mujeres que hoy son torturados en muchos países del mundo; por los encarcelados hacinados allí, como si fueran animales. Es triste lo que os digo, pero es la realidad. Pero también es realidad que Jesús ha cargado con todas estas cosas. También con nuestro pecado.


Todos los que estamos aquí somos pecadores, llevamos el peso de nuestros pecados. No sé si alguno no se siente pecador. Si alguno no se siente pecador que levante la mano. Todos somos pecadores. Pero él nos ama, nos ama. Y obramos, como pecadores, pero como hijos de Dios, hijos de su Padre. Recemos todos juntos una oración por esta gente que hoy sufre en el mundo tantas cosas feas, tantas maldades. Y cuando hay lágrimas, el niño busca a la mamá; también nosotros, pecadores, somos niños, buscamos a la Mamá, y recemos todos juntos a la Virgen, cada uno en su idioma”.


Después de rezar  un Ave María el Papa deseó a todos buenas noches y buen descanso y les pidió que rezasen por él. “Y mañana continuaremos esta bella Jornada de la Juventud. Muchas gracias”, se despidió.

Via Crucis en Blonia: "Jesús abrazó en la cruz el dolor y la muerte de los hombres y mujeres de todos los tiempos"

Cracovia, POLONIA, 30 de julio de 2016 (VIS).-  Después de su visita al hospital el Papa FRANCISCO se trasladó hacia las 17.45 al parque de Blonia donde desde hacía tres horas los participantes en la JMJ celebraban un evento bajo el lema “Via Crucis- Vía de la Misericordia”. El evento comprendía testimonios, oraciones, cantos, además de conexiones en directo con otras localidades donde tenían lugar celebraciones similares y vídeos de sitios dedicados a la misericordia tanto en Polonia como en el mundo. En cada estación llevaban la cruz un grupo de jóvenes pertenecientes a asociaciones procedentes de diferentes países.

Imagen: www.listindiario.com

FRANCISCO comenzó el discurso que dirigió a los jóvenes citando el evangelio de San Mateo:


«Tuve hambre y me disteis de comer,tuve sed y me disteis de beber,fui forastero y me hospedasteis,estuve desnudo y me vestisteis,enfermo y me visitasteis,en la cárcel y vinisteis a verme».


“Estas palabras de Jesús –afirmó- responden a la pregunta que a menudo resuena en nuestra mente y en nuestro corazón: «¿Dónde está Dios?». ¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre o sed, que no tienen hogar, que huyen, que buscan refugio? ¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras? ¿Dónde está Dios, cuando enfermedades terribles rompen los lazos de la vida y el afecto? ¿O cuando los niños son explotados, humillados, y también sufren graves patologías? ¿Dónde está Dios, ante la inquietud de los que dudan y de los que tienen el alma afligida? Hay preguntas para las cuales no hay respuesta humana. Sólo podemos mirar a Jesús, y preguntarle a él. Y la respuesta de Jesús es esta: «Dios está en ellos», Jesús está en ellos, sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forma casi como «un solo cuerpo».


Jesús mismo eligió identificarse con estos hermanos y hermanas que sufren por el dolor y la angustia, aceptando recorrer la vía dolorosa que lleva al calvario. Él, muriendo en la cruz, se entregó en las manos del Padre y, con amor que se entrega, cargó consigo las heridas físicas, morales y espirituales de toda la humanidad. Abrazando el madero de la cruz, Jesús abrazó la desnudez y el hambre, la sed y la soledad, el dolor y la muerte de los hombres y mujeres de todos los tiempos. En esta tarde, Jesús —y nosotros con él— abraza con especial amor a nuestros hermanos sirios, que huyeron de la guerra. Los saludamos y acogemos con amor fraternal y simpatía.


Recorriendo la Via Crucis de Jesús, hemos descubierto de nuevo la importancia de configurarnos con él mediante las 14 obras de misericordia. Ellas nos ayudan a abrirnos a la misericordia de Dios, a pedir la gracia de comprender que sin la misericordia no se puede hacer nada, sin la misericordia yo, tú, todos nosotros, no podemos hacer nada. Veamos primero las siete obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; vestir al desnudo; acoger al forastero; asistir al enfermo; visitar a los presos; enterrar a los muertos. Gratis lo hemos recibido, gratis lo hemos de dar. Estamos llamados a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, a tocar su carne bendita en quien está excluido, tiene hambre o sed, está desnudo, preso, enfermo, desempleado, perseguido, refugiado, emigrante. Allí encontramos a nuestro Dios, allí tocamos al Señor. Jesús mismo nos lo ha dicho, explicando el «protocolo» por el cual seremos juzgados: cada vez que hagamos esto con el más pequeño de nuestros hermanos, lo hacemos con él.


Después de las obras de misericordia corporales vienen las espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas, rogar a  Dios por los vivos y por los difuntos. Nuestra credibilidad como cristianos depende del modo en que acogemos a los marginados que están heridos en el cuerpo y al pecador herido en el alma. Nuestra credibilidad como cristianos depende del modo en que acogemos a los marginados que están heridos en el cuerpo y al pecador herido en el alma. No en las ideas, allí”.


Hoy la humanidad necesita hombres y mujeres, y en especial jóvenes como vosotros, que no quieran vivir sus vidas «a medias», jóvenes dispuestos a entregar sus vidas para servir generosamente a los hermanos más pobres y débiles, a semejanza de Cristo, que se entregó completamente por nuestra salvación. Ante el mal, el sufrimiento, el pecado, la única respuesta posible para el discípulo de Jesús es el don de sí mismo, incluso de la vida, a imitación de Cristo; es la actitud de servicio. Si uno, que se dice cristiano, no vive para servir, no sirve para vivir. Con su vida reniega de Jesucristo.


En esta tarde, queridos jóvenes, el Señor os invita de nuevo a que seáis protagonistas de vuestro servicio; quiere hacer de vosotros una respuesta concreta a las necesidades y sufrimientos de la humanidad; quiere que seáis un signo de su amor misericordioso para nuestra época. Para cumplir esta misión, él os señala la vía del compromiso personal y del sacrificio de sí mismo: es la vía de la cruz. La vía de la cruz es la vía de la felicidad de seguir a Cristo hasta el final, en las circunstancias a menudo dramáticas de la vida cotidiana; es la vía que no teme el fracaso, el aislamiento o la soledad, porque colma el corazón del hombre de la plenitud de Cristo. La vía de la cruz es la vía de la vida y del estilo de Dios, que Jesús manda recorrer a través también de los senderos de una sociedad a veces dividida, injusta y corrupta.


La vía de la cruz no es una costumbre sadomasoquista; la vía de la cruz es la única que vence el pecado, el mal y la muerte, porque desemboca en la luz radiante de la resurrección de Cristo, abriendo el horizonte a una vida nueva y plena. Es la vía de la esperanza y del futuro. Quien la recorre con generosidad y fe, da esperanza al  futuro y a la humanidad.


Queridos jóvenes, en aquel Viernes Santo muchos discípulos regresaron a sus casas tristes, otros prefirieron ir al campo para olvidar la cruz. Me pregunto: pero contestad cada uno de vosotros en silencio, en vuestro corazón, en el propio corazón—:¿Cómo deseáis regresar esta noche a vuestras casas, a vuestros alojamientos, , a vuestras tiendas? ¿Cómo deseáis volver esta noche a encontraros con vosotros mismos? El mundo nos mira. Corresponde a cada uno de vosotros responder al desafío de esta pregunta”.