sábado, 30 de junio de 2012

S.S. Benedicto XVI transcurrirá el período estivo en Castel Gandolfo


CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com - Junio 30 de 2012). Este sábado la Prefectura de la Casa Pontificia publicó el siguiente comunicado:


La tarde del martes 3 de Julio el Santo Padre Benedicto XVI se transferirá al Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.


En el período estivo serán suspendidas todas las Audiencias Privadas.


Las Audiencias Generales de los miércoles - estarán suspendidas durante el mes de Julio - reanudándose hasta el miércoles 1° de Agosto en Castel Gandolfo.


Los domingos durante el período estivo la oración mariana del Ángelus será rezada por S.S. Benedicto XVI desde el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.

Misión que acompañará al Enviado Especial a Rabaul


CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com - Junio 30 de 2012). Hoy se hizo pública la Carta escrita en latín, fechada el 8 de Junio, con la que el Santo Padre Benedicto XVI ha nombrado al Cardenal Joseph Ze-kiun Zen, S.D.B., Obispo Emérito de Hong Kong, Su Enviado Especial a la celebración del Centenario del nascimiento del Beato Peter Torot, catequista y mártir de Papua Nueva Guinea, programada en Rabaul el 7 de Julio de 2012.


La Misión que acompañará al Cardenal Enviado Especial está compuesta por los siguientes eclesiásticos:


- Monseñor Rochus Josef Tatamai, M.S.C., Obispo de Bereina;


- Reverendo Don Francis Meli, Sacerdote de la diócesis de Rabaul y Vicario Judicial del Tribunale Arquidiocesano de primera instancia.

Audiencias y Actos Pontificios de Benedicto 16 (Sábado 30 de Junio)


CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com - Junio 30 de 2012). Esta mañana el Papa Benedicto XVI recibió en el Palacio Apostólico Vaticano en Audiencias Separadas a:


* Cardenal William Joseph Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe;


* Arzobispos Metropolitanos que ayer recibieron la imposición del Palio, con sus familiares y fieles (11:30 horas, Aula Pablo VI).


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Así mismo este sábado en otros Actos Pontificios S.S. Benedicto XVI:


* Nombro Obispo de Zamość-Lubaczów en Polonia a Monseñor Marian Rojek, transfiriéndolo de la Sede Titular de Tisedi como Auxiliar de Przemyśl de los Latinos.


El Obispo electo nació el 9 de Abril de 1955 en Rzeszów (Przemyśl de los Latinos).


Fue ordenado Sacerdote el 7 de Junio de 1981.


Actualmente en la Conferencia Episcopal Polaca es Presidente del Grupo bilateral católico-ortodoxo para el Diálogo ecuménico, Presidente del Grupo para los contactos con los raepresentantes de la Iglesia greco-católica en Ucraina y Miembro del Grupo de Ayuda a la Iglesia en Oriente.


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* Nombra Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso al Reverendo Padre Miguel Ángel Ayuso Guixot, M.C.C.J., Presidente del Pontificio Instituto de Estudios Árabes y de Islamística.


El Obispo electo nació el 17 de Junio de 1952 en Sevilla, España.


Fue ordenado Sacerdote el 20 de Septiembre de 1982.


Desde 1989 ha sido profesor de islamología primero en Khartoum, posteriormente en el Cairo y en el Pontificio Instituto de Estudios Árabes y de Islamística.


Ha presidido varios encuentros de diálogo interreligioso en África (Egipto, Sudán, Kenya, Etiopía y Mozambique).


Ha publicado dos libros y alcunos artículos en revistas internacionales.


Aparte de su lengua madre el español habla árabe, inglés, francés e italiano.


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* Nombró Presidentes Delegados de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos,que se celebrará en el Vaticano del 7 al 28 de Octubre de 2012, sobre el tema "La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana" a:


- Cardenal John TONG HON, Obispo de Hong Kong (Cina); 


- Cardenal Francisco ROBLES ORTEGA, Arzobispo de Guadalajara (México); 


- Cardenal Laurent MONSENGWO PASINYA, Arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo). 


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* Aceptó las renuncias a los gobiernos pastorales de las diócesis de:


- Dunkeld (Escocia), presentada por Monseñor Vincent Paul Logan, en conformidad al canon 401 § 2 del Código de Derecho Canónico.


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- Phú Cuong (Viêt Nam), presentada por Monseñor Pierre Trân Đinh Tu, en conformidad al canon 401 § 1 del Código de Derecho Canónico.


- Le sucede Monseñor Joseph Nguyên Tân Tuóc, Coadjutor de la misma diócesis.


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- Quy Nhon (Viêt Nam), presentada por Monseñor Pierre Nguyên Soan, en conformidad al canon 401 § 1 del Código de Derecho Canónico.


- Le sucede Monseñor Matthieu Nguyên Van Khôi, Coadjutor de la misma diócesis.

BENEDICTO XVI: Homilía (Jn. 29), Audiencia (Jn. 27), Ángelus (Jn. 24)



SANTA MISA E IMPOSICIÓN DEL PALIO
A LOS NUEVOS METROPOLITANOS
  HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica Vaticana
Viernes 29 de Junio de 2012


Señores cardenales,
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas
Estamos reunidos alrededor del altar para celebrar la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia de Roma. Están aquí presentes los arzobispos metropolitanos nombrados durante este último año, que acaban de recibir el palio, y a quienes va mi especial y afectuoso saludo. También está presente, enviada por Su Santidad Bartolomé I, una eminente delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que acojo con reconocimiento fraterno y cordial. Con espíritu ecuménico me alegra saludar y dar las gracias a “The Choir of Westminster Abbey”, que anima la liturgia junto con la Capilla Sixtina. Saludo además a los señores embajadores y a las autoridades civiles: a todos les agradezco su presencia y oración.
Como todos saben, delante de la Basílica de San Pedro, están colocadas dos imponentes estatuas de los apóstoles Pedro y Pablo, fácilmente reconocibles por sus enseñas: las llaves en las manos de Pedro y la espada entre las de Pablo. También sobre el portal mayor de la Basílica de San Pablo Extramuros están representadas juntas escenas de la vida y del martirio de estas dos columnas de la Iglesia. La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. En Roma, además, su vinculación como hermanos en la fe ha adquirido un significado particular. En efecto, la comunidad cristiana de esta ciudad los consideró una especie de contrapunto de los míticos Rómulo y Remo, la pareja de hermanos a los que se hace remontar la fundación de Roma. Se puede pensar también en otro paralelismo opuesto, siempre a propósito del tema de la hermandad: es decir, mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad: aquí se encuentra el primer mensaje fundamental que la solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros, y cuya importancia se refleja también en la búsqueda de aquella plena comunión, que anhelan el Patriarca ecuménico y el Obispo de Roma, como también todos los cristianos.
En el pasaje del Evangelio de san Mateo que hemos escuchado hace poco, Pedro hace la propia confesión de fe a Jesús reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios; la hace también en nombre de los otros apóstoles. Como respuesta, el Señor le revela la misión que desea confiarle, la de ser la «piedra», la «roca», el fundamento visible sobre el que está construido todo el edificio espiritual de la Iglesia (cf. Mt 16, 16-19). Pero ¿de qué manera Pedro es la roca? ¿Cómo debe cumplir esta prerrogativa, que naturalmente no ha recibido para sí mismo? El relato del evangelista Mateo nos dice en primer lugar que el reconocimiento de la identidad de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene «de la carne y de la sangre», es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la «carne y sangre»: Él «se puso a increparlo: … [Señor] eso no puede pasarte» (16, 22). Y Jesús, a su vez, le replicó: «Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo…» (v. 23). El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar – en griego skandalon. Así se manifiesta la tensión que existe entre el don que proviene del Señor y la capacidad humana; y en esta escena entre Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado el drama de la historia del mismo papado, que se caracteriza por la coexistencia de estos dos elementos: por una parte, gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo; por otra, emergen también, a lo largo de los siglos, la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar.
En el Evangelio de hoy emerge con fuerza la clara promesa de Jesús: «el poder del infierno», es decir las fuerzas del mal, no prevalecerán, «non praevalebunt». Viene a la memoria el relato de la vocación del profeta Jeremías, cuando el Señor, al confiarle la misión, le dice: «Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo; lucharán contra ti, pero no te podrán -non praevalebunt-, porque yo estoy contigo para librarte» (Jr 1, 18-19). En verdad, la promesa que Jesús hace a Pedro es ahora mucho más grande que las hechas a los antiguos profetas: Éstos, en efecto, fueron amenazados sólo por enemigos humanos, mientras Pedro ha de ser protegido de las «puertas del infierno», del poder destructor del mal. Jeremías recibe una promesa que tiene que ver con él como persona y con su ministerio profético; Pedro es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro.
Pasemos ahora al símbolo de las llaves, que hemos escuchado en el Evangelio. Nos recuerdan el oráculo del profeta Isaías sobre el funcionario Eliaquín, del que se dice: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá» (Is22,22). La llave representa la autoridad sobre la casa de David. Y en el Evangelio hay otra palabra de Jesús dirigida a los escribas y fariseos, a los cuales el Señor les reprocha de cerrar el reino de los cielos a los hombres (cf. Mt 23,13). Estas palabras también nos ayudan a comprender la promesa hecha a Pedro: a él, en cuanto fiel administrador del mensaje de Cristo, le corresponde abrir la puerta del reino de los cielos, y juzgar si aceptar o excluir (cf. Ap 3,7). Las dos imágenes – la de las llaves y la de atar y desatar – expresan por tanto significados similares y se refuerzan mutuamente. La expresión «atar y desatar» forma parte del lenguaje rabínico y alude por un lado a las decisiones doctrinales, por otro al poder disciplinar, es decir a la facultad de aplicar y de levantar la excomunión. El paralelismo «en la tierra… en los cielos» garantiza que las decisiones de Pedro en el ejercicio de su función eclesial también son válidas ante Dios.
En el capítulo 18 del Evangelio según Mateo, dedicado a la vida de la comunidad eclesial, encontramos otras palabras de Jesús dirigidas a los discípulos: «En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 18,18). Y san Juan, en el relato de las apariciones de Cristo resucitado a los Apóstoles, en la tarde de Pascua, refiere estas palabras del Señor: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23). A la luz de estos paralelismos, aparece claramente que la autoridad de atar y desatar consiste en el poder de perdonar los pecados. Y esta gracia, que debilita la fuerza del caos y del mal, está en el corazón del misterio y del ministerio de la Iglesia. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por medio de la Cruz de Jesucristo. Las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz desde el Calvario. Así, podemos también comprender porqué, en el relato del evangelio, tras la confesión de fe de Pedro, sigue inmediatamente el primer anuncio de la pasión: en efecto, Jesús con su muerte ha vencido el poder del infierno, con su sangre ha derramado sobre el mundo un río inmenso de misericordia, que irriga con su agua sanadora la humanidad entera.
Queridos hermanos, como recordaba al principio, la tradición iconográfica representa a san Pablo con la espada, y sabemos que ésta significa el instrumento con el que fue asesinado. Pero, leyendo los escritos del apóstol de los gentiles, descubrimos que la imagen de la espada se refiere a su misión de evangelizador. Él, por ejemplo, sintiendo cercana la muerte, escribe a Timoteo: «He luchado el noble combate» (2 Tm 4,7). No es ciertamente la batalla de un caudillo, sino la de quien anuncia la Palabra de Dios, fiel a Cristo y a su Iglesia, por quien se ha entregado totalmente. Y por eso el Señor le ha dado la corona de la gloria y lo ha puesto, al igual que a Pedro, como columna del edificio espiritual de la Iglesia.
Queridos Metropolitanos: el palio que os he impuesto, os recordará siempre que habéis sido constituidos en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Animados por esta certeza, sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y «sinfónica», y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu. Que la Santa Madre de Dios nos guíe y nos acompañe siempre en el camino de la fe y de la caridad. Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Amén.


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AUDIENCIA GENERAL DE S.S. BENEDICTO XVI

Palacio Apostólico Vaticano
Sala Pablo VI
Miércoles 27 de Junio de 2012


Queridos hermanos y hermanas:
Nuestra oración está hecha, como hemos visto los miércoles pasados, de silencios y palabra, de canto y gestos que implican a toda la persona: los labios, la mente, el corazón, todo el cuerpo. Es una característica que encontramos en la oración judía, especialmente en los Salmos. Hoy quiero hablar de uno de los cantos o himnos más antiguos de la tradición cristiana, que san Pablo nos presenta en el que, en cierto modo, es su testamento espiritual: la Carta a los Filipenses. Se trata de una Carta que el Apóstol dicta mientras se encuentra en la cárcel, tal vez en Roma. Siente próxima su muerte, pues afirma que su vida será ofrecida como sacrificio litúrgico (cf. Flp 2, 17).
A pesar de esta situación de grave peligro para su incolumidad física, san Pablo, en toda la Carta, manifiesta la alegría de ser discípulo de Cristo, de poder ir a su encuentro, hasta el punto de que no ve la muerte como una pérdida, sino como una ganancia. En el último capítulo de la Carta hay una fuerte invitación a la alegría, característica fundamental del ser cristianos y de nuestra oración. San Pablo escribe: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4). Pero, ¿cómo puede alguien estar alegre ante una condena a muerte ya inminente? ¿De dónde, o mejor, de quién le viene a san Pablo la serenidad, la fuerza, la valentía de ir al encuentro del martirio y del derramamiento de su sangre?
Encontramos la respuesta en el centro de la Carta a los Filipenses, en lo que la tradición cristiana denomina carmen Christo, el canto a Cristo, o más comúnmente, «himno cristológico»; un canto en el que toda la atención se centra en los «sentimientos» de Cristo, es decir, en su modo de pensar y en su actitud concreta y vivida. Esta oración comienza con una exhortación: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2, 5). Estos sentimientos se presentan en los versículos siguientes: el amor, la generosidad, la humildad, la obediencia a Dios, la entrega. No se trata sólo y sencillamente de seguir el ejemplo de Jesús, como una cuestión moral, sino de comprometer toda la existencia en su modo de pensar y de actuar. La oración debe llevar a un conocimiento y a una unión en el amor cada vez más profundos con el Señor, para poder pensar, actuar y amar como él, en él y por él. Practicar esto, aprender los sentimientos de Jesús, es el camino de la vida cristiana.
Ahora quiero reflexionar brevemente sobre algunos elementos de este denso canto, que resume todo el itinerario divino y humano del Hijo de Dios y abarca toda la historia humana: desde su ser de condición divina, hasta la encarnación, la muerte en cruz y la exaltación en la gloria del Padre está implícito también el comportamiento de Adán, el comportamiento del hombre desde el inicio. Este himno a Cristo parte de su ser «en morphe tou Theou», dice el texto griego, es decir, de su ser «en la forma de Dios», o mejor, en la condición de Dios. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no vive su «ser como Dios» para triunfar o para imponer su supremacía; no lo considera una posesión, un privilegio, un tesoro que guardar celosamente. Más aún, «se despojó de sí mismo», se vació de sí mismo asumiendo, dice el texto griego, la «morphe doulou», la «forma de esclavo», la realidad humana marcada por el sufrimiento, por la pobreza, por la muerte; se hizo plenamente semejante a los hombres, excepto en el pecado, para actuar como siervo completamente entregado al servicio de los demás. Al respecto, Eusebio de Cesarea, en el siglo iv, afirma: «Tomó sobre sí mismo las pruebas de los miembros que sufren. Hizo suyas nuestras humildes enfermedades. Sufrió y padeció por nuestra causa y lo hizo por su gran amor a la humanidad» (La demostración evangélica, 10, 1, 22). San Pablo prosigue delineando el cuadro «histórico» en el que se realizó este abajamiento de Jesús: «Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8). El Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre y recorrió un camino en la completa obediencia y fidelidad a la voluntad del Padre hasta el sacrificio supremo de su vida. El Apóstol especifica más aún: «hasta la muerte, y una muerte de cruz». En la cruz Jesucristo alcanzó el máximo grado de la humillación, porque la crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres: «mors turpissima crucis», escribe Cicerón (cf. In Verrem, v, 64, 165).
En la cruz de Cristo el hombre es redimido, y se invierte la experiencia de Adán: Adán, creado a imagen y semejanza de Dios, pretendió ser como Dios con sus propias fuerzas, ocupar el lugar de Dios, y así perdió la dignidad originaria que se le había dado. Jesús, en cambio, era «de condición divina», pero se humilló, se sumergió en la condición humana, en la fidelidad total al Padre, para redimir al Adán que hay en nosotros y devolver al hombre la dignidad que había perdido. Los Padres subrayan que se hizo obediente, restituyendo a la naturaleza humana, a través de su humanidad y su obediencia, lo que se había perdido por la desobediencia de Adán.
En la oración, en la relación con Dios, abrimos la mente, el corazón, la voluntad a la acción del Espíritu Santo para entrar en esa misma dinámica de vida, come afirma san Cirilo de Alejandría, cuya fiesta celebramos hoy: «La obra del Espíritu Santo busca transformarnos por medio de la gracia en la copia perfecta de su humillación» (Carta Festal 10, 4). La lógica humana, en cambio, busca con frecuencia la realización de uno mismo en el poder, en el dominio, en los medios potentes. El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas la torre de Babel para alcanzar por sí mismo la altura de Dios, para ser como Dios. La Encarnación y la cruz nos recuerdan que la realización plena está en la conformación de la propia voluntad humana a la del Padre, en vaciarse del propio egoísmo, para llenarse del amor, de la caridad de Dios y así llegar a ser realmente capaces de amar a los demás. El hombre no se encuentra a sí mismo permaneciendo cerrado en sí mismo, afirmándose a sí mismo. El hombre sólo se encuentra saliendo de sí mismo. Sólo si salimos de nosotros mismos nos reencontramos. Adán quiso imitar a Dios, cosa que en sí misma no está mal, pero se equivocó en la idea de Dios. Dios no es alguien que sólo quiere grandeza. Dios es amor que ya se entrega en la Trinidad y luego en la creación. Imitar a Dios quiere decir salir de sí mismo, entregarse en el amor.
En la segunda parte de este «himno cristológico» de la Carta a los Filipenses, cambia el sujeto; ya no es Cristo, sino Dios Padre. San Pablo pone de relieve que, precisamente por la obediencia a la voluntad del Padre, «Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre» (Flp2, 9-10). Aquel que se humilló profundamente asumiendo la condición de esclavo, es exaltado, elevado sobre todas las cosas por el Padre, que le da el nombre de «Kyrios», «Señor», la suprema dignidad y señorío. Ante este nombre nuevo, que es el nombre mismo de Dios en el Antiguo Testamento, «toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 10-11). El Jesús que es exaltado es el de la última Cena, que se despoja de sus vestiduras, se ata una toalla, se inclina a lavar los pies a los Apóstoles y les pregunta: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13, 12-14). Es importante recordar siempre en nuestra oración y en nuestra vida que «el ascenso a Dios se produce precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es la esencia de Dios y, por eso, la verdadera fuerza purificadora que capacita al hombre para percibir y ver a Dios» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 124).
El himno de la Carta a los Filipenses nos ofrece aquí dos indicaciones importantes para nuestra oración. La primera es la invocación «Señor» dirigida a Jesucristo, sentado a la derecha del Padre: él es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos «dominadores» que la quieren dirigir y guiar. Por ello, es necesario tener una escala de valores en la que el primado corresponda a Dios, para afirmar con san Pablo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3, 8). El encuentro con el Resucitado le hizo comprender que él es el único tesoro por el cual vale la pena gastar la propia existencia.
La segunda indicación es la postración, el «doblarse de toda rodilla» en la tierra y en el cielo, que remite a una expresión del profeta Isaías, donde indica la adoración que todas las criaturas deben a Dios (cf. 45, 23). La genuflexión ante el Santísimo Sacramento o el ponerse de rodillas durante la oración expresan precisamente la actitud de adoración ante Dios, también con el cuerpo. De ahí la importancia de no realizar este gesto por costumbre o de prisa, sino con profunda consciencia. Cuando nos arrodillamos ante el Señor confesamos nuestra fe en él, reconocemos que él es el único Señor de nuestra vida.
Queridos hermanos y hermanas, en nuestra oración fijemos nuestra mirada en el Crucificado, detengámonos con mayor frecuencia en adoración ante la Eucaristía, para que nuestra vida entre en el amor de Dios, que se abajó con humildad para elevarnos hasta él. Al comienzo de la catequesis nos preguntamos cómo podía alegrarse san Pablo ante el riesgo inminente del martirio y del derramamiento de su sangre. Esto sólo es posible porque el Apóstol nunca apartó su mirada de Cristo, hasta llegar a ser semejante a él en la muerte, «con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 11). Como san Francisco ante el crucifijo, digamos también nosotros: Altísimo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón. Dame una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta, juicio y discernimiento para cumplir tu verdadera y santa voluntad. Amén (cf. Oración ante el Crucifijo: FF [276]).

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de la Arquidiócesis de Los Altos, y de la Diócesis de Zacatecoluca, acompañados por sus Pastores, así como a los provenientes de España, México, Colombia y otros países latinoamericanos. Invito a todos a que fijen en la oración su mirada en el Crucifijo, a detenerse frecuentemente para la adoración eucarística y así entrar en el amor de Dios, que se ha abajado con humildad para elevarnos hacia Él. Muchas gracias.


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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

San Marino di Carpi - Modena
Martes 26 de Junio de 2012


Queridos hermanos y hermanas:
¡Gracias por vuestra acogida!
Desde los primeros días del terremoto que os golpeó, he estado siempre cerca de vosotros con la oración y el interés. Pero cuando vi que la prueba se hacía más dura, sentí de modo más fuerte la necesidad de venir en persona en medio de vosotros. Y doy gracias al Señor que me lo ha concedido.
Así, estoy con gran afecto con vosotros, aquí reunidos, y abrazo con la mente y con el corazón a todos los pueblos, a todas las poblaciones que han sufrido daños a causa del seísmo, especialmente a las familias y a las comunidades que lloran a sus difuntos: que el Señor los acoja en su paz. Hubiera querido visitar a todas las comunidades para hacerme presente de modo personal y concreto, pero vosotros sabéis bien que sería muy difícil. En este momento, sin embargo, quisiera que todos, en cada pueblo, sintierais que el corazón del Papa está cerca de vuestro corazón para consolaros, pero sobre todo para animaros y para sosteneros. Saludo al señor ministro representante del Gobierno, al jefe del departamento de la Protección civil, y al honorable Vasco Errani, presidente de la región Emilia Romaña, al que agradezco de corazón las palabras que me ha dirigido en nombre de las instituciones y de la comunidad civil. Deseo expresar mi gratitud también al cardenal Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, por las afectuosas palabras que me ha dirigido, en las que se aprecia la fuerza de vuestros corazones, que no tienen grietas, sino que están profundamente unidos en la fe y en la esperanza. Saludo y manifiesto mi agradecimiento a mis hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, a los representantes de las diferentes realidades religiosas y sociales, a las fuerzas del orden y a los voluntarios: es importante dar un testimonio concreto de solidaridad y de unidad. Agradezco este gran testimonio, sobre todo de los voluntarios.
Como os decía, he sentido la necesidad de venir, aunque sea sólo por un breve momento, en medio de vosotros. Ya cuando estaba en Milán, a inicios de este mes, para el Encuentro mundial de las familias, habría querido pasar a visitaros, y a menudo pensaba en vosotros. De hecho, sabía que, además de sufrir las consecuencias materiales, estabais atravesando una prueba en vuestro espíritu, por la prolongación de las sacudidas, algunas incluso fuertes; así como por la pérdida de algunos edificios simbólicos de vuestros pueblos y, entre ellos de modo particular, de muchas iglesias. Aquí, en Rovereto di Novi, al derrumbarse la iglesia —que acabo de ver— perdió la vida don Ivan Martini. Rindiendo homenaje a su memoria, dirijo un saludo particular a vosotros, queridos sacerdotes, y a todos vuestros compañeros, que estáis demostrando, como ya sucedió en otras horas difíciles de la historia de estas tierras, vuestro amor generoso al pueblo de Dios.
Como sabéis, nosotros los sacerdotes —aunque también los religiosos y no pocos laicos— rezamos cada día con el «Breviario», que contiene la Liturgia de las Horas, la oración de la Iglesia que marca la jornada. Oramos con los Salmos, según un orden que es el mismo para toda la Iglesia católica, en todo el mundo. ¿Por qué os digo esto? Porque en estos días, al rezar el Salmo 46, he encontrado esta expresión que me ha conmovido: «Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar» (Sal 46, 2-3). ¿Cuántas veces he leído estas palabras? Innumerables veces. Soy sacerdote desde hace sesenta y un años. Y sin embargo, en ciertos momentos, como este, esas palabras me conmueven profundamente, porque tocan el corazón, dan voz a una experiencia que ahora vosotros estáis viviendo, y que comparten todos los que rezan. Pero, como veis, estas palabras del Salmo no sólo me impresionan porque usan la imagen del terremoto, sino sobre todo por lo que afirman respecto de nuestra actitud interior ante la devastación de la naturaleza: una actitud de gran seguridad, basada en la roca estable, inquebrantable, que es Dios. Nosotros «no tememos aunque tiemble la tierra» —dice el salmista— porque «Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza», es «poderoso defensor en el peligro».
Queridos hermanos y hermanas, estas palabras parecen contrastar con el miedo que inevitablemente se siente después de una experiencia como la que habéis vivido. Una reacción inmediata, que puede imprimirse más profundamente si el fenómeno se prolonga. Pero, en realidad, el Salmo no se refiere a este tipo de miedo, que es natural, y la seguridad que afirma no es la de superhombres que no albergan sentimientos normales. La seguridad de la que habla es la de la fe, por la que, ciertamente, podemos tener miedo, angustia —la experimentó también Jesús, como sabemos—, pero en medio de todo miedo y angustia tenemos, sobre todo, la certeza de que Dios está con nosotros; como el niño que sabe que siempre puede contar con su mamá y su papá, porque se siente amado, querido, ocurra lo que ocurra. Así, con respecto a Dios, somos pequeños, frágiles, pero seguros en sus manos, es decir, abandonados a su Amor, que es sólido como una roca. Este Amor lo vemos en Cristo crucificado, que es el signo del dolor, del sufrimiento y, a la vez, del amor. Es la revelación de Dios Amor, solidario con nosotros hasta la extrema humillación.
Sobre esta roca, con esta firme esperanza, se puede construir, se puede reconstruir. Sobre los escombros de la segunda guerra mundial —no sólo los materiales— Italia ciertamente fue reconstruida también gracias a las ayudas recibidas, pero sobre todo gracias a la fe de mucha gente animada por un espíritu de verdadera solidaridad, por la voluntad de dar un futuro a las familias, un futuro de libertad y de paz. Vosotros sois gente a la que todos los italianos estiman por vuestra humanidad y sociabilidad, por la laboriosidad unida a la jovialidad. Todo esto ahora ha sido puesto a dura prueba por esta situación, pero no debe y no puede afectar a lo que vosotros sois como pueblo, a vuestra historia y a vuestra cultura. Permaneced fieles a vuestra vocación de gente fraterna y solidaria, y afrontaréis cualquier cosa con paciencia y determinación, rechazando las tentaciones que por desgracia están vinculadas a estos momentos de debilidad y necesidad.
La situación que estáis viviendo ha puesto de manifiesto un aspecto que quisiera que estuviera muy presente en vuestro corazón: ¡no estáis y no estaréis solos! En estos días, en medio de tanta destrucción y de tanto dolor, habéis visto y sentido cómo tanta gente se ha movido para expresaros su cercanía, su solidaridad, su afecto; y esto a través de muchos signos y ayudas concretas. Mi presencia entre vosotros quiere ser uno de estos signos de amor y de esperanza. Al mirar vuestras tierras he experimentado una profunda conmoción ante tantas heridas, pero he visto también muchas manos que las quieren curar juntamente con vosotros; he visto que la vida vuelve a comenzar, quiere volver a comenzar con fuerza y valentía, y este es el signo más hermoso y luminoso.
Desde este lugar quiero lanzar un fuerte llamamiento a las instituciones, a todos los ciudadanos, a ser, a pesar de las dificultades del momento, como el buen samaritano del Evangelio, que no pasa indiferente ante quien padece necesidad, sino que, con amor, se inclina, socorre, permanece al lado, haciéndose cargo hasta el fondo de las necesidades del otro (cf. Lc 10, 29-37). La Iglesia está cerca de vosotros y lo seguirá estando con su oración y con la ayuda concreta de sus organizaciones, especialmente de la Cáritas, que se comprometerá también en la reconstrucción del tejido comunitario de las parroquias.
Queridos amigos, os bendigo a todos y cada uno, y os llevo con gran afecto en mi corazón.


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ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI

Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista
Domingo 24 de Junio de 2012

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, 24 de junio, celebramos la solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. Con excepción de la Virgen María, el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está íntimamente vinculado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. De hecho, desde el vientre materno Juan es el precursor de Jesús: el ángel anuncia a María su concepción prodigiosa como una señal de que «para Dios nada hay imposible» (Lc 1, 37), seis meses antes del gran prodigio que nos da la salvación, la unión de Dios con el hombre por obra del Espíritu Santo. Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como profeta que concluye el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, al Consagrado del Señor. De hecho, será Jesús mismo quien hablará de Juan con estas palabras: «Este es de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él» (Mt 11, 10-11).
El padre de Juan, Zacarías —marido de Isabel, pariente de María—, era sacerdote del culto del Antiguo Testamento. Él no creyó de inmediato en el anuncio de una paternidad tan inesperada, y por eso quedó mudo hasta el día de la circuncisión del niño, al que él y su esposa dieron el nombre indicado por Dios, es decir, Juan, que significa «el Señor da la gracia». Animado por el Espíritu Santo, Zacarías habló así de la misión de su hijo: «Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados» (Lc 1, 76-77). Todo esto se manifestó treinta años más tarde, cuando Juan comenzó a bautizar en el río Jordán, llamando al pueblo a prepararse, con aquel gesto de penitencia, a la inminente venida del Mesías, que Dios le había revelado durante su permanencia en el desierto de Judea. Por esto fue llamado «Bautista», es decir, «Bautizador» (cf. Mt 3, 1-6). Cuando un día Jesús mismo, desde Nazaret, fue a ser bautizado, Juan al principio se negó, pero luego aceptó, y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre celestial que lo proclamaba su Hijo (cf. Mt3, 13-17). Pero la misión del Bautista aún no estaba cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también en la muerte violenta: Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes, y así dio testimonio pleno del Cordero de Dios, al que antes había reconocido y señalado públicamente.
Queridos amigos, la Virgen María ayudó a su anciana pariente Isabel a llevar a término el embarazo de Juan. Que ella nos ayude a todos a seguir a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, a quien el Bautista anunció con gran humildad y celo profético.

Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, en Italia se celebra hoy la Jornada de la caridad del Papa. Agradezco a todas las comunidades parroquiales, a las familias y a los fieles su apoyo constante y generoso, que redunda en beneficio de tantos hermanos que atraviesan dificultades. A este propósito, recuerdo que pasado mañana, Dios mediante, realizaré una breve visita a las zonas golpeadas por el reciente terremoto en el norte de Italia. Quiero que sea un signo de la solidaridad de toda la Iglesia y, por eso, invito a todos a acompañarme con la oración.
(En español)
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los miembros de la comunidad boliviana en Italia, aquí presentes. La Iglesia celebra hoy la Natividad de San Juan Bautista, precursor del Señor, que en el seno materno exulta de gozo al llegar el Salvador del género humano. Quien fue la voz que dio a conocer a Cristo, Cordero que quita el pecado del mundo, nos sigue invitando hoy a escuchar y a acoger la divina Palabra, de la que él mismo dio testimonio, incluso con el derramamiento de su sangre. Confiemos estos propósitos a la Santísima Virgen María, a la que hoy deseo invocar bajo los gloriosos títulos de Copacabana y Urkupiña. ¡Feliz domingo!.


                                                      © Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana




viernes, 29 de junio de 2012

Hoy se cumplen 61 años de la Ordenación Sacerdotal de Benedicto XVI

http://catolicidad.blogspot.com y/o http://www.ssbenedictoxvi.org felicitan al Sumo Pontífice Benedicto XVI en el 61º aniversario de su Ordenación Sacerdotal.


¡Ayer, hoy, mañana y siempre con Usted Santo Padre!

Preside S.S. Benedicto XVI la Concelebración Eucarística con los nuevos Arzobispos Metropolitanos


CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com - Junio 29 de 2012). A las 9:00 horas de hoy, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la Basílica Vaticana, el Santo Padre Benedicto XVI impuso el sagrado Palio, en la Confesión del Apóstol Pedro, a 43 nuevos Arzobispos Metropolitanos. A otros tres prelados el sagrado Palio les fue entregado en sus sedes metropolitanas.


Posteriormente el Papa presidió la Concelebración Eucarística con los nuevos Arzobispos Metropolitanos.


Como es tradición en ocasión de la Fiesta de San Pedroy San Pablo Apóstoles, Patronos de la Ciudad de Roma, están presentes en la Santa Misa una Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, compuesta por: Su Eminencia Emmanuel Adamakis, Metropolita de Francia, Director de la Oficina de la Iglesia ortodoxa ante la Unión Europea; Su Gracia Ilias Katre, Obispo de Philomelion (U.S.A,); Reverendo Diácono Paisios Kokkinakis, Codicógrafo del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico.


Este es el texto íntegro de la homilía pronunciada por S.S. Benedicto XVI:


"Señores Cardenales,


Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,


Queridos hermanos y hermanas


Estamos reunidos alrededor del altar para celebrar la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia de Roma. Están aquí presentes los arzobispos metropolitanos nombrados durante este último año, que acaban de recibir el palio, y a quienes va mi especial y afectuoso saludo. También está presente, enviada por Su Santidad Bartolomé I, una eminente delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que acojo con reconocimiento fraterno y cordial. Con espíritu ecuménico me alegra saludar y dar las gracias a "The Choir of Westminster Abbey", que anima la liturgia junto con la Capilla Sixtina. Saludo además a los señores embajadores y a las autoridades civiles: a todos les agradezco su presencia y oración.


Como todos saben, delante de la Basílica de San Pedro, están colocadas dos imponentes estatuas de los apóstoles Pedro y Pablo, fácilmente reconocibles por sus enseñas: las llaves en las manos de Pedro y la espada entre las de Pablo. También sobre el portal mayor de la Basílica de San Pablo Extramuros están representadas juntas escenas de la vida y del martirio de estas dos columnas de la Iglesia. La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. En Roma, además, su vinculación como hermanos en la fe ha adquirido un significado particular. En efecto, la comunidad cristiana de esta ciudad los consideró una especie de contrapunto de los míticos Rómulo y Remo, la pareja de hermanos a los que se hace remontar la fundación de Roma. Se puede pensar también en otro paralelismo opuesto, siempre a propósito del tema de la hermandad: es decir, mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad: aquí se encuentra el primer mensaje fundamental que la solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros, y cuya importancia se refleja también en la búsqueda de aquella plena comunión, que anhelan el Patriarca ecuménico y el Obispo de Roma, como también todos los cristianos.


En el pasaje del Evangelio de san Mateo que hemos escuchado hace poco, Pedro hace la propia confesión de fe a Jesús reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios; la hace también en nombre de los otros apóstoles. Como respuesta, el Señor le revela la misión que desea confiarle, la de ser la «piedra», la «roca», el fundamento visible sobre el que está construido todo el edificio espiritual de la Iglesia (cf. Mt 16, 16-19). Pero ¿de qué manera Pedro es la roca? ¿Cómo debe cumplir esta prerrogativa, que naturalmente no ha recibido para sí mismo? El relato del evangelista Mateo nos dice en primer lugar que el reconocimiento de la identidad de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene «de la carne y de la sangre», es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la «carne y sangre»: Él «se puso a increparlo: … [Señor] eso no puede pasarte» (16, 22). Y Jesús, a su vez, le replicó: «Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo…» (v. 23). El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar – en griego skandalon. Así se manifiesta la tensión que existe entre el don que proviene del Señor y la capacidad humana; y en esta escena entre Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado el drama de la historia del mismo papado, que se caracteriza por la coexistencia de estos dos elementos: por una parte, gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo; por otra, emergen también, a lo largo de los siglos, la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar.


En el Evangelio de hoy emerge con fuerza la clara promesa de Jesús: «el poder del infierno», es decir las fuerzas del mal, no prevalecerán, «non praevalebunt». Viene a la memoria el relato de la vocación del profeta Jeremías, cuando el Señor, al confiarle la misión, le dice: «Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo; lucharán contra ti, pero no te podrán - non praevalebunt -, porque yo estoy contigo para librarte» (Jr 1, 18-19). En verdad, la promesa que Jesús hace a Pedro es ahora mucho más grande que las hechas a los antiguos profetas: Éstos, en efecto, fueron amenazados sólo por enemigos humanos, mientras Pedro ha de ser protegido de las «puertas del infierno», del poder destructor del mal. Jeremías recibe una promesa que tiene que ver con él como persona y con su ministerio profético; Pedro es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro.


Pasemos ahora al símbolo de las llaves, que hemos escuchado en el Evangelio. Nos recuerdan el oráculo del profeta Isaías sobre el funcionario Eliaquín, del que se dice: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá» (Is 22,22). La llave representa la autoridad sobre la casa de David. Y en el Evangelio hay otra palabra de Jesús dirigida a los escribas y fariseos, a los cuales el Señor les reprocha de cerrar el reino de los cielos a los hombres (cf. Mt 23,13). Estas palabras también nos ayudan a comprender la promesa hecha a Pedro: a él, en cuanto fiel administrador del mensaje de Cristo, le corresponde abrir la puerta del reino de los cielos, y juzgar si aceptar o excluir (cf. Ap 3,7). Las dos imágenes – la de las llaves y la de atar y desatar – expresan por tanto significados similares y se refuerzan mutuamente. La expresión «atar y desatar» forma parte del lenguaje rabínico y alude por un lado a las decisiones doctrinales, por otro al poder disciplinar, es decir a la facultad de aplicar y de levantar la excomunión. El paralelismo «en la tierra… en los cielos» garantiza que las decisiones de Pedro en el ejercicio de su función eclesial también son válidas ante Dios.


En el capítulo 18 del Evangelio según Mateo, dedicado a la vida de la comunidad eclesial, encontramos otras palabras de Jesús dirigidas a los discípulos: «En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 18,18). Y san Juan, en el relato de las apariciones de Cristo resucitado a los Apóstoles, en la tarde de Pascua, refiere estas palabras del Señor: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23). A la luz de estos paralelismos, aparece claramente que la autoridad de atar y desatar consiste en el poder de perdonar los pecados. Y esta gracia, que debilita la fuerza del caos y del mal, está en el corazón del misterio y del ministerio de la Iglesia. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por medio de la Cruz de Jesucristo. Las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz desde el Calvario. Así, podemos también comprender porqué, en el relato del evangelio, tras la confesión de fe de Pedro, sigue inmediatamente el primer anuncio de la pasión: en efecto, Jesús con su muerte ha vencido el poder del infierno, con su sangre ha derramado sobre el mundo un río inmenso de misericordia, que irriga con su agua sanadora la humanidad entera.


Queridos hermanos, como recordaba al principio, la tradición iconográfica representa a san Pablo con la espada, y sabemos que ésta significa el instrumento con el que fue asesinado. Pero, leyendo los escritos del apóstol de los gentiles, descubrimos que la imagen de la espada se refiere a su misión de evangelizador. Él, por ejemplo, sintiendo cercana la muerte, escribe a Timoteo: «He luchado el noble combate» (2 Tm 4,7). No es ciertamente la batalla de un caudillo, sino la de quien anuncia la Palabra de Dios, fiel a Cristo y a su Iglesia, por quien se ha entregado totalmente. Y por eso el Señor le ha dado la corona de la gloria y lo ha puesto, al igual que a Pedro, como columna del edificio espiritual de la Iglesia.


Queridos Metropolitanos: el palio que os he impuesto, os recordará siempre que habéis sido constituidos en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Animados por esta certeza, sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y «sinfónica», y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu. Que la Santa Madre de Dios nos guíe y nos acompañe siempre en el camino de la fe y de la caridad. Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.


Amén".


Al finalizar la Santa Misa, el Papa desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano rezó en Ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.


Estas fueron sus palabras en castellano:


"Saludo a los fieles de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los venidos de Argentina, Guatemala, México, Perú y Venezuela, que acompañan con su afecto y oración a los Arzobispos Metropolitanos que acaban de recibir el palio en esta Solemnidad de San Pedro y San Pablo. Que el ejemplo y la intercesión de los Apóstoles ayude a la Iglesia a dar en la hora presente un fiel y audaz testimonio del Evangelio de la salvación. Que Dios os bendiga".

Actos Pontificios de Benedicto XVI (Viernes 29 de Junio)


CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.com - Junio 29 de 2012).  En otros Actos Pontificios este viernes, Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, el Papa Benedicto XVI:


* Aceptó la dimisión al gobierno pastoral de la Prelatura territorial de Corocoro (Bolivia) presentada por Monseñor Toribio Ticona Porco, según el canon 401 § 1 del Código de Derecho Canónico.


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* Nombró Arzobispo de Beira en Mozambique al Reverendo Padre Claudio Dalla Zuanna, S.C.I., Vicario General delos Padres Dehonianos.


El Arzobispo electo nació el 7 de Noviembre de 1958, en Buenos Aires, Argentina.


Fue ordenado Sacerdote el 23 de Junio de 1984.


Ha sido de 1984-1985: Educador en el Seminario Menor-Escuela Misionera Sagrado Corazón en Padova; 1985-1988: Colaborador en la Misión de Invinha, Diócesis de Guruet; 1988-1997: Educador de los jóvenes teólogos (Maestro de profesores) en Maputo, Párroco de la Parroquia San Francisco de Asís en Infulene, Coordinador de la Comisión de los Formadores de la CIRM-CONFEREMO y Consejero Provincial; 1997-2003: Comprometido en la pastoral activa en la misión de Nauela y Milevane, siempre en Guruet; 2003-2009: Electo para un primer mandato como Consejero General de su Congregación; dal 2009: Vicario General de su Congregación.


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* Nombra Obispo Coadjuntor de la diócesis de Garissa en Kenya al Reverendo Joseph Alessandro, O.F.M. Cap., hasta ahora Vicario General de la misma diócesis.


El Obispo electo nació el 27 de Octubre de 1949 en Paola, Malta.


Fue ordenado Sacerdote el 5 de Abril de 1970 en Trento, Italia.


Ha sido: Formador de post-novicios, Proferor de religión, Superior, Profesor de Moral, Rector del INERM (Institutum Nationale Studiorum Ecclesiasticorum Religiosorum Melitensium), Director Provincial de la formación, Presidente del Consejo de los formadores, Consejero Provincial, Vicario Provincial, Secretario Provincial Ministro, Provincial, Misionero en Kenya. Actualmente es Vicario General de la Diócesis de Garissa.

jueves, 28 de junio de 2012

Recuerda S.S. Benedicto XVI las iniciativas ecuménicas del Patriarca Atenágoras y de los Pontífices Juan XXIII y Pablo VI


Ciudad del Vaticano, 28 de Junio 2012 (VIS).- Como es tradición, con motivo de la Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, S.S. Benedicto XVI recibió en el Vaticano a una Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el Patriarca Bartolomé I, en el marco del intercambio de visitas entre la Iglesia de Roma y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, en ocasión de las fiestas de sus respectivos patronos.


La delegación, que entregó al Papa un mensaje del Patriarca, estaba compuesta por el Metropolita de Francia Emmanuel Adamakis; el obispo Ilias Katre, de Philomelion (EE.UU); y el reverendo Paisios Kokkinakis, del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico.


La festividad de los Santos Pedro y Pablo, dijo Benedicto XVI a los representantes del Patriarcado Ecuménico “nos da la oportunidad de agradecer al Señor las obras extraordinarias que ha hecho y sigue haciendo a través de los Apóstoles en la vida de la Iglesia. Su predicación, sellada por el testimonio del martirio -observó- es la base sólida solida y perenne sobre la cual se asienta la Iglesia y ,en la fidelidad al depósito de la fe que nos han transmitido, encontramos las raíces la comunión que ya experimentamos entre nosotros”.


“En nuestro encuentro -al mismo tiempo que encomendamos a la intercesión de los gloriosos apóstoles y mártires Pedro y Pablo nuestra súplica para que el Señor (...) nos conceda llegar pronto al día bendito en que podamos compartir la mesa eucarística- le damos gracias por el camino de paz y reconciliación que nos ha hecho recorrer juntos. Este año se cumple el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, (...) Y fue en ese concilio en el que, como bien sabéis, estuvieron presentes algunos representantes del Patriarcado Ecuménico en calidad de Delegados fraternos, cuando se abrió una nueva fase importante de las relaciones entre nuestras Iglesias. Alabamos al Señor, ante todo, por el redescubrimiento de la hermandad profunda que nos une, y también por el camino recorrido en estos años por la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, con la esperanza de que, también en la fase actual, se progrese”.


“Recordando el aniversario del Concilio Vaticano II, creo que es justo rememorar la figura y la actividad del inolvidable Patriarca ecuménico Atenágoras (...) que junto con el beato Juan XXIII y el siervo de Dios Pablo VI, animados por la pasión por la unidad de la Iglesia que nace de la fe en Cristo el Señor, promovieron valerosas iniciativas que allanaron el camino a relaciones renovadas entre el Patriarcado Ecuménico y la Iglesia Católica. Me alegra profundamente que Su Santidad Bartolomé I continúe, con renovada fidelidad y creatividad fecunda, la senda trazada por sus predecesores, los patriarcas Atenágoras y Dimitrios, y sea conocido en todo el mundo por su apertura al diálogo entre los cristianos y por su compromiso para anunciar el Evangelio en el mundo contemporáneo”, finalizó el Santo Padre.

Decretos de la Congregación para las Causas de los Santos


Ciudad del Vaticano, 28 Junio 2012 (VIS).- El Papa Benedicto XVI ha recibido esta mañana en Audiencia al Cardenal Angelo Amato, S.D.B., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. En el transcurso de la misma, el Santo Padre ha autorizado a la Congregación a promulgar los siguientes decretos concernientes a:


MILAGROS atribuidos a la intercesión de:


- Venerable Siervo de Dios Luca Passi (1789-1866) italiano; sacerdote y fundador de la Congregación de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea.


- Venerable Sierva de Dios Francisca de Paula de Jesús, llamada “Nha Chica” (1808-1895), brasileña; laica.


MARTIRIO


- Siervos de Dios Manuel Borrás Ferré, Obispo Auxiliar de Tarragona (España) y Agapito Modesto ( en el siglo Modesto Pamplona Faiguera), españoles, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y de 145 compañeros más, asesinados por odio a la fe en España entre 1936 y 1939.


- Siervo de Dios Giuseppe Puglisi, (1937-1993), italiano, sacerdote diocesano, asesinado por odio a la fe en Palermo (Italia) el 15 de Septiembre de 1993.


- Siervos de Dios Hermenegildo de la Asunción (en el siglo Hermenegildo Iza y Aregita) y cinco compañeros de la Orden de la Santísima Trinidad, asesinados por odio a la fe en España en 1936.


- Sierva de Dios Victoria de Jesús ( en el siglo Francisca Valverde González), 1888-1937, española, religiosa del Pío Instituto Calasanzio de la Divina Pastora, asesinada por odio a la fe en España el 13 de Enero de 1937.


- Siervo de Dios Devasahayam (Lázaro) Pillai (1712-1752), hindú, laico, asesinado por odio a la fe en Aral Kurusady (India) el 14 de Enero de 1752.


VIRTUDES HEROICAS


- Siervo de Dios Sisto Riario Sforza (1810-1877), italiano, Cardenal y Arzobispo de Nápoles (Italia).


- Siervo de Dios Fulton Sheen (1895-1979), estadounidense; Arzobispo y Obispo de Rochester (EE.UU).


- Siervo de Dios Álvaro del Portillo y Díez de Sollano (1914-1994); español; Obispo y Prelado de la Prelatura personal del Opues Dei.


- Siervo de Dios Ludwig Tijssen (1865-1929), holandés; sacerdote diocesano.


- Siervo de Dios Cristóbal de Santa Catalina (en el siglo Cristóbal Fernández Valladolid), 1638-1690; español; sacerdote y fundador de la Congregación del Hospital de Jesús Nazareno de Córdoba.


- Sierva de Dios María del Sagrado Corazón (en el siglo Marie-Joseph Fitzbach) 1806-1885; canadiense; viuda, fundadora de las Siervas del Corazón Inmaculado de María, llamadas Hermanas del Buen Pastor de Québec (Canadá).


- Sierva de Dios Mary Angeline Teresa (en el siglo Bridget Teresa McCrory); 1893-1984, nacida en Irlanda del Norte; fundadora de la Congregación de las Hermanas Carmelitas para los ancianos y los enfermos.


- Sierva de Dios Maria Marguerite (en el siglo Adelaide Bogner); 1905-1933; húngara, religiosa profesa de la Orden de la Visitación.


- Sierva de Dios Ferdinanda Riva (1920-1956), italiana; religiosa profesa del Instituto de las Hijas de la Caridad.


El 10 de Mayo de 2012 el Santo Padre autorizó a la Congregación para promulgar el decreto concerniente al martirio del Siervo de Dios Juan Huguet y Cardona (1913-1936), español, sacerdote diocesano, asesinado por odio a la fe el 23 de Julio de 1936 en España.

Intenciones de oración de Benedicto XVI para Julio


Ciudad del Vaticano, 28 de Junio 2012 (VIS).- La Intención General del Apostolado de la Oración del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Julio es: “Para que todos tengan trabajo y lo puedan desempeñar en condiciones de estabilidad y seguridad”.


Su Intención Misionera es: “Para que los voluntarios cristianos presentes en territorios de misión sepan dar testimonio de la caridad de Cristo”.

Audiencias y Nombramientos de Benedicto 16 (Jueves 28 de Junio)


Ciudad del Vaticano, 28 Junio 2012 (VIS).- El Santo padre recibió este jueves en el Palacio Apostólico Vaticano en Audiencias Separadas a:


* Mordechay Levy, Embajador de Israel, en visita de despedida.


* Lamia A.H. Mekhemar, Embajadora de Egipto, en visita de despedida.


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Así mismo en otros Actos Pontificios, S.S. Benedicto XVI nombró:


* Obispo Carlo Roberto Maria Redaelli, hasta ahora Auxiliar de Milán (Italia), como Arzobispo Metropolitano de Gorizia en Italia.


Datos Estadísticos:  Superficie 1,030; población 186,627; católicos 181,027; sacerdotes 123; religiosos 309; diáconos permanentes 13. 


Sucede al Arzobispo Dino De Antoni cuya renuncia al gobierno pastoral de la Arquidiócesis fue aceptada por límite de edad.


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* Reverendo Marcel Damphousse como Obispo de la diócesis de Alexandria-Cornwall en Canadá.


Datos Estadísticos:  Superficie 1,290; población 90,100; católicos 56,642; sacerdotes 40; religiosos 95; diáconos permanentes 19. 


El Obispo electo nació en 1963 en Saint Joseph (Canadá) y fue ordenado Sacerdote en 1991. Después de cursar estudios de Psicología y Teología se licenció en 2002 en Teología Espiritual. Desde su ordenación ha sido Viario Parroquial; Párroco de Notre-Dame-de-la Nativité en Somerset y Presidente de la Comisión Diocesana para las Vocaciones; en 1996, Párroco de San León. Tras su licenciatura, entre 2003 y 2008 ha sido Director Diocesano para las vocaciones y Capellán del St. Boniface High School. Desde 2008 es Rector de la Basílica Catedral de St, Boniface y Miembro del Consejo Diocesano para Asuntos Económicos.


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* Arzobispo Henryk Józef Nowacki como Nuncio Apostólico en Suecia e Islandia.


El Arzobispo era hasta ahora Nuncio Apostólico en Nicaragua.

Aclaración sobre el viaje del Archimandrita


Ciudad del Vaticano (Agencia Fides, 28/6/2012) - Con respecto al testimonio del sacerdote francés el p. Philippe Tournyol du Clos, publicado por la Agencia Fides el 4/6/2012, aclaramos que - como confirman las cartas firmadas por el entonces Metropolitano Greco Católico de Beirut, Mons. Habib Bacha (véanse adjuntos) -Mons. Tournyol du Clos es Archimandrita y pertenece al Patriarcado de Antioquía y de todo el Oriente, de Jerusalén y de Alejandría. El Archimandrita estuvo en Siria en mayo de 2012 y se reunió con representantes de diferentes comunidades cristianas. Fides ha publicado un breve relato de su viaje. También precisamos que ni la Santa Sede, ni la ROACO (Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias orientales) han expresado una posición oficial sobre el relato del Archimandrita.


Links: 
Carta del Metropolitano Greco Católico de Beirut 
http://www.fides.org/ita/documents/fax_tournyol.pdf 


Decreto del Metropolitano Greco Católico de Beirut
http://www.fides.org/ita/documents/fax_tournyol2.pdf

"La gente está cansada de la violencia, es urgente realizar iniciativas de paz", dice el Pro-Vicario Apostólico


Aleppo, Siria (Agencia Fides, 28/6/2012) - Mientras el país se hunde en una guerra civil, "la mayoría de la población está cansada de la violencia, desea la paz y la dignidad. Lo que se necesita urgentemente son iniciativas de paz que, como franciscanos, animamos a realizar, dispuestos a aportar nuestra contribución, como lo estamos haciendo en muchos pueblos": lo comenta a la Agencia Fides el franciscano p. George Abu Khazen, OFM, Pro-Vicario en Alepo, al hablar de la difícil fase histórica que atraviesa el país.
Acogemos con favor la iniciativa interreligiosa "Mussalaha" (Reconciliación), que ha iniciado con gestos de reconciliación "desde abajo" entre los líderes y miembros de distintas comunidades, y que "es el resultado de la buena voluntad y el deseo sincero de paz de muchas personas que pertenecen a las más de 20 comunidades étnicas y religiosas que conforman el mosaico de la sociedad siria", dice el Pro-Vicario.


El p. George continúa: "Como franciscanos, tratamos de llevar un mensaje de paz y de continuar en el servicio a las personas, también en esta etapa del conflicto, a través de las obras de caridad y solidaridad. Estamos al servicio de todos, especialmente de los más pobres, sin distinción de raza o religión. En los pueblos y las ciudades más pequeños tratamos de hacernos mediadores en los micro-conflictos y en las divisiones que se ven acentuadas", explica a la Agencia Fides el p. George. Para evitar una escalada de la guerra civil en Siria, "es importante que las iniciativas populares para la paz sean fortalecidas y encuentren la manera de invitar a las partes en conflicto al diálogo: la violencia nunca es una solución". "Lamentablemente - concluye - la guerra acentúa las divisiones de cualquier tipo, mientras que Siria ha sido siempre, a lo largo de su historia, un ejemplo de convivencia: debemos volver a nuestras raíces para construir un futuro de paz, esperanza y reconciliación".

miércoles, 27 de junio de 2012

Benedicto XVI: "El Señor que adoramos es el que lava los pies a los apóstoles en la última cena"


Ciudad del Vaticano, 27 Junio 2012 (VIS).- La Carta a los Filipenses, considerada el testamento espiritual de San Pablo, fue el tema de la catequesis de la Audiencia General de los miércoles, celebrada a las 10.30 horas en el Aula Pablo VI.


El apóstol de las gentes dictó ese texto mientras estaba en la cárcel y sentía la muerte cercana; sin embargo, en su última parte hay una invitación a la alegría. La alegría, explicó el Papa Benedicto XVI es una “característica fundamental de ser cristianos (...) Pero, ¿como se puede estar alegres ante una condena de muerte inminente? ¿De dónde, o mejor, de quien obtiene San Pablo la serenidad y el valor para afrontar el martirio?”.


Encontramos la respuesta en el centro de la Carta a los Filipenses, en el llamado “carmen Christo” o “Himno cristológico”, un canto que “resume el itinerario divino y humano del Hijo de Dios” y que se abre con una exhortación: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo”. “Se trata -dijo el Papa- no sólo de seguir el ejemplo de Jesús (...) sino también de conformar toda nuestra existencia según su modo de pensar y de obrar”.


Este himno a Cristo parte de su ser “en la condición de Dios”; una condición que “Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre no vive (...) para triunfar o para imponer su supremacía”, sino asumiendo “la 'forma de esclavo'; de la realidad humana marcada por el sufrimiento, la pobreza y la muerte; asimilándose plenamente a los hombres, excepto en el pecado”.


San Pablo traza a continuación el marco histórico en que transcurrió la vida terrena de Jesús hasta el Calvario, “el máximo grado de humillación porque la crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres”. Pero “en la Cruz de Cristo, el hombre es redimido y la experiencia de Adán se transforma”. Si el primer hombre pretendió ser como Dios “Jesús, no obstante su condición de Dios (...) se sumergió en la condición humana para redimir al Adán que hay en nosotros y devolver al ser humano la dignidad que había perdido”.


“La lógica humana, en cambio -prosiguió el Santo Padre- busca a menudo la propia realización en el poder y el dominio (...) El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas la torre de Babel para llegar a la altura de Dios, para ser como Dios. La Encarnación y la Cruz nos recuerdan que la realización plena está en conformar la voluntad humana a la del Padre, en vaciarse (...) del egoísmo para llenarse del amor de Dios y de esa forma, ser verdaderamente capaces de amar a los demás”.


En la segunda parte del himno cristológico, el sujeto cambia; no es Cristo, sino Dios Padre que “exalta y eleva sobre todas las cosas a aquel que se humilló como un esclavo y lo llama 'Señor' (...) El Jesús exaltado- subrayó el Santo Padre- es el de la Última Cena, que (...) se inclina a lavar los pies de los apóstoles (...) Es importante recordarlo cuando rezamos y en nuestras vidas”.


La Carta a los Filipenses contiene dos indicaciones importantes para la oración. La primera es “la invocación 'Señor', dirigida a Jesucristo (...) que es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos 'dominadores' que la quieren dirigir (...) Por eso es necesario tener una escala de valores en la que Dios ocupa el primer puesto”.


La segunda es “la prostración (...) el 'doblar las rodillas' en el cielo y en la tierra en “signo de la adoración que todas las criaturas deben a Dios. La genuflexión ante el Santísimo Sacramento o el arrodillarse mientras rezamos expresan, también con el cuerpo, la actitud de oración ante Dios (..) Cuando nos arrodillamos ante el Señor confesamos nuestra fe en Él; reconocemos que es el único Señor de nuestra vida”.


“Al principio de la catequesis -concluyó S.S. Benedicto XVI- nos preguntábamos cómo San Pablo podía ser feliz ante el peligro inminente del martirio (...) Era posible sólo porque el apóstol no alejó nunca su mirada de Cristo”.


Posteriormente el Pontífice saludó a los fieles en francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, eslovaco, húngaro e italiano.


Estas fueron sus palabras en castellano:


"Queridos hermanos y hermanas:


Deseo tratar hoy del himno cristológico que san Pablo ofrece en su carta a los Filipenses, centrado en los «sentimientos» de Cristo y en su condición divina y humana: en la encarnación, en la muerte de cruz y en la exaltación en la gloria del Padre. Este cántico inicia con una exhortación: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo». Se trata no sólo de seguir los ejemplos de Jesús, sino también de conformar toda nuestra existencia según su modo de pensar y obrar. Está composición ofrece además dos indicaciones importantes para nuestra oración. La primera es la invocación de Jesucristo como «Señor». Él es el tesoro por el cual vale la pena gastar la vida. La segunda indicación es la postración: Ante este Nombre, toda rodilla se ha de doblar en el cielo y en la tierra. De este modo, cuando nos arrodillamos ante Cristo, confesamos nuestra fe en Él y lo reconocemos como único Señor. La oración debe conducir, pues, a una más plena toma de conciencia para pensar, actuar y amar en Cristo y por Cristo. Así, la mente, el corazón y la voluntad se abren a la acción del Espíritu Santo y somos transformados por medio de la gracia.


Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de la Arquidiócesis de Los Altos, y de la Diócesis de Zacatecoluca, acompañados por sus Pastores, así como a los provenientes de España, México, Colombia y otros países latinoamericanos. Invito a todos a que fijen en la oración su mirada en el Crucifijo, a detenerse frecuentemente para la adoración eucarística y así entrar en el amor de Dios, que se ha abajado con humildad para elevarnos hacia Él. Muchas gracias".


La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Benedición Apostólica impartida por S.S. Benedicto XVI.