lunes, 31 de octubre de 2011

Celebraciones Litúrgicas de Benedicto XVI

CIUDAD DEL VATICANO (www.ssbenedictoxvi.org - Octubre 31 de 2011).  Informa la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice que el próximo Jueves 3 de Noviembre de 2011, a las 11:30 horas, el Santo Padre Benedicto XVI presidirá en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, la concelebración de la Santa Misa con los Miembros del Colegio Cardenalicio, en sufragio de los Cardenales y Obispos que murieron durante el presente año.

Así mismo comunica que el viernes 4 de Noviembre a las 17:30 horas, el Papa presidirá la celebración de las Vísperas con los estudiantes de la Pontificia Universidad, por el inicio del Año Académico, en la Basílica Vaticana.

S.S. Benedicto XVI a Brasil: "Cooperación fructuosa entre Estado e Iglesia"

CIUDAD DEL VATICANO, 31 OCT 2011 (VIS).-  El nuevo Embajador de Brasil ante la Santa Sede, Almir Franco de Sá Barbuda, ha  presentado esta mañana sus credenciales a S.S. Benedicto XVI que, en el discurso que dirigió al diplomático, agradeció la disponibilidad de las autoridades brasileñas para organizar la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará  en Río de Janeiro en 2013.

  El Pontífice se refirió después a la larga historia de las relaciones diplomáticas entre Brasil y la  Santa Sede, establecidas poco después de la independencia del país, así como a la fecunda trayectoria conjunta de esa nación con la Iglesia Católica que se remonta a la primera misa celebrada el 26 de abril de 1500; y de la que dan testimonio "tantas ciudades bautizadas con nombres de santos y numerosos monumentos religiosos, algunos de los cuales simbolizan en todo el mundo a ese país, como es el caso de la estatua del Redentor en Río de Janeiro".

 Un capítulo importante de esa  historia "compartida y fructífera", fue escrito con el acuerdo firmado entre la Santa Sede y el gobierno brasileño en 2008 que "sella oficial y jurídicamente la independencia y la colaboración entre estas dos realidades". En este sentido, el Papa manifestó el deseo de que el Estado reconozca que "una sana laicidad no debe considerar la religión como un simple sentimiento individual relegado a la esfera privada, sino como una realidad que, al estar  organizada en estructuras visibles, necesita que la comunidad pública reconozca su presencia".

 "Por lo tanto -prosiguió-  compete al  Estado  garantizar la posibilidad de libre ejercicio del culto de cada confesión religiosa, así como sus actividades culturales, educativas  y caritativas,  cuando no sean contrarias a la moral y al orden público.  Ahora bien,  la contribución de la Iglesia no se limita a  iniciativas concretas  de asistencia,  humanitarias o  educativas, sino que apunta, sobre todo, al crecimiento ético de la sociedad, impulsado por las múltiples manifestaciones de la apertura a la trascendencia y por medio de  la formación de las conciencias  para cumplir con los deberes de la solidaridad".

  Entre los ámbitos de cooperación mutua, S.S. Benedicto XVI señaló el de la educación, al que la Iglesia contribuye "con  numerosas instituciones cuyo prestigio es reconocido en toda la sociedad. De hecho, el papel de la educación no puede reducirse a una mera transmisión de conocimientos y habilidades orientadas a la formación profesional, sino que debe abarcar todos los aspectos de la persona, desde la faceta social al anhelo de trascendencia. Por esta razón, es necesario reafirmar que la educación de una confesión religiosa en las escuelas públicas (...)  lejos de  significar que el Estado asume o impone una creencia religiosa particular, indica el reconocimiento de la religión como un valor necesario para la formación de la persona (...) y, además de no perjudicar a  la laicidad del Estado, garantiza el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, contribuyendo así a promover el bien común".

   Por último,  en el campo de la justicia social, "el gobierno brasileño sabe que puede contar con la Iglesia como un socio privilegiado en todas las iniciativas encaminadas a erradicar el hambre y la pobreza (...) y a ayudar a los más necesitados  a salir  de su estado de indigencia y (...) de  exclusión", finalizó el Papa.

Intenciones de oración del Papa para Noviembre y Comentario a la Intención Misionera

CIUDAD DEL VATICANO, 31 OCT 2010 (VIS).-  La Intención General del Apostolado de la Oración del Papa Benedicto XVI para el mes de Noviembre es: "Por las Iglesias católicas orientales, para que su venerable tradición sea reconocida y estimada como riqueza espiritual por toda la Iglesia".

Su Intención Misionera es: "Para que el continente africano encuentre en Cristo la fuerza para realizar el camino de reconciliación y justicia señalado por el segundo Sínodo de los Obispos de África".

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"Para que el continente africano encuentre en Cristo la fuerza para realizar el camino de reconciliación y justicia, indicado en el segundo Sínodo de los Obispos para África"
CIUDAD DEL VATICANO (Agencia Fides 31/10/2011).  África es conocido como el continente de la esperanza. Y en esa línea, Benedicto XVI animaba a los cristianos africanos a seguir esperando contra toda esperanza. A pesar de las dificultades actuales en los ámbitos de la política y de la sociedad, el Papa dijo a los creyente de esas tierras: África está llamada a la esperanza con vosotros y en vosotros (Homilía en Yaundé 19-3-2009).
No pueden pasarse por alto las dificultades reales que están presentes en este joven continente. Son numerosas las situaciones de injusticia, de pobreza, de enfermedad, de explotación, de intolerancia, de violencia y de guerra. La esperanza cristiana no se funda en una actitud que no quiere ver los problemas o que pretende ignorarlos. La Iglesia está convencida de que debe anunciar a Cristo, Buena Noticia del Padre, para que los hombres puedan encontrar en Él la esperanza, la reconciliación y la paz.
 Para que exista desarrollo tanto económico, como cultural o social es necesario un clima de paz que sepa superar las divisiones y las heridas a través de la reconciliación. Cristo crucificado nos ha reconciliado con Dios, ha destruido el protocolo que nos condenaba clavándolo con Él en la cruz. Aceptándole a Él, que es fuente de paz y justicia para todos, construimos la reconciliación. La verdadera reconciliación con Dios sólo tiene lugar cuando hay reconciliación entre los hombres.
El beato Juan Pablo II en su exhortación Ecclesia in Africa, proponía presentar la Iglesia como Familia de Dios. El Papa reconocía como especialmente apta para la situación del continente este modelo eclesial. Y afirmaba que esta "imagen pone el acento en la solicitud por el otro, la solidaridad, el calor de las relaciones, la acogida, el diálogo y la confianza. La nueva evangelización tenderá pues a edificar la Iglesia como Familia, excluyendo todo etnocentrismo y todo particularismo excesivo, tratando de promover por el contrario la reconciliación y la verdadera comunión entre las diversas etnias, favoreciendo la solidaridad y el compartir tanto el personal como los recursos de las Iglesias particulares, sin consideraciones indebidas de orden étnico" (EA, 63). La Iglesia en África debe ser para todos un lugar de auténtica reconciliación. Así, perdonados y reconciliados mutuamente, podrán llevar a todos el perdón y la reconciliación que Cristo ofrece.
 Que los fieles de este continente sean levadura de reconciliación que haga fermentar la masa, para que se extienda el Reino de Dios que es justicia y paz. Que recuerden a sus conciudadanos, como proponían los Lineamenta para el segundo Sínodo sobre África, que los hombres son verdaderamente hermanos. En caso contrario, el mundo parecerá cada vez más un campo de batalla donde sólo cuentan los intereses egoístas y donde reina la ley de la fuerza, que aleja a la humanidad de la deseada civilización del amor. 
Juan Pablo II confió a María el continente africano. Pidió su intercesión para que tenga lugar un nuevo Pentecostés sobre la Iglesia en África. Y así, "la efusión del Espíritu Santo haga de las culturas africanas lugares de comunión en la diversidad, transformando a los habitantes de este gran continente en generosos hijos de la Iglesia, que es Familia del Padre, Fraternidad del Hijo, Imagen de la Trinidad, germen e inicio en la tierra de aquel Reino eterno que tendrá su plenitud en la Ciudad cuyo constructor es Dios: Ciudad de justicia, de amor y de paz".
 

Recuerda Benedicto XVI a los afectados por las inundaciones en Tailandia e Italia

CIUDAD DEL VATICANO, 30 OCT 2011 (VIS).-  Este mediodía, S.S. Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con las personas presentes en la Plaza de San Pedro.

  El Papa comentó la epístola  de San  Pablo que  invita a  acercarse  al Evangelio "no como palabra de hombres, sino como es verdaderamente, Palabra de Dios". "De este modo -agregó el  pontífice- podemos acoger con fe las enseñanzas de Jesús (...) para asumir un comportamiento conforme a ellas. En el pasaje de hoy,  Él reprocha a los escribas y a los fariseos -que tenían en la comunidad un papel de maestros-  su conducta porque no correspondía a las reglas  que imponían a los demás con rigor. (...) La buena doctrina es recibida, pero corre el peligro de ser desmentida por una conducta incoherente. La actitud de Jesús es completamente opuesta: Es el primero que practica el mandamiento del amor, que enseña a todos, y puede decir  que  su yugo es suave y su carga ligera porque nos ayuda a llevarlos con El".

 "Pensando en  los maestros que oprimen la libertad de los demás en nombre de su  autoridad, San Buenaventura indica quién es el auténtico Maestro cuando afirma: "Ninguno puede enseñar y ni siquiera obrar, ni alcanzar las verdades conocibles sin que esté presente el Hijo de Dios" (...) Por lo tanto estamos llamados a seguir al Hijo de Dios, al Verbo encarnado que expresa la verdad de su enseñanza a través de la fidelidad a la voluntad del Padre, mediante el don de sí mismo. (...) Jesús condena firmemente también la vanagloria y observa que actuar 'para ser admirados por los hombres' nos deja a la merced de la aprobación humana y hace que se tambaleen  los valores que fundan la autenticidad de la persona".

  El Santo Padre invocó la intercesión de María en particular para los que "en la comunidad cristiana están llamados al magisterio de la enseñanza, para que den testimonio siempre con sus obras de la verdad que transmiten con sus palabras".

   Después de la oración mariana, Benedicto XVI manifestó su cercanía  "a las poblaciones de Tailandia afectadas duramente por graves inundaciones, así como también en Italia, a las que habitan en Liguria y Toscana, regiones recientemente dañadas como consecuencias de las fuertes lluvias. A todos ellos les aseguro mi oración".

Benedicto XVI: "El cristianismo, factor esencial del desarrollo en "África"

CIUDAD DEL VATICANO, 29 OCT 2011 (VIS).-  El Papa recibió el sábado por la mañana a 26 prelados de la Conferencia Episcopal de Angola y Santo Tomé en Visita "ad Limina Apostolorum".

  S.S. Benedicto XVI comenzó su discurso mencionando la visita que realizó a Luanda en marzo de 2009, durante la cual, recordó, "pude encontrarme con vosotros y celebrar a Jesucristo en medio de un pueblo que no se cansa de buscarlo, amarlo y servirlo con generosidad y alegría".

  Asimismo, señaló que en noviembre regresará al continente africano para firmar en Benin la Exhortación Postsinodal de la segunda asamblea especial para Africa del Sínodo de los Obispos. Citando el mensaje final de la asamblea, el Papa afirmó que "en cuanto Iglesia, nuestra primera y más específica contribución para el pueblo africano es la proclamación del Evangelio de Jesucristo, ya que el anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo. De hecho, la dedicación al servicio del desarrollo procede de la transformación del corazón, y la transformación del corazón viene de la conversión al Evangelio".

  A continuación, el Pontífice abordó tres cuestiones que representan las mayores dificultades para los cristianos de Angola y Santo Tomé, influidos por "la presión de las costumbres en las sociedades en las que viven; pero, por la gracia del bautismo, están llamados a renunciar a las tendencias nocivas imperantes y a caminar contra corriente, guiados por el espíritu de las Bienaventuranzas".

  El primer problema es el concubinato, "que contradice el plan de Dios para la generación y la familia humana. El reducido número de matrimonios católicos en vuestras comunidades indica una hipoteca que grava sobre la familia, cuyo valor insustituible para la estabilidad del edificio social conocemos. (...) Ayudad a los casados a adquirir la madurez humana y espiritual necesaria para asumir de modo responsable su misión de esposos y padres cristianos, recordándoles que su amor esponsal debe ser único e indisoluble como la alianza entre Cristo y su Iglesia".

  Otra dificultad importante tiene su causa en que "el corazón de los bautizados anda dividido entre el cristianismo y las religiones tradicionales africanas. Afligidos por los problemas de la vida, no dudan en recorrer a prácticas incompatibles con el seguimiento de Cristo. Efecto abominable es la marginalización e incluso el asesinato de niños y ancianos, condenados por los falsos dictámenes de la hechicería. Ciertos de que la vida humana es sagrada en todas sus fases y situaciones, continuad, queridos Obispos, a levantar vuestra voz a favor de las víctimas". Las comunidades eclesiales han de realizar un esfuerzo conjunto, con la colaboración de los gobiernos y la sociedad civil, para "encontrar un método que conduzca a la definitiva erradicación" de esta lacra.

  El tercer problema que han de afrontar los cristianos está constituido por "los resquicios de tribalismo étnico, palpables en las actitudes de las comunidades que tienden a encerrarse rechazando a las personas originarias de otras partes de la nación. (...) En la Iglesia, como nueva familia de todos los que creen en Cristo, no hay lugar para ningún tipo de división. (...) Alrededor del altar se reúnen hombres y mujeres de tribus, lenguas y naciones diversas que, compartiendo el mismo Cuerpo y Sangre de Jesús en la Eucaristía, se hacen hermanos y hermanas verdaderamente consanguíneos. Este vínculo de fraternidad es más fuerte que el de nuestras familias terrenas o el de vuestras tribus".

  Para concluir, el Papa repitió la exhortación que pronunció en su visita a Luanda: "Dios concede a los seres humanos el poder de elevarse sobre sus tendencias naturales, con las alas de la razón y de la fe. Si os dejáis llevar por ellas, no será difícil reconocer en el otro un hermano que ha nacido con los mismos derechos humanos fundamentales".

Audiencias y Actos Pontificios de Benedicto 16 (Oct. 31 y 29)

CIUDAD DEL VATICANO, 31 OCT 2011 (VIS).-  El Santo Padre Benedicto XVI recibió hoy en el Palacio Apostólico Vaticano en Audiencias Separadas:

* Arzobispo Ubaldo Ramón Santana Sequera, F.M.I,  de Maracaibo, Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, acompañado por:

  - Arzobispo Baltazar Enrique Porras Cardozo, de Mérida, primer Vicepresidente;
  - Obispo Jesús González de Zarate Salas, Auxiliar de Caracas, Secretario General;
  - Cardenal Jorge Liberato Urosa Savino, Arzobispo de Caracas, Presidente "ad honorem".

*Diez prelados de la Conferencia Episcopal de Angola y Santo Tomé, en visita "ad Limina Apostolorum":

  - Obispo Almeida Kanda, de Ndalatando
  -  Arzobispo José Manuel Imbamba, de Saurimo
  - Obispo Benedito Roberto, C.S.S.P. de Sumbe
  - Obispo Emilio Sumbelelo, de Uíje, con el Obispo Emérito José Francisco Moreira dos Santos, O.F.M. Cap.
 - Obispo Joaquim Ferreira Lopes, de Viana
 - Obispo Mário Lukunde, de Menongwe
 - Obispo Dionisio Hisiilenapo, de Namibe
 - Obispo Fernando Guimarães Kevanu, de Ondjiva
 - Obispo Manuel António Mendes dos Santos, C.M.F.,  de Santo Tomé y Príncipe

El sábado 29, S.S. Benedicto XVI recibió en el Palacio Vaticano en Audiencias Separadas a:

* Cardenal Raffaele Farina, S.D.B., Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana;

* Cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de la Congregación para los Obispos;

 * Nueve prelados de la Conferencia Episcopal de Angola y Santo Tomé, en Visita "ad Limina Apostolorum":

  - Obispo Eugenio Dal Corso, P.S.D.P,  de Benguela, con el Obispo Emérito Oscar Lino Lopes Fernandes Braga
 - Obispo José Nambi, de Kwito-Bié
 - Obispo Jesús Tirso Blanco, S.D.B.,  de Lwena
 - Obispo Filomeno do Nascimento Vieira Dias, de Cabinda
 - Obispo António Francisco Jaca, S.V.D., de Caxito
 - Mons. Colm Reidy, Administrador Diocesano de Dundo
 - Obispo Luis María Pérez de Onraita Aguirre, de Malanje
 - Obispo Vicente Carlos Kiaziku, O.F.M. Cap, de Mbanza Congo.

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Así mismo en otros Actos Pontificios, el Papa aceptó la renuncia al oficio de Auxiliar de la diócesis de Kalisz (Polonia) presentada por el Obispo Teofil Wilski, al haber alcanzado el límite de edad.

El pasado sábado, día 29, el Santo Padre:

* Nombró al Arzobispo Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en Antigua, Barbuda, Bahamas, Dominica, Jamaica, Granada, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vincente y las Granadinas, Surinam y República Cooperativa de la Guyana; y Delegado Apostólico en las Antillas. Ha sido hasta ahora nuncio apostólico en Zambia y Malawi.

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* Nombró al Obispo Wiktor Pawel Skworc, Arzobispo Metropolitano de Katowice en Polonia.

Datos Estadísticos:  Superficie 2,400; población: 1´498,123; católicos: 1´454,323; sacerdotes: 1,087; religiosos; 1,093.  

Ha sido hasta ahora Obispo de Tarnów.

* Sucede al Arzobispo Damian Zimon, cuya renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis fue aceptada al haber alcanzado el límite de edad.

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* Nombró al sacerdote Sebastian Tudu, del clero de la diócesis de Dinajpur, como Obispo de la misma diócesis en Bangladesh.

Datos Estadísticos:  Superficie 17,500; población 16'529,090; católicos 46,578; sacerdotes 56; religiosos 148. 

El Obispo electo nació en 1967 en Changura, Dinajpur. Fue ordenado Sacerdote en 1999, y se doctoró en Misiología en el 2007 por la Pontificia Universidad Urbaniana en Roma. Ha sido Vicario Parroquial de la parroquia de St. Francis de Dinajpur (2000-2003) y de la parroquia Fatima Rani en Ruhea (2007-2009). Desde 2009 es Vicerrector del Seminario Mayor del Espíritu Santo en Dhaka y Director Diocesano de las Pontificias Obras Misioneras.

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* Erigió la nueva diócesis de Kabwe en Zambia, con territorio desmembrado de la diócesis de Mpika y de la Arquidiócesis de Lusaka, haciéndola sufragánea de la misma sede metropolitana.

Datos Estadísticos:  Superficie 63.574; población 1'078,334; católicos 138,810; sacerdotes 43; religiosos 95. 
         
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* Nombró como nuevo Obispo de Kabwe al P. Clement Mulenga, S.D.B. El Obispo electo nació en 1965 en Dismashi (Zambia). En 1996 profesó en la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, y dos años más tarde recibió la ordenación sacerdotal. Se licenció en Pastoral Juvenil y Catequesis en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Ha sido Vicario Parroquial de Bauleni en Lusaka (1998-2001); Superior de la comunidad salesiana de Chingola en Zambia (2005-2007) y Consejero y Delegado para la Formación; Vicario, formador y profesor en la comunidad de post-novicios de Moshi en Tanzania (2007-2009); y, desde 2009, director de la oficina para la Pastoral de la Juventud de la Arquidiócesis de Lusaka.

viernes, 28 de octubre de 2011

BENEDICTO XVI: Asís (Octubre 27)

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
EN LA CONCLUSIÓN DE LA JORNADA
Asís, Plaza de  San Francisco
Jueves 27 de Octubre de 2011

Ilustres invitados,
queridos amigos:
Al término de esta intensa jornada quiero daros las gracias a todos. Dirijo un vivo agradecimiento a quienes hicieron posible este encuentro. Agradezco en particular, una vez más, a quien nos ha acogido: la ciudad de Asís, la comunidad de esta diócesis con su obispo, los hijos de san Francisco, que custodian la preciosa herencia espiritual del «Poverello» de Asís. Gracias también a los numerosos jóvenes que realizaron la peregrinación a pie desde Santa María de los Ángeles para testimoniar que, entre las nuevas generaciones, son muchos los que se comprometen para vencer violencias y divisiones, y ser promotores de justicia y de paz.
El encuentro de hoy es expresión de que la dimensión espiritual es un elemento clave en la construcción de la paz. A través de esta peregrinación única hemos podido comprometernos en el diálogo fraterno, profundizar en nuestra amistad y unirnos en silencio y oración.
Después de renovar nuestro compromiso en favor de la paz e intercambiar un signo de paz, nos sentimos implicados cada vez más profundamente, junto a todos los hombres y mujeres de las comunidades que representamos, en nuestro viaje humano común.
No nos estamos separando. Seguiremos encontrándonos, continuaremos unidos en este viaje, en el diálogo, en la edificación cotidiana de la paz, en nuestro compromiso en favor de un mundo mejor, un mundo donde cada hombre y cada mujer puedan vivir según sus legítimas aspiraciones.
De todo corazón os doy las gracias a todos los presentes por haber aceptado mi invitación a venir a Asís como peregrinos de la verdad y de la paz; y os saludo a cada uno con las palabras de san Francisco: «Que el Señor os conceda la paz».

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INTERVENCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Asís, Basílica de Santa María de los Ángeles
Jueves 27 de Octubre de 2011

Queridos hermanos y hermanas,
Distinguidos Jefes y representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales
y de las Religiones del mundo,
queridos amigos
Han pasado veinticinco años desde que el beato Papa Juan Pablo II invitó por vez primera a los representantes de las religiones del mundo a Asís para una oración por la paz. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? ¿A qué punto está hoy la causa de la paz? En aquel entonces, la gran amenaza para la paz en el mundo provenía de la división del planeta en dos bloques contrastantes entre sí. El símbolo llamativo de esta división era el muro de Berlín que, pasando por el medio de la ciudad, trazaba la frontera entre dos mundos. En 1989, tres años después de Asís, el muro cayó sin derramamiento de sangre. De repente, los enormes arsenales que había tras el muro dejaron de tener sentido alguno. Perdieron su capacidad de aterrorizar. El deseo de los pueblos de ser libres era más fuerte que los armamentos de la violencia. La cuestión sobre las causas de este derrumbe es compleja y no puede encontrar una respuesta con fórmulas simples. Pero, junto a los factores económicos y políticos, la causa más profunda de dicho acontecimiento es de carácter espiritual: detrás del poder material ya no había ninguna convicción espiritual. Al final, la voluntad de ser libres fue más fuerte que el miedo ante la violencia, que ya no contaba con ningún respaldo espiritual. Apreciamos esta victoria de la libertad, que fue sobre todo también una victoria de la paz. Y es preciso añadir en este contexto que, aunque no se tratara sólo, y quizás ni siquiera en primer lugar, de la libertad de creer, también se trataba de ella. Por eso podemos relacionar también todo esto en cierto modo con la oración por la paz.
Pero, ¿qué ha sucedido después? Desgraciadamente, no podemos decir que desde entonces la situación se haya caracterizado por la libertad y la paz. Aunque no haya a la vista amenazas de una gran guerra, el mundo está desafortunadamente lleno de discordia. No se trata sólo de que haya guerras frecuentemente aquí o allá; es que la violencia en cuanto tal siempre está potencialmente presente, y caracteriza la condición de nuestro mundo. La libertad es un gran bien. Pero el mundo de la libertad se ha mostrado en buena parte carente de orientación, y muchos tergiversan la libertad entendiéndola como libertad también para la violencia. La discordia asume formas nuevas y espantosas, y la lucha por la paz nos debe estimular a todos nosotros de modo nuevo.
Tratemos de identificar más de cerca los nuevos rostros de la violencia y la discordia. A grandes líneas –según mi parecer– se pueden identificar dos tipologías diferentes de nuevas formas de violencia, diametralmente opuestas por su motivación, y que manifiestan luego muchas variantes en sus particularidades. Tenemos ante todo el terrorismo, en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas. A los ojos de los responsables, la gran causa de perjudicar al enemigo justifica toda forma de crueldad. Se deja de lado todo lo que en el derecho internacional ha sido comúnmente reconocido y sancionado como límite a la violencia. Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que cree poder relegar las normas del derecho en razón del «bien» pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia.
A partir de la Ilustración, la crítica de la religión ha sostenido reiteradamente que la religión era causa de violencia, y con eso ha fomentado la hostilidad contra las religiones. En este punto, que la religión motive de hecho la violencia es algo que, como personas religiosas, nos debe preocupar profundamente. De una forma más sutil, pero siempre cruel, vemos la religión como causa de violencia también allí donde se practica la violencia por parte de defensores de una religión contra los otros. Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir – y nosotros lo repetimos con vigor y gran firmeza – que esta no es la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción. Contra eso, se objeta: Pero, ¿cómo sabéis cuál es la verdadera naturaleza de la religión? Vuestra pretensión, ¿no se deriva quizás de que la fuerza de la religión se ha apagado entre vosotros? Y otros dirán: ¿Acaso existe realmente una naturaleza común de la religión, que se manifiesta en todas las religiones y que, por tanto, es válida para todas? Debemos afrontar estas preguntas si queremos contrastar de manera realista y creíble el recurso a la violencia por motivos religiosos. Aquí se coloca una tarea fundamental del diálogo interreligioso, una tarea que se ha de subrayar de nuevo en este encuentro. A este punto, quisiera decir como cristiano: Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. La Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el puesto de la violencia, pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. Su nombre es «Dios del amor y de la paz» (2 Co 13,11). Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que – no obstante la debilidad del hombre – sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo.
Si bien una tipología fundamental de la violencia se funda hoy religiosamente, poniendo con ello a las religiones frente a la cuestión sobre su naturaleza, y obligándonos todos a una purificación, una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme tiene una motivación exactamente opuesta: es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de humanidad. Los enemigos de la religión – como hemos dicho – ven en ella una fuente primaria de violencia en la historia de la humanidad, y pretenden por tanto la desaparición de la religión. Pero el «no» a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo. Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios.
Pero no quisiera detenerme aquí sobre el ateísmo impuesto por el Estado; quisiera hablar más bien de la «decadencia» del hombre, como consecuencia de la cual se produce de manera silenciosa, y por tanto más peligrosa, un cambio del clima espiritual. La adoración de Mamón, del tener y del poder, se revela una anti-religión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal. El deseo de felicidad degenera, por ejemplo, en un afán desenfrenado e inhumano, como se manifiesta en el sometimiento a la droga en sus diversas formas. Hay algunos poderosos que hacen con ella sus negocios, y después muchos otros seducidos y arruinados por ella, tanto en el cuerpo como en el ánimo. La violencia se convierte en algo normal y amenaza con destruir nuestra juventud en algunas partes del mundo. Puesto que la violencia llega a hacerse normal, se destruye la paz y, en esta falta de paz, el hombre se destruye a sí mismo
La ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo. Pero, ¿dónde está Dios? ¿Lo conocemos y lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para fundar una verdadera paz? Resumamos ante todo brevemente las reflexiones que hemos hecho hasta ahora. He dicho que hay una concepción y un uso de la religión por la que esta se convierte en fuente de violencia, mientras que la orientación del hombre hacia Dios, vivido rectamente, es una fuerza de paz. En este contexto me he referido a la necesidad del diálogo, y he hablado de la purificación, siempre necesaria, de la religión vivida. Por otro lado, he afirmado que la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia.
Junto a estas dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: «No existe ningún Dios». Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros podemos y debemos vivir en función de ella. Pero también llaman en causa a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a nosotros creyentes, a todos los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios –el verdadero Dios– se haga accesible. Por eso he invitado de propósito a representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís, que no sólo reúne representantes de instituciones religiosas. Se trata más bien del estar juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia destructora del derecho. Para concluir, quisiera aseguraros que la Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo. Estamos animados por el deseo común de ser «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». Muchas gracias.

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BENEDICTO XVI: Ángelus (Oct.23), Audiencia (Oct.26) y Homilía (Oct.23)

ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI
Plaza de San Pedro
Domingo 23 de Octubre de 2011

Queridos hermanos y hermanas:
Antes de concluir esta solemne celebración, deseo dirigiros a todos un cordial saludo.
Me dirijo ante todo a los peregrinos que han venido para rendir homenaje a san Guido María Conforti y a san Luis Guanella, con un pensamiento de especial afecto y aliento para los miembros de los institutos fundados por ellos: los Misioneros Javerianos, las Hijas de Santa María de la Providencia y los Siervos de la Caridad. Saludo a los obispos y a las autoridades civiles y agradezco a cada uno su presencia. Una vez más Italia ha ofrecido a la Iglesia y al mundo testigos luminosos del Evangelio; alabemos por ellos a Dios y oremos para que en esta nación la fe no cese de renovarse y producir buenos frutos.
Saludo muy cordialmente a los peregrinos de lengua española que han venido a Roma para participar en la gozosa celebración de proclamación de nuevos santos. Junto a los señores arzobispos y obispos que los acompañan, a las delegaciones oficiales y a los devotos y seguidores del espíritu de los hoy canonizados, saludo en particular a las Siervas de San José, que tienen el gran gozo de ver reconocida para la Iglesia universal la santidad de su fundadora. Que el ejemplo y la intercesión de estas figuras preclaras para la Iglesia impulsen a todos a renovar su compromiso de vivir de todo corazón su fe en Cristo y de testimoniarlo en los diversos ámbitos de las sociedad. Muchas gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, en especial a los que han venido para la canonización del obispo Guido María Conforti, fundador de los Misioneros Javerianos, que están presentes en muchos países de África. Queridos amigos, que el testimonio de los nuevos santos os guíe por el camino del Evangelio. ¡Feliz domingo a todos!
Queridos hermanos y hermanas, me complace saludar a los visitantes y peregrinos de lengua inglesa, especialmente a los que han venido para las canonizaciones de hoy. En el Evangelio de este domingo, Jesús nos pide amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Midamos nuestras acciones cada día según esta llamada al amor, y vivámosla con gozo y valentía. Que Dios todopoderoso os bendiga a todos.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos polacos. Ayer, junto con la diócesis de Roma y la Iglesia que está en Polonia, hemos conmemorado en la liturgia al beato Juan Pablo II, y hoy habéis queridos participar en la canonización de tres nuevos santos. A su protección os encomiendo a vosotros y vuestras familias. Que Dios os bendiga.
A la Virgen María, que guía a los discípulos de Cristo por el camino de la santidad, nos dirigimos ahora en oración. A su intercesión encomendamos también la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo: una peregrinación a Asís, a los 25 años de la que convocó el beato Juan Pablo II.

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AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA BENEDICTO XVI
Sala Pablo VI
Miércoles 26 de Octubre de 2011

Plegaria en preparación del Encuentro de Asís
Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz
 
Me es grato recibiros en la Basílica de San Pedro y dar una cordial bienvenida a todos los que no habéis podido acomodaros en el Aula Pablo VI. Uníos siempre a Cristo y dad testimonio del Evangelio con alegría. Os imparto de corazón a todos mi Bendición.

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Queridos hermanos y hermanas:
La acostumbrada cita de la audiencia general hoy adquiere un carácter especial, porque estamos en la víspera de la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que tendrá lugar mañana en Asís, a los veinticinco años del primer histórico encuentro convocado por el beato Juan Pablo II. Quise dar a esta jornada el título: «Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz», para significar el compromiso que queremos renovar solemnemente, junto con los miembros de las distintas religiones, y también con hombres no creyentes pero en búsqueda sincera de la verdad, en la promoción del verdadero bien de la humanidad y en la construcción de la paz. Como ya he recordado, «quien está en camino hacia Dios no puede menos de transmitir paz; quien construye paz no puede menos de acercarse a Dios» (Ángelus, 1 de enero de 2011: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de enero de 2011, p. 7).
Como cristianos, estamos convencidos de que la contribución más valiosa que podemos dar a la causa de la paz es la oración. Por este motivo nos encontramos hoy, como Iglesia de Roma, junto con los peregrinos presentes en la Urbe, a la escucha de la Palabra de Dios, para invocar con fe el don de la paz. El Señor puede iluminar nuestra mente y nuestro corazón y guiarnos a ser constructores de justicia y de reconciliación en nuestras realidades cotidianas y en el mundo.
En el pasaje del profeta Zacarías que acabamos de escuchar resonó un anuncio lleno de esperanza y de luz (cf. Zac 9, 10). Dios promete la salvación, invita a «saltar de gozo» porque esta salvación está a punto de realizarse. Se habla de un rey: «Mira que viene tu rey, justo y triunfador» (v. 9), pero lo que se anuncia no es un rey que se presenta con el poder humano, con la fuerza de las armas; no es un rey que domina con el poder político y militar; es un rey manso, que reina con la humildad y la mansedumbre ante Dios y ante los hombres, un rey distinto respecto a los grandes soberanos del mundo: «montado en un borrico, en un pollino de asna», dice el profeta (ib.). Él se manifiesta montando el animal de la gente común, del pobre, en contraste con los carros de guerra de los ejércitos de los poderosos de la tierra. Más aún, es un rey que hará desaparecer estos carros, romperá los arcos guerreros, proclamará la paz a los pueblos (cf. v. 10).
¿Pero quién es este rey del que habla el profeta Zacarías? Vayamos por un momento a Belén y volvamos a escuchar lo que dice el ángel a los pastores que velaban de noche cuidando su rebaño. El ángel anuncia una alegría que será de todo el pueblo, vinculada a un signo pobre: un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre (cf. Lc 2, 8-12). El ejército celestial canta: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que él ama» (cf. v. 14), a los hombres de buena voluntad. El nacimiento de aquel niño, que es Jesús, trae un anuncio de paz para todo el mundo. Pero vayamos también a los momentos finales de la vida de Cristo, cuando entra en Jerusalén acogido por una multitud en fiesta. El anuncio del profeta Zacarías de la venida de un rey humilde y manso volvió de modo especial a la mente de los discípulos de Jesús después de los sucesos de la pasión, muerte y resurrección, del Misterio pascual, cuando volvieron con los ojos de la fe al ingreso gozoso del Maestro en la ciudad santa. Él monta un asno, que tomó prestado (cf. Mt 21, 2-7): no va en una suntuosa carroza, ni en un caballo, como los grandes. No entra en Jerusalén acompañado por un poderoso ejército de carros y caballeros. Él es un rey pobre, el rey de los que son los pobres de Dios. En el texto griego aparece el término praeîs, que significa los mansos, los apacibles; Jesús es el rey de los anawim, de aquellos que tienen el corazón libre del afán de poder y de riqueza material, de la voluntad y de la búsqueda de dominio sobre los demás. Jesús es el rey de cuantos tienen esa libertad interior que hace capaces de superar la avidez, el egoísmo que hay en el mundo, y saben que sólo Dios es su riqueza. Jesús es rey pobre entre los pobres, manso entre aquellos que quieren ser mansos. De este modo él es rey de paz, gracias al poder de Dios, que es el poder del bien, el poder del amor. Es un rey que hará desaparecer los carros y los caballos de batalla, que quebrará los arcos de guerra; un rey que realiza la paz en la cruz, uniendo la tierra y el cielo y construyendo un puente fraterno entre todos los hombres. La cruz es el nuevo arco de paz, signo e instrumento de reconciliación, de perdón, de comprensión; signo de que el amor es más fuerte que todo tipo de violencia y opresión, más fuerte que la muerte: el mal se vence con el bien, con el amor.
Este es el nuevo reino de paz donde Cristo es el rey; y es un reino que se extiende por toda la tierra. El profeta Zacarías anuncia que este rey manso, pacífico, dominará «de mar a mar, desde el Río hasta los extremos del país» (Zac 9, 10). El reino que Cristo inaugura tiene dimensiones universales. El horizonte de este rey pobre, manso, no es el de un territorio, de un Estado, sino que son los confines del mundo. Él crea comunión, crea unidad, más allá de toda barrera de raza, lengua o cultura. ¿Dónde vemos hoy la realización de este anuncio? La profecía de Zacarías reaparece luminosa en la gran red de las comunidades eucarísticas que se extiende en toda la tierra. Es un gran mosaico de comunidades en las que se hace presente el sacrificio de amor de este rey manso y pacífico; es el gran mosaico que constituye el «Reino de paz» de Jesús de mar a mar hasta los confines del mundo; es una multitud de «islas de paz», que irradian paz. Por todos lados, en todo lugar, en toda cultura, desde las grandes ciudades con sus edificios hasta los pequeños poblados con las humildes moradas, desde las grandes catedrales hasta las pequeñas capillas, él viene, se hace presente; y al entrar en comunión con él también los hombres están unidos entre ellos en un único cuerpo, superando la división, la rivalidad, los rencores. El Señor viene en la Eucaristía para sacarnos de nuestro individualismo, de nuestros particularismos que excluyen a los demás, para hacer de nosotros un solo cuerpo, un solo reino de paz en un mundo dividido.
¿Pero cómo podemos construir este reino de paz del que Cristo es el rey? El mandamiento que él deja a sus Apóstoles y, a través de ellos, a todos nosotros es: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos... Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 19.21). Como Jesús, los mensajeros de paz de su reino deben ponerse en camino, deben responder a su invitación. Deben ir, pero no con el poder de la guerra o con la fuerza del poder. En el pasaje del Evangelio que hemos escuchado Jesús envía a setenta y dos discípulos a la gran mies que es el mundo, invitándolos a rogar al Señor de la mies que no falten nunca obreros a su mies (cf. Lc 10, 1-3); pero no los envía con medios poderosos, sino «como corderos en medio de lobos» (v. 3), sin bolsa, ni alforja, ni sandalias (cf. v. 4). San Juan Crisóstomo, en una de sus homilías, comenta: «Mientras seamos corderos, venceremos e, incluso si estamos rodeados por numerosos lobos, lograremos vencerlos. Pero si nos convertimos en lobos, seremos vencidos, porque estaremos privados de la ayuda del pastor» (Homilía 33, 1: PG 57, 389). Los cristianos no deben nunca ceder a la tentación de convertirse en lobos entre los lobos; el reino de paz de Cristo no se extiende con el poder, con la fuerza, con la violencia, sino con el don de uno mismo, con el amor llevado al extremo, incluso hacia los enemigos. Jesús no vence al mundo con la fuerza de las armas, sino con la fuerza de la cruz, que es la verdadera garantía de la victoria. Y para quien quiere ser discípulo del Señor, su enviado, esto tiene como consecuencia el estar preparado también a la pasión y al martirio, a perder la propia vida por él, para que en el mundo triunfen el bien, el amor, la paz. Esta es la condición para poder decir, entrando en cada realidad: «Paz a esta casa» (Lc 10, 5).
Delante de la basílica de San Pedro hay dos grandes estatuas de san Pedro y san Pablo, fácilmente identificables: san Pedro tiene en la mano las llaves, san Pablo en cambio sostiene una espada. Quien no conoce la historia de este último podría pensar que se trata de un gran caudillo que guió grandes ejércitos y con la espada sometió pueblos y naciones, procurándose fama y riqueza con la sangre de los demás. En cambio, es exactamente lo contrario: la espada que tiene entre las manos es el instrumento con el que mataron a Pablo, con el que sufrió el martirio y derramó su propia sangre. Su batalla no fue la de la violencia, de la guerra, sino la del martirio por Cristo. Su única arma fue precisamente el anuncio de «Jesucristo, y este crucificado» (1 Co 2, 2). Su predicación no se basó en «persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu» (v. 4). Dedicó su vida a llevar el mensaje de reconciliación y de paz del Evangelio, gastando sus energías para hacerlo resonar hasta los confines de la tierra. Esta fue su fuerza: no buscó una vida tranquila, cómoda, alejada de las dificultades, de las contrariedades, sino que se gastó por el Evangelio, se entregó sin reservas, y así se convirtió en el gran mensajero de la paz y de la reconciliación de Cristo. La espada que san Pablo tiene en sus manos remite también al poder de la verdad, que a menudo puede herir, puede hacer mal. El Apóstol fue fiel a esta verdad hasta el final, fue su servidor, sufrió por ella, entregó su vida por ella. Esta misma lógica es válida también para nosotros, si queremos ser portadores del reino de paz anunciado por el profeta Zacarías y realizado por Cristo: debemos estar dispuestos a pagar en persona, a sufrir en primera persona la incomprensión, el rechazo, la persecución. No es la espada del conquistador la que construye la paz, sino la espada de quien sufre, de quien sabe donar la propia vida.
Queridos hermanos y hermanas, como cristianos queremos invocar de Dios el don de la paz, queremos pedirle que nos haga instrumentos de su paz en un mundo todavía desgarrado por el odio, las divisiones, los egoísmos, las guerras; queremos pedirle que el encuentro de mañana en Asís favorezca el diálogo entre personas de distintas pertenencias religiosas y traiga un rayo de luz capaz de iluminar la mente y el corazón de todos los hombres, para que el rencor ceda el paso al perdón, la división a la reconciliación, el odio al amor, la violencia a la mansedumbre, y en el mundo reine la paz. Amén.

LLAMAMIENTO

Queridos hermanos y hermanas, en este momento mi pensamiento se dirige a las poblaciones de Turquía duramente afectadas por el terremoto que ha causado graves pérdidas de vidas humanas, numerosos dispersos e ingentes daños. Os invito a uniros a mí en la oración por aquellos que han perdido la vida y a estar espiritualmente cercanos a tantas personas tan duramente probadas. Que el Altísimo sostenga a todos los que están comprometidos en las labores de rescate.


Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a ser incansables en construir la paz, y pedir al Señor que este don de su gracia reine en las naciones y en el corazón de todos los hombres.

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HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Plaza de San Pedro
Domingo 23 de Octubre de 2011

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:
Nuestra liturgia dominical se enriquece hoy por varios motivos de acción de gracias y de súplica a Dios. En efecto, mientras celebramos con toda la Iglesia la Jornada mundial de las misiones —cita anual que quiere despertar el impulso y el compromiso por la misión—, alabamos al Señor por tres nuevos santos: el obispo Guido María Conforti, el sacerdote Luis Guanella y la religiosa Bonifacia Rodríguez de Castro. Con alegría dirijo mi saludo a todos los presentes, en particular a las delegaciones oficiales y a los numerosos peregrinos que han venido para festejar a estos tres discípulos ejemplares de Cristo.
La Palabra del Señor, que acaba de resonar en el Evangelio, nos ha recordado que toda la ley divina se resume en el amor. El evangelista san Mateo narra que los fariseos, después de que Jesús respondiera a los saduceos dejándolos sin palabras, se reunieron para ponerlo a prueba (cf. 22, 34-35). Uno de estos interlocutores, un doctor de la ley, le preguntó: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?» (v. 36). A esa pregunta, decididamente insidiosa, Jesús responde con total sencillez: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero» (vv. 37-38). De hecho, la exigencia principal para cada uno de nosotros es que Dios esté presente en nuestra vida. Como dice la Escritura, él debe penetrar todos los estratos de nuestro ser y llenarlos completamente: el corazón debe saber de él y dejarse tocar por él; e igualmente el alma, las energías de nuestro querer y decidir, como también la inteligencia y el pensamiento. Es poder decir, como san Pablo: «No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20).
Inmediatamente después, Jesús añade algo que, en verdad, no había preguntado el doctor de la ley: «El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Al declarar que el segundo mandamiento es semejante al primero, Jesús da a entender que la caridad hacia el prójimo es tan importante como el amor a Dios. De hecho, el signo visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar al mundo el amor de Dios es al amor a los hermanos. ¡Cuán providencial resulta entonces el hecho de que precisamente hoy la Iglesia señala a todos sus miembros tres nuevos santos que se dejaron transformar por la caridad divina y según ella moldearon su vida. En situaciones distintas y con diversos carismas, amaron al Señor con todo el corazón y al prójimo como a sí mismos «llegando a ser así un modelo para todos los creyentes» (cf. 1 Ts 1, 7).
El Salmo 17, que se acaba de proclamar, invita a abandonarse con confianza en manos del Señor, que tuvo «misericordia de su ungido» (cf. v. 51). Esta actitud interior guió la vida y el ministerio de san Guido María Conforti. Desde que, en su niñez, tuvo que vencer la oposición de su padre para entrar en el seminario, dio muestras de un carácter firme al seguir la voluntad de Dios, al corresponder en todo a la caritas Christi que, en la contemplación del Crucificado, lo atraía a sí. Sintió una fuerte urgencia de anunciar este amor a quienes no habían recibido aún su anuncio, y el lema «Caritas Christi urget nos» (cf. 2 Co 5, 14) sintetiza el programa del Instituto misionero que fundó cuando tenía sólo treinta años: una familia religiosa puesta totalmente al servicio de la evangelización bajo el patrocinio del gran apóstol de Oriente san Francisco Javier. San Guido María fue llamado a vivir este impulso apostólico en el ministerio episcopal primero en Rávena y luego en Parma: con todas sus fuerzas se dedicó al bien de las almas a él encomendadas, sobre todo de las que se habían alejado del camino del Señor. Su vida estuvo marcada por numerosas pruebas, algunas de ellas graves. Supo aceptar todas las situaciones con docilidad, acogiéndolas como indicaciones del camino trazado para él por la divina Providencia; en todas las circunstancias, incluso en las derrotas más mortificantes, supo reconocer el designio de Dios, que lo guiaba a edificar su Reino sobre todo en la renuncia a sí mismo y en la aceptación diaria de su voluntad, con un abandono confiado cada vez más pleno. Él fue el primero en experimentar y testimoniar lo que enseñaba a sus misioneros, o sea, que la perfección consiste en hacer la voluntad de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús crucificado. San Guido María Conforti mantuvo fija su mirada interior en la cruz, que dulcemente lo atraía a sí; al contemplarla veía abrirse de par en par el horizonte del mundo entero, descubría el «urgente» deseo, escondido en el corazón de todo hombre, de recibir y acoger el anuncio del único amor que salva.
El testimonio humano y espiritual de san Luis Guanella es para toda la Iglesia un don especial de gracia. Durante su existencia terrena vivió con valentía y determinación el Evangelio de la caridad, el «gran mandamiento» que también hoy la Palabra de Dios nos ha recordado. Gracias a la profunda y continua unión con Cristo, en la contemplación de su amor, don Guanella, guiado por la divina Providencia, se hizo compañero y maestro, consuelo y alivio de los más pobres y los más débiles. El amor de Dios animaba en él el deseo del bien para las personas que le habían sido encomendadas, en la realidad de su vida diaria. Prestaba solícita atención al camino de cada uno, respetando sus tiempos de crecimiento y cultivando en el corazón la esperanza de que todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, al gustar la alegría de ser amado por él —Padre de todos—, puede sacar y dar a los demás lo mejor de sí mismo. Hoy queremos alabar y dar gracias al Señor porque en san Luis Guanella nos ha dado un profeta y un apóstol de la caridad. En su testimonio, tan lleno de humanidad y de atención a los últimos, reconocemos un signo luminoso de la presencia y de la acción benéfica de Dios: el Dios —como resonó en la primera lectura— que defiende al forastero, a la viuda, al huérfano, al pobre que debe dejar en prenda su manto, su único abrigo para cubrir su cuerpo por la noche (cf. Ex 22, 20-26). Que este nuevo santo de la caridad sea para todos, especialmente para los miembros de las Congregaciones que fundó, un modelo de profunda y fecunda síntesis entre contemplación y acción, como él mismo la vivió y practicó. Toda su historia humana y espiritual la podemos sintetizar en las últimas palabras que pronunció en su lecho de muerte: «In caritate Christi». Es el amor de Cristo lo que ilumina la vida de todo hombre, revelando cómo en la entrega de sí a los demás no se pierde nada, sino que se realiza plenamente nuestra verdadera felicidad. Que san Luis Guanella nos obtenga crecer en la amistad con el Señor para ser en nuestro tiempo portadores de la plenitud del amor de Dios, para promover la vida en todas sus manifestaciones y condiciones, y para hacer que la sociedad humana llegue a ser cada vez más la familia de los hijos de Dios.
En la segunda lectura hemos escuchado un pasaje de la primera carta a los Tesalonicenses, un texto que usa la metáfora del trabajo manual para describir la labor evangelizadora y que, en cierto modo, puede aplicarse también a las virtudes de santa Bonifacia Rodríguez de Castro. Cuando san Pablo escribe la carta, trabaja para ganarse el pan; parece evidente, por el tono y los ejemplos empleados, que es en el taller donde él predica y encuentra sus primeros discípulos. Esta misma intuición movió a santa Bonifacia, que desde el inicio supo aunar su seguimiento de Jesucristo con el esmerado trabajo cotidiano. Faenar, como había hecho desde pequeña, no era sólo un modo para no ser gravosa a nadie, sino que suponía también tener la libertad para realizar su propia vocación, y le daba al mismo tiempo la posibilidad de atraer y formar a otras mujeres, que en el obrador pueden encontrar a Dios y escuchar su llamada amorosa, discerniendo su propio proyecto de vida y capacitándose para llevarlo a cabo. Así nacen las Siervas de San José, en medio de la humildad y sencillez evangélica, que en el hogar de Nazaret se presenta como una escuela de vida cristiana. El Apóstol continúa diciendo en su carta que el amor que tiene a la comunidad es un esfuerzo, una fatiga, pues supone siempre imitar la entrega de Cristo por los hombres, no esperando nada ni buscando otra cosa que agradar a Dios. Madre Bonifacia, que se consagra con ilusión al apostolado y comienza a obtener los primeros frutos de sus afanes, vive también esta experiencia de abandono, de rechazo precisamente de sus discípulas, y en ello aprende una nueva dimensión del seguimiento de Cristo: la cruz. Ella la asume con el aguante que da la esperanza, ofreciendo su vida por la unidad de la obra nacida de sus manos. La nueva santa se nos presenta como un modelo acabado en el que resuena el trabajo de Dios, un eco que llama a sus hijas, las Siervas de San José, y también a todos nosotros, a acoger su testimonio con la alegría del Espíritu Santo, sin temer la contrariedad, difundiendo en todas partes la Buena Noticia del reino de los cielos. Nos encomendamos a su intercesión, y pedimos a Dios por todos los trabajadores, sobre todo por los que desempeñan los oficios más modestos y en ocasiones no suficientemente valorados, para que, en medio de su quehacer diario, descubran la mano amiga de Dios y den testimonio de su amor, transformando su cansancio en un canto de alabanza al Creador.
«Te amo, Señor, mi fortaleza». Así, queridos hermanos y hermanas, hemos aclamado con el Salmo responsorial. De ese amor apasionado a Dios son signo elocuente estos tres nuevos santos. Dejémonos atraer por su ejemplo, dejémonos guiar por sus enseñanzas, para que toda nuestra vida se transforme en testimonio de auténtico amor a Dios y al prójimo. Que nos obtenga esta gracia la Virgen María, la Reina de los santos, y también la intercesión de san Guido María Conforti, de san Luis Guanella y de santa Bonifacia Rodríguez de Castro. Amén.


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Papa: "Asís, signo de amistad y fraternidad entre las religiones"

CIUDAD DEL VATICANO, 28 OCT 2011 (VIS).-  El Papa Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los trescientos representantes de las diversas religiones y de los no creyentes que participaron ayer en la jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo celebrada en la ciudad italiana de Asís bajo el lema "Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz".

  En su discurso, el Santo Padre agradeció a los presentes su participación en el encuentro, y añadió: "En cierto sentido, esta reunión es representativa de los millones de hombres y mujeres de todo el mundo que están activamente comprometidos en la promoción de la justicia y la paz. Es también un signo de la amistad y la fraternidad que han surgido como fruto de los esfuerzos de tantos pioneros de este tipo de diálogo. Que esta amistad crezca entre todos los seguidores de las religiones del mundo y con los hombres y mujeres de buena voluntad en todas partes".

  "Mirando atrás -continuó S.S. Benedicto XVI- podemos apreciar la previdencia de mi predecesor el Papa Juan Pablo II al convocar el primer encuentro de Asís. (...) Reuniones de este tipo son necesariamente excepcionales e infrecuentes, y sin embargo son una clara expresión del hecho de que cada día, en todo el mundo, personas de diferentes tradiciones religiosas viven y trabajan juntas en armonía. Es ciertamente significativo para la causa de la paz que tantos hombres y mujeres, inspirados por sus más profundas convicciones, estén comprometidos en trabajar por el bien de la familia humana".

  "En este sentido, estoy seguro de que el encuentro de ayer nos ha mostrado cuán genuino es nuestro deseo de contribuir al bien de todos los seres humanos, y lo mucho que tenemos para compartir los unos con los otros".

  "Mientras recorremos nuestros respectivos caminos -dijo el Pontífice para terminar-, saquemos fuerzas de esta experiencia y, dondequiera que estemos, continuemos renovados el viaje que conduce a la verdad, la peregrinación que lleva a la paz. ¡Gracias a todos de corazón!".


Así mismo, S.S. Benedicto XVI recibió en el Palacio Apostólico Vaticano en Audiencias Separadas a: 

- Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo (República Dominicana).

- Cardenal William Joseph Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Benedicto XVI en Asís: "Religiones portadores de justicia y paz"

CIUDAD DEL VATICANO, 28 OCT 2011 (VIS).- Ayer, poco antes de las 16.00 horas el Santo Padre Benedicto XVI y los jefes de las delegaciones invitadas dejaron el convento de Santa María de los Ángeles en Asís y se dirigieron a pie hasta la explanada de la basílica de San Francisco. Una vez llegados se trasladaron en autobús hasta la plaza dedicada al "Poverello" de Asís donde tuvo lugar el encuentro de clausura de la Jornada Mundial de Peregrinación por la Paz.

  Tomó la palabra en primer lugar el Cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso que afirmó que la esperanza de la paz se había reavivado en Asís y exhortó a todos a ser testigos y mensajeros de una paz "que hoy también es posible".  Después los participantes renovaron solemnemente su compromiso por la paz y, tras las palabras del Patriarca ecuménico Bartolomé I, Arzobispo de Constantinopla, intervinieron los representantes de la Federación Luterana Mundial, de la religión Sikh, del Patriarcado de Moscú, de la Alianza Baptista Mundial, del Islamismo, del Patriarcado Siro-Ortodoxo de Antioquia, del Taoísmo, Budismo, Sintoísmo, del Comité Judío Internacional para las Consultas Interreligiosas, de la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas y de los no creyentes.

   A continuación S.S. Benedicto XVI  pronunció las palabras: "Nunca más violencia; nunca más guerra; nunca más terrorismo. En nombre de Dios, cada religión lleve a la tierra justicia y paz, perdón y vida, amor".

  Tras unos momentos de silencio, un grupo de jóvenes entregó a los jefes de las delegaciones  y a los presentes en la plaza una lámpara encendida cuya llama oscilaba con el viento como símbolo de la paz que se debe proteger y conservar. Después, el Cardenal Kurt Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, invitó a todos los participantes en el encuentro  a "sellar con un signo de paz el compromiso proclamado con tantas voces"

     Al final del intercambio de la paz, el Papa concluyó  dando las gracias a cuantos habían hecho posible esta jornada , mencionando en particular a los "numerosos jóvenes que han peregrinado a pie desde Santa María de los Ángeles para dar testimonio de que en las nuevas generaciones hay tantas personas comprometidas en superar violencias y divisiones y ser promotores de justicia y paz".

   "El acontecimiento de hoy muestra que la dimensión espiritual es fundamental en la construcción de la paz- observó el Pontífice- A través de esta peregrinación única hemos podido entablar un diálogo fraternal, profundizar nuestra amistad y reunirnos en silencio y oración. Después de renovar nuestro compromiso por la paz e intercambiar unos con otros un signo de paz, nos sentimos todavía más involucrados, junto con los hombres y mujeres de las comunidades que representamos,  en el peregrinar humano que compartimos. No estamos separados, seguiremos encontrándonos, seguiremos unidos en este camino, en el diálogo, en la construcción diaria de la paz y en nuestro esfuerzo por un mundo mejor, un mundo en que cada hombre, cada mujer y cada pueblo, pueda vivir de acuerdo con sus aspiraciones legítimas. Agradezco a todos los presentes que hayan aceptado mi invitación a venir a Asís como peregrinos de la verdad y de la paz y os saludo con las palabras de San Francisco: "El Señor te de la paz".

    Durante el canto final el Papa y los delegados bajaron del palco y entraron en la Basílica inferior de San Francisco para visitar la tumba del santo, donde permanecieron unos minutos en silencio. Terminado ese acto, el pontífice saludó a la comunidad franciscana y , junto con los jefes de las delegaciones, se desplazó en minibus a la estación ferroviaria de Santa María de los Ángeles para emprender el regreso al Vaticano.